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¿HISPANOFOBIA?

* Los españoles y portugueses tenían ya desarrollados muchos conocimientos científicos para ser navegantes muy exitosos.

Año tras año, cuando se acerca la conmemoración del 12 de octubre surge una especie de pandemia continental en contra de España. Se habla de tumbar estatuas, de quemar iglesias católicas y un sinnúmero de desmanes similares. La verdad no aplaudo esos gestos, pero tampoco los elogios excesivos a la península ibérica. Quiero ser lo más objetiva posible en este análisis. Parto de mi convencimiento de que ambos mundos se beneficiaron en algunos aspectos y en otros se perjudicaron.


Hay un hecho innegable: los españoles y portugueses tenían ya desarrollados muchos conocimientos científicos para ser navegantes muy exitosos. No nos olvidemos que los mismos 8.000 kms que separan a España de América, nos alejan a nosotros de ellos. Si llegaron primero, dado el hecho que todas las culturas tienen el propósito de expandirse, fue indudablemente porque, desde la perspectiva de las ciencias marítimas, eran más adelantados. Así que seguir creyendo que nos frustraron nuestro desarrollo y que, si ellos no hubieran llegado, nuestra historia fuera otra llena de felicidad y buenos resultados en todos los campos del conocimiento, no deja de ser una tontería. Si no hubiera sido Colón, cualquier otro navegante europeo experto hubiera llegado y todos, sin excepción, se hubieran comportado de manera muy similar. ¿O acaso los holandeses o los ingleses fueron más generosos en el trato que les dieron a los africanos y a los aborígenes de este continente? No busco defender a Colón, que indudablemente no fue un santo, sino de que nos demos cuenta que el destino de este continente hubiera tenido más o menos el mismo final de destrucción y caos.


Partamos de mi convencimiento de que el pensador mexicano José Vasconcelos tenía razón al afirmar que el producto racial y cultural de esta mezcla era vigoroso y podría ser el 'Hombre Cósmico' que se impusiera a la sociedad occidental con una fusión, a todas luces, benéfica para el desarrollo integral de la humanidad. Las tres culturas que acá han conformado nuestra identidad americana aportaron cosas irrepetibles a una forma de ver el mundo y de interpretarlo. Historias vívidas que suman y no restan, como algunos quieren hacernos creer.


En nuestro continente se habla mucho de nuestra integración política y comercial absolutamente necesaria para convertirnos en una potencia mundial. Pero los mismos gobernantes promotores de esa idea manifiestan su repudio, casi absoluto, a España. La unidad de este continente no se hubiera podido dar tan rápidamente sin el lenguaje de Castilla. Detengámonos a pensar, por un instante. Es verdad que existía una poesía vigorosa en lo que corresponde al actual México, pero dicho conocimiento lírico no se había expandido por todo el continente. Nos es casi imposible determinar cuánto tiempo hubiéramos tardado en unificar un nuevo idioma, en el caso hipotético, de que España no hubiera llegado. Así las cosas, es importante reconocer que ese legado es muy positivo para buscar ese anhelado dominio político de nuestra Iberoamérica.


De otro lado, es un hecho que las culturas prehispánicas había logrado avances importantes en las artes y las ciencias. Las pirámides y Machu-Pichu nos muestran que eran pueblos adelantados tanto en lo que tiene que ver con la arquitectura, la agricultura, las expresiones artísticas y de pensamiento, como en formas de organización social y política. El pensamiento eurocéntrico se equivoca cuando cree que la única civilización válida es la de ese continente. Esta es una discusión donde existen indicios, de lado y lado del Atlántico, de unas formas culturales muy destacadas y positivas para sus ciudadanos. La belleza expresiva del Barroco americano, donde se funde la posición de la contrarreforma de España y la exuberancia de los frutos de nuestro continente, es un legado valioso para toda la humanidad. Son muchos los estudios de las ciencias sociales que pueden explicarnos una cosmovisión rica en la interpretación de la realidad, de todo este territorio vestido de una diversidad cromática irrepetible. Determinar esos aportes es un estudio que corresponde a los antropólogos sociales y que merece un capítulo aparte.


