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INFORME DE VIAJE


“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados.

Los actos de los hombres no merecen tanto”.

Jorge Luis Borges


La historia del hombre es la historia de un viaje. Es la travesía de una especie que transcurre su existencia desde una oscuridad perfecta de primates hacia un destino de luz como de ángeles. La especie humana aspira a llegar a una dimensión divina… una aventura fascinante.


El crucero apenas comienza. Hace sólo unos 40.000 años, junto al pensamiento complejo, brotó en el hombre de Cromañón el primer destello: la palabra. La comunicación nos hizo sociales.


Los sumerios en Mesopotamia, 3.500 años a. C., nos regalan los primeros signos lógicos para escribir la historia. La angustia por expresarnos se constituye en arte.


Se asume la relación con el universo mediante abstracciones metafísicas, intentando eludir un compromiso inexorable, la única certeza: no somos inmortales.


Hubo quienes concibieron el mundo como una lucha dramática entre el bien y el mal, con una visión cíclica de la historia, donde no hay principio ni fin. Las grandes religiones orientales, el hinduismo y el budismo, así como la filosofía griega, que se caracterizan por una gran reflexión, tienen este origen. Consideran muchos dioses, fueron politeístas y proféticas. Se desplegaron desde el Mar Negro y el Caspio. Son los Indoeuropeos.


Mientras, los Semitas, con una lengua completamente diferente, se unieron en torno a un solo dios, que consideran el bien. La historia existe para que Dios pueda realizar su voluntad en el mundo y dirigir la vida de los seres humanos. Son monoteístas con una visión lineal de la historia: un día Dios creó el mundo y un día lo concluirá, será el 'día del Juicio Final' en que toda existencia terrenal finaliza. El mal será destruido.


Proceden originalmente del oriente medio. La simiente de las tres grandes religiones occidentales, el cristianismo, el judaísmo y el islam, es semita. La palabra 'Dios' en el Antiguo Testamento tiene la misma raíz lingüística que la palabra 'Allah' de los musulmanes. En América, el concepto cristiano de la cruz se impone con la espada.


La intromisión y el dominio de la Iglesia en la escena latinoamericana, con sus prejuicios y obsesión en contra de la sexualidad, sataniza instintos bellos y vitales, distrayéndonos de los verdaderos problemas, aumentando tantas complicaciones reales que nos agobian.


La opción de asumir la existencia, la moral y el espíritu bajo una perspectiva divina, finalmente no se ajusta al ser humano, que inquieto, audaz, estructura métodos para comprender y explicar terrenalmente este mundo.


Hombres sabios de una civilización de pensadores, en Grecia, plantean una búsqueda de razones y propósitos de la existencia, un análisis de conjeturas de nuestra procedencia, de expectativas del camino, de teorías del final, de enigmas del universo, la conciencia, el ego, la memoria, el alma.


El sabio chino Zhuangzi suscita que sólo en sueños existimos: “Soñé que era una mariposa, y ahora ya no sé si soy Zhuangzi que soñó que era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que soy Zhuangzi”.


Aprendimos la retórica, la elocuencia y el debate y que la filosofía no es un ejercicio académico sino algo que se vive día a día, y que las respuestas no están por fuera de nosotros.


Encontramos que la vida en desarrollo significa tomar decisiones en contexto y descubrimos que la riqueza y el poder deslumbran, a pesar de sus miedos, de sus odios, sus traiciones, sus venganzas y sus guerras, y que existen felicidades clandestinas, egoístas y perversas.


Hombres brillantes de un imperio de águilas, en Roma, evidencian, en Derecho, que nuestras acciones son impelidas por la emoción o la razón.


Y se presenta un ser que nos muestra con su ejemplo, cómo se realiza el viaje. Jesús de Nazaret nació y vivió en un espacio del Oriente Medio llamado Palestina, país de los filisteos, región que formaba parte del imperio romano.

Con Sócrates se evidencia lo peligroso que puede resultar apelar a la sensatez de las personas. Con Jesús, vimos lo peligroso que es hablar de amor y perdón al prójimo. Tiemblan los cimientos de naciones ante sencillas exigencias de paz, atención a los pobres y perdón al enemigo.


Con promesas de premios y amenazas de castigo en el más allá, se difumina el verdadero sentido de un mensaje fundamental cuya esencia no puede ser separada del coraje de un hombre enigmático y rebelde que con su sabia elocuencia encantaba, intimidaba e irritaba a fariseos y romanos y que por agitador con sus ideas, sus palabras y sus acciones contra la injusticia y el abuso de poder, fue asesinado en el Golgotha hace más de dos mil años. Sus profundas enseñanzas sobre el amor y el servicio al prójimo, la justicia, la piedad, la misericordia, fueron estancadas en palabras, en liturgias y sermones, atrapadas en templos, en altares y conventos.


El sentido de su presencia no fue que convirtiéramos en espectáculo su muerte sino que hiciéramos propósito su trascendente vida. No obstante Jesús, seguimos siendo soberbios, superficiales y vacíos.


Con ayuda de la Iglesia y su intención de evangelizar el pensamiento, infligimos a la cultura, sombras por mil años. Gutenberg con su imprenta logra que nunca más se monopolice el saber. Encendimos la antorcha de la ciencia y cuestionando, rebatiendo, confirmamos argumentos.


Nuestro progreso como sociedad es deficiente, casi nulo. Prevalece la injusticia, actuamos con orgullo, nos escudamos en pendencias que pretenden ser reales.


La realidad de muchísimas criaturas es de miserias absolutas, impuestas desde zonas de confort, que convierten derechos vitales en privilegios inalcanzables, un terrible defecto que persiste desde siempre en el género humano.


La pobreza atrapa el tiempo y la energía de sus víctimas en cavilaciones y actividades de supervivencia, que terminan rigiéndose por códigos violentos.


Como especie, disponemos hoy de una mejor calidad material de vida. No hay evolución espiritual, no hay respeto, no hay compasión. Somos humanos, no somos humanidad.


Por la sinrazón que sea, existen seres que calculan el daño, arrebatan la vida a sus congéneres, o se apoderan de factores que no les pertenecen. Son los genes de una subespecie que nos contamina: el Homo Criminalis, un elemento que acogemos, que puede estar en nuestra vida.


En otros tiempos, la historia simplemente sucedía. Hoy, que podemos construirla, repetimos con demencia los horrores.


Vivimos atados a la historia, pero la historia es únicamente un referente que puede ser manantial de aprendizaje y soluciones, no está sometida a fuerzas ocultas. El espacio de nuestra libertad se impone a los hechos a través de nuestros actos.


Goethe decía que cuando estamos conscientes de nuestras raíces históricas, evitamos flotar en el vacío.

Intentemos una historia nueva, con valores espirituales, que son los únicos que nos pueden salvar de este tsunami que amenaza, hoy más que nunca nuestro viaje desde la condición humana.


Atrevámonos a asumir como sociedad, con valentía, el desafío de mirarnos al espejo, a emprender la monumental tarea de perfeccionar preguntas, conciliar criterios, pensamientos, paradigmas, prejuicios, experiencias, universos.

El trecho inmenso que requiere semejante faena es un lapso casi cero ante la infinitud del tiempo.


El mal es una falacia. Somos el bien o somos su ausencia. Lo que denominamos como El Mal, es la total ignorancia.

La verdadera educación para la América Latina es la de sensibilizar, desde la infancia, a los seres de la clase-privilegio para que comprendan la dimensión de sus actos y su incidencia en tantos mundos. Su función social, a estas alturas, es dar ejemplo, no es dar limosna… ni provocar el odio.

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