* Nora Carbonell y Jorge Medina Rendón escriben a sus madres.
A las madres estamos ligados. Porque nos concibieron, nos alimentaron con su cuerpo, nos inspiraron... Ella, presentes o no, siguen en nuestros pensamientos. Julio Cortázar escribió:
"Y no puedo ser otra cosa en libertad,
porque en tu espejo de sonrisa blanda está la imagen que me aplasta,
el hijo, verdadero y a medida de la madre,
el buen pingüino rosa yendo y viniendo
y tan valiente hasta el final,
la forma que me diste en tu deseo: honrado, cariñoso, jubilable, diplomado".
En el mes de las madres, Ciudad Paz rinde homenaje a las Madres. Acá, los poemas de Nora Carbonell y Jorge Medina Rendón...
Señales Para Cristina
Cuánto silencio nos une, Cristina.
Ahora que transitas sonriente y apacible
por senderos en penumbra,
invento códigos para no perderte:
me valgo de jazmines, abrazos y palabras
-señales, maderos de salvación en el naufragio-
Cristina, mi madre y mi hija,
la dolorosa de incertidumbres
frente a mi locura
que extraña los limoneros de la infancia
y los puertos que no conoceré.
Cuán difícil fue desprenderme
de tu pálida inocencia de ama de casa,
mujer bondadosa
que me enseñaste el oficio de vivir.
Ahora, encina en otoño,
hilas sin premura
los sueños de las otras
y yo entro de puntillas
al espejo dual de tu mundo de
recuerdos y presentimientos.
Soy tu hilo de Ariadna, tu lámpara azul.
Madre. Sí, Ella
Dios te bendiga hijo,
Decía con su imagen
De mujer divina
Mientras estampaba su beso
en la frente y se retiraba
cuando yo doblaba la esquina.
La recuerdo en su juventud
Dejada prematuramente por su marido
Angustiada por sus pequeños
Y laboriosa sin quietud.
Madre; sí, ella,
Bella como una estrella,
Firme como el roble a la
vera del camino,
andando sin temor alguno al destino,
construyendo oraciones
día y noche para que las
fuerzas nunca la fueran
abandonar en afanosa lucha
para nunca perder la capacidad de amar.
Mi madre siempre fue una voz
que escuché en todos sus
decibeles de comprensión y
encantadora esperanza.
Tal vez no la abracé todas
las veces como ella quería,
Tal vez me faltó repetirle
lo mucho que la amaba y extrañaba,
Tal vez hubiera podido
poner más en práctica
los sabios consejos que ella
daba confiada en que me
ayudaría a llegar a viejo.
Ese día que nos miramos
a los ojos por última vez
apreté sus manos y le dije
que soltara tranquila sus
alas que emprendiera en calma
su vuelo que algún día nos
volveríamos a encontrar
en el infinito cielo.
En ese momento le dije
Dios te bendiga Madre,
Le di un beso en la frente
Y esperé a que doblara
la esquina en esa otra
forma de buscar la verdad
cuando uno se abraza
con la eternidad.
Madre. Sí, Ella. Mi Madre