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SOBRE LA EDUCACIÓN, LA LIBERTAD Y LA FORMA

* Nuestra época parece haberse propuesto desterrar de sus relaciones políticas y sociales la autoridad y la jerarquía.

Hace unos días se hizo viral el caso de un colegio en el Huila en el que la rectora decidió prohibir el uso de piercings, pelo teñido, pelo largo en los hombres, noviazgos y uso de celulares, argumentando que estas cosas van en contra de los objetivos fundamentales de la educación, distrayendo a los jóvenes e impidiendo la formación que el colegio se propone dar. En el video, que se vio en todas las redes, la mujer afirma además que quienes no estén de acuerdo con esta decisión bien pueden retirar a sus hijos de la institución, a lo que siguió un aplauso de apoyo de los padres que estaban presentes.


Diferentes opiniones se han oído al respecto. Algunos afirman que es absolutamente legítimo y deseable, puesto que los colegios deberían conservar exigencias mínimas que procuren la formación adecuada de los jóvenes, sumado a que cada colegio debe tener autonomía para establecer estándares en sus procesos de admisión y permanencia. Otros, por su parte, aseguran que es un abuso y un absurdo, y que semejantes exigencias atentan contra los derechos fundamentales de los niños y jóvenes y contra el libre desarrollo de la personalidad.


Tratando de analizar este hecho, y a riesgo de resultar impopular en los tiempos que corren, hay un elemento profundo que debería considerarse. Nuestra época, a diferencia de todas las anteriores en las diferentes culturas dentro y fuera de Occidente, es la única que parece haberse propuesto desterrar de sus relaciones políticas y sociales la autoridad y la jerarquía. Es como si toda manifestación de estos dos principios debiera ser perseguida y aniquilada porque lo fundamental es una idea de libertad entendida como fin y no como medio, y que no conoce límites ni está regulada por algún norte moral.


Ni siquiera dentro de los procesos de la educación básica primaria y secundaria parece claro hoy que los jóvenes debieran cumplir con estándares y reglas básicas. Parece más bien que antes de cualquier cosa están unos derechos que tampoco se compadecen con deberes y responsabilidades claras y menos con límites y obligaciones que garanticen un desarrollo moral, emocional, intelectual o profesional. Es como si todo el deseo y la capacidad de dar forma al ser humano -lo cual ocurre naturalmente en los procesos de la educación, incluso dentro de la familia- se hubieran hecho imposibles en medio de nuestra atmósfera cultural y política.

Ni siquiera dentro de los procesos de la educación básica primaria y secundaria parece claro hoy que los jóvenes debieran cumplir con estándares y reglas básicas.

Entonces, es verdad que hay reglas que son absurdas y que realmente no contribuyen a la formación ni a forja de hombres y mujeres sanos intelectual, moral y emocionalmente, pero hay muchas que definitivamente sí lo hacen. Prueba de ello es la decisión del gobierno italiano a finales del año pasado de prohibir los celulares en los salones de clase basándose en que está comprobada la forma en que afectan la concentración y la atención en los procesos académicos. En este sentido vale la pena preguntarse si la promoción de relaciones afectivas dentro de los colegios y los salones tienen el mismo efecto.


Respecto a los piercings, el pelo largo en los hombres, peinados extravagantes y de diferentes colores, y en general cualquier moda, resulta interesante ir un poco más allá del discurso dominante sobre las libertades y los derechos, y considerar si su uso en verdad está relacionado con el ejercicio de la libertad individual, o si por el contrario es sintomático de alguna condición particular de personalidad o de la identidad. A partir de allí sería posible determinar de manera más consiente si estas prácticas y modas son convenientes en el marco de los procesos formativos. Por último, también vale la pena considerar que son estos procesos los que deberían posibilitar a alguien para ejercer una libertad autentica, digna y coherente, a partir de la cual sea posible decidir si vale la pena o no perforarse la piel o llevar el pelo de tal o cual forma.

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