* La degradación en la que hemos caído nos está llevando a la hecatombe.
Cada día entiendo más el libro La Metamorfosis.
El diario acontecer de estos tiempos nos lleva a una constante lucha por no involucionar como persona y volver nuestros pasos hacia al mono. El respeto y la decencia que buscamos con afán de convivencia pacífica se ven constantemente truncado por la dura realidad de la hora presente. No importa el grado de conocimiento que se tenga, del saber y del saber hacer, si nos vamos degradando como gente al irnos comportándonos peores que animales. Crudo este momento de alta dureza humana, donde la celeridad por irnos destruyendo no escatima esfuerzos de ninguna índole. No existe institución que no haya sido afectada por el comportamiento enfermo de la mezquindad, la corrupción, el crimen, la depravación, la arrogancia, el atropello, el afán del dinero fácil sin importar el daño que se le pueda producir al semejante. La codicia ha ido marcando la nota, hasta internarnos en las espesas selvas de la ruindad humana.
Franz Kafka no fue ajeno a esta verdad, y desde su angustiosa soledad como individuo nos llevó a reflexionar sobre la existencia miserable que está pesando sobro los hombros de esta sociedad de indiferencia. Su personaje principal de La Metamorfosis nos hace revolver las vísceras desde lo más hondo hasta llevarnos a repudiar la condición más depravada a la que hemos llegado. La asquerosidad de insecto-cucaracha afea nuestra condición de dignidad cuando vemos que por el afán lucrativo exagerado le estamos fallando a lo que como especie trascendida debemos ser. Contrario a la misma naturaleza, que por la razón de superación nos llevó a elevar nuestra condición de animales racionales por encima de esa envoltura de carne y hueso, donde no se es más que instinto y afanes irracionales que no caben dentro la mente de gente con cerebro sano.
No existe institución que no haya sido afectada por el comportamiento enfermo de la mezquindad, la corrupción, el crimen, la depravación, la arrogancia, el atropello, el afán del dinero fácil sin importar el daño que se le pueda producir al semejante.
Así andamos ahora: Repartiéndonos un pequeño hueco que iguale nuestra capacidad mental con los otros animales, por el mero hecho de no haber entendido la condición elevada de ser humano. Eso son las cárceles, un hueco que nos iguala con ciertos insectos y animales que han carecido de la conciencia cerebral de nuestra especie. Triste realidad dolorosa nos está esperando, donde no parecen alcanzar las cárceles para purgar las penas, por tal razón ya nuestros hogares los han convertidos en casa-por cárceles y no nos asombremos que dentro de poco todo el territorio sea declarado casa por cárcel.
Y esto parece ser que no es pasajero, porque un error cometido en la mañana pasa a ser superado por otro horror mayor en las horas de la tarde. Es decir, en este país no se cumple con la pedagogía que los errores son la madre de la sabiduría. Aquí hacemos todo lo contrario, lo repugnante y lo incorrecto parece deslumbrarnos y lo repetimos hasta la saciedad, convirtiéndolo en normalidad cotidiana, y como la costumbre hace ley, nos estamos acostumbrarnos a irnos degradando, hasta justificar estas oprobiosas costumbres.
La degradación en la que hemos caído nos está llevando a la hecatombe y si no reaccionamos ahora, es posible que dentro de poco tiempo nos acostemos siendo humanos y nos levantemos convertidos simios.
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