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El Yelmo de Mambrino


El Yelmo del Rey Mambrino, que en la Mitología Griega distinguía a Mercurio, el mensajero de los dioses y a Plutón, el dios del Averno, y tenía la virtud de hacer invisible a quien lo usara, parece que en nuestro tiempo, ya no protege divinidades, sino a toda una prole de cacos, trúhanes, bandidos, saqueadores y delincuentes desde expresidentes, juristas, ministros, senadores y toda clase de personas de altos y bajos rangos que se pasean por nuestra ciudades orondamente y hablan con propiedad de honradez, dan cátedra de pulcritud y ante cientos de incautos que se creen todas esas mentiras condenan y dicen que combaten la corrupción, mientras con la mano derecha en el bolsillo, hacen pistola.

En nuestra época es notable el yelmo de Mambrino, en el Congreso de la República, en las altas cortes y en otras corporaciones y dependencias del Estado, en donde la mayoría de reponeros de alto rango y también sus secuaces de medio pelo, se hacen invisibles ante los ojos de la ley al ponerse sobre su cabeza el yelmo de Mambrino, que los invisibiliza ante los ojos del gigante Argos y de quienes deben investigarlos.

El yelmo es la más antigua armadura de la cabeza y la más universal que se ve en las medallas y anillos de reyes y emperadores. En la antigüedad su invención se les atribuía a los Carios. Entre los latinos hubo dos especies de Yelmos. El que hacían de metal, especialmente de oro para el emperador lo llamaban Cassis y el que era de cuero lo llamaban galea.

Los yelmos de aquellos tiempos pasados, inicialmente identificaban la divinidad según sus arandelas. El de Mercurio, el mensajero de los dioses, tenía dos alas. El de Atenea, la diosa de la sabiduría, tenía un penacho de plumas de lechuza. El de Plutón hacía invisible al que lo usara. Thor, el dios escandinavo, no escapa a este elemento y su yelmo está adornado de ambos lados con alas de neblí. La Iglesia Cristiana desde sus orígenes, también comenzó a proteger a la mayoría de sus santos, no con un yelmo, sino con una aureola, transparente, medio oscura medio clara, que como en las antiguas mitologías lo eleva al Seol o al Olimpo.

La palabra Yelmo, cuyo origen para Covarrubias es francesa, para Aldrete, es goda, y en la actualidad es atribuida a los germanos, también llamado bacinete, almete o cabecere, era un casco de oro puro que hacía invulnerable a quien lo usara, según lo pregonaba el legendario Mambrino Rey Moro, que aparece reseñado en la novela del italiano Mambrino Roseo y en don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Fue conocido por los reyes egipcios, que adornaban la cimera del yelmo o casco con cabezas de dragón, toro, león, águila o halcón.

En tiempo de luchas en los palenques y rodeos medioevales, en que participaban caballeros, al ganador o ganadores, las féminas acostumbraban a ponerle en los cuernos o alas del yelmo, prendas de vestir, tales, como blusas, corsés, pectos, ramos y toda clase de adornos femeninos, como premios a sus valentías.

El yelmo como pieza de la indumentaria de las legiones, llegó a identificar a cada ejército. En Roma el Yelmo, lo usaba la infantería compuesta de honderos, flecheros y ballesteros, que además llevaban una cota o malla de acero o hierro, debajo de él. Pero eran visibles ante las personas. Mientras más grandes fueran las arandelas en la cimera del Yelmo, la persona que lo usaba era más importante.

Mientras en la antigüedad el yelmo identificada un patricio, estado o Nación, y lo hacía invisible frente al enemigo, hoy en día lo usan personajes de las altas esferas de la política, con el objeto de hacerse invisibles, en connivencia con funcionarios y jueces exorables roban el Patrimonio de la Nación, saquean las arcas de los ministerios, hurtan el presupuesto de entes territoriales y birlan el dinero de la salud, la educación y el de las obras presupuestadas, mientras Argos, el gigante de los cien ojos sigue vigilante para que en el momento en que menos lo esperen, despojarlos del Yelmo de Mambrino y devolvérselo, a sus dueños, los dioses Mercurio y Plutón y sigan reinando en el Olimpo, al lado de su padre Zeus.

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