Todos los pueblos que conquistan a otros imponen, en primer lugar, su lengua. A través de la larga de la Humanidad así ha sido: Miles de vocablos griegos y romanos existen en el viejo continente y, por ende, han llegado hasta nuestro suelo. De igual manera todas las lenguas de Europa se han nutrido de las lenguas aborígenes de América y África. Eso explica por qué Lula da Silva, que no es un lingüista ni nada semejante, considerara que para avanzar en nuestra integración y fortalecimiento cultural y económico el bilingüismo español-portugués es esencial. Hay que dejar de lado ese sometimiento cultural al inglés y buscar una verdadera unificación iberoamericana. Cuando una sociedad es fuerte desde el lenguaje es también capaz de transformar su entorno.

Hablando de nuevos valores es indudable que el canibalismo, como práctica de guerra de algunas tribus americanas, fue una práctica cruel e inhumana.

Una de las fusiones más importantes que hacen parte fundamental de la cotidianidad es la gastronomía. Un gran estudioso del tema, Lacydes Moreno Blanco, decía algo muy cierto: No existe, en la actualidad, ninguna comida regional que no sea el producto de una fusión de otras culturas. En el caso específico de América y Europa es más evidente aún. ¿Existirían la cocina española o italiana, tal como ahora las tenemos, sin los tomates? ¿Podría haber un ají de gallina peruano o un ajiaco colombiano, sin que los españoles hubieran traído esas aves de corral? Nadie duda, por ejemplo, que la tortilla de papas es un alimento que se identifica con España. Pero ahí está presente lo que un poco eufemísticamente, se denomina “Encuentro de dos Mundos.” Así las cosas, más que echarnos “vainazos”, cada vez que se aproxima el 12 de octubre, debemos sentir que ambos continentes ganaron y perdieron con la llegada de la Pinta, la Niña y la Santa María.


Hablando de nuevos valores es indudable que el canibalismo, como práctica de guerra de algunas tribus americanas, fue una práctica cruel e inhumana. La religión Católica erradicó una práctica poco encomiable.


Errores se cometieron y se cometen de parte y parte, y no todo es culpa de América ni culpa de España. Ambos pueblos han creado cosas positivas, formas de arte excepcionales, recursos culturales que fortalecen el espíritu, un lenguaje que crece día a día con poetas y novelistas destacadísimos. Una música que se enriquece con el aporte africano, tal como sucede en la danza y los instrumentos de percusión inigualables. Somos esto y mucho más. Con errores y virtudes porque todos somos humanos. Si se tumban todas las estatuas de Colón y los conquistadores en toda América, nada de nuestro atraso se ira por ese hecho. Es como pensar que debemos erradicar las palabras de origen árabe de nuestro vocabulario porque ellos estuvieron ocho siglos dominando a España. Ya es hora de que maduremos ideológicamente y entendamos que la revisión histórica no pasa por esos lados.


Es hora de que en Iberoamérica dejemos esos rencores que no van a cambiar una realidad histórica inmodificable. Colón llegó porque era un buen navegante. Especular sobre esto es una gran tontería y no soluciona nada. Es hora de buscar nuestras propias salidas políticas y económicas. Pongámonos en la tarea de escribir una historia más justa desde lo social y dejamos de lado seguir discusiones bizantinas, populistas y demagógicas, que no nos harán que se erradique esa politiquería barata. El sentido de pertenencia debe fortalecerse aceptando que somos unos privilegiados culturales y que no hemos explotado para nuestro propio beneficio, ese tesoro que tenemos en nuestras manos. Esa responsabilidad política es sólo nuestra y que debemos aceptar nuestros propios errores y fortalecer el plano educativo enfocado a la investigación científica tanto en lo social como en otros campos, de tal forma que haga viable salir de este atraso y volvernos verdaderamente países desarrollados.



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