
Caminábamos por el barrio Greenwich Village en Nueva York, mis papás, mi pareja, mis suegros y yo. Veníamos hablando de la conocida universidad que está en esa zona cuando apareció una exposición de fotos de Stonewall. Seguimos caminando y nos sentamos en la fuente del Washington Square Park a descansar y a hablar de cómo, ese mismo barrio, fue testigo del movimiento por los derechos LGBTIQ en Estados Unidos.
Busqué en internet para poder contarles con más detalle lo que pasó en 1969. El Stonewall Inn es el nombre de un bar que frecuentaban las personas abiertamente homosexuales y las personas trans, porque a diferencia de la mayoría de sitios públicos, ahí no les prohibían la entrada. Pero una noche la policía hizo una brutal redada que provocó la rebelión de la comunidad gay (con el liderazgo de las mujeres trans) que además de padecer una discriminación sistemática e institucional, tenía que soportar los abusos y maltratos de la policía.
Los hechos incitaron a unas multitudinarias marchas que duraron varias semanas, además se crearon organizaciones activistas por los derechos de la comunidad homosexual, se inauguraron revistas y redes de apoyo y al poco tiempo se empezaron a visibilizar los sitios seguros en los que se podía manifestar abiertamente cualquier orientación sexual o expresión de género en la ciudad. Así nace la comunidad LGBTIQ y desde el año siguiente, se conmemoran estos hechos en Nueva York y ahora en muchas ciudades del mundo, con la marcha del orgullo gay.
Estábamos en esa conversación cuando pasó alguien con un aviso en inglés que decía “La vida de las mujeres negras trans, importa” que se dirigía a una protesta en el arco del parque, para denunciar y pedir justicia por el asesinato sistemático de mujeres trans afroamericanas y latinas. Si lo hubiera planeado, el timing no habría sido tan perfecto.
Para completar, a los pocos días fuimos a la biblioteca pública donde había hasta hace poco una exposición conmemorando los 50 años de estos hechos. La exposición no sólo mostraba imágenes de las protestas que lograron visibilizar un sistema judicial discriminatorio, sino también la exploración del erotismo homosexual a través de las primeras revistas gay y la cotidianidad de las parejas del mismo sexo de la época que por primera vez estaban siendo reconocidas y visibilizadas.
El versátil activismo en esta ocasión se disfrazó de turismo para mostrarle a mi papá y a mi mamá, que mientras ellos eran niños en Colombia, en Nueva York había un grupo de mujeres trans que decidieron oponerse a la violencia policial y crearon un movimiento para luchar por los derechos de las lesbianas, los gays, les bisexuales, les trans, les Intersex y les queer.
La historia se cuenta sola y nos recuerda que falta mucho por hacer, pero por lo menos tenemos la tranquilidad de que estamos del lado correcto. Amor es amor.