* … navegaba a través de su pasado.
Se levanta en Cartagena una isla de forma casi rectangular que al norte enfrenta la laguna de San Lázaro y el barrio de Getsemaní, al oriente las aguas estrechas y poco profundas de la ciénaga Las Quintas, el occidente y el sur dan a las amplias aguas de la bahía interior de La Heroica. Según datos históricos, un señor de apellido Manga cultivaba diferentes productos allí y don Dionisio Jiménez inaugura el nueve de enero de 1904 un barrio en la mayor parte de los terrenos de la Isla. Manga se conecta a la ciudad con cuatro puentes. Fue ocupada inicialmente por un suntuoso sector residencial de mansiones republicanas. Hoy en día se acomoda una próspera comunidad de clase media en edificaciones modernas que han venido desplazando las enormes estancias.
Un paseo marítimo extenso, arborizado, bien cuidado, recorre la bahía, desde la Marina Santa Cruz al sur de la isla, cerca de los muelles de los grandes cruceros, y finaliza en el fuerte de San Sebastián del Pastelillo, donde está el Club de Pesca. Se alcanza a observar la avanzada arquitectura de Bocagrande, se aprecian buques mercantes y yates lujosos, naves de guerra de la cercana Base Naval y eventualmente la hermosa silueta del Gloria. Un Primer mundo incrustado.
En atardeceres y anocheceres inolvidables circulan caminantes y conversadores, patinadores y ciclistas, perros contentos y caras amables.
Una alucinación interrumpe sus cavilaciones. Viene caminando por la bahía una chica de ensueño, preciosa, majestuosa, con fuerza, con gracia, ojos de abismo, sonríe.
Daniel, en noches llenas de estrellas buscaba a Sirius, se zambullía en el firmamento y reflexionaba, subjetivo. Consideraba que la vida son decisiones y que debía ceñirse a las pocas verdades que no son relativas. Descubría que, ante la infinitud del tiempo, cualquier lapso, el de la propia existencia, el más largo, es cero, que el subdesarrollo es aliviar consecuencias en lugar de abordar las causas de los problemas, sentía que la historia de Latinoamérica es la de la más absoluta falta de amor propio.
Pensaba que sólo cuando finalice nuestra paulatina transición desde la vida antropoide, cuando estemos completos, comprenderemos que no es agrediendo con la espada ni el dinero, que el asunto consiste en la eternidad de la especie. Aprenderemos que la vía es de pura solidaridad porque estamos solos en el universo, que nuestro destino como humanidad depende de nosotros mismos. Creía que la alianza de la religión con el Estado había desvirtuado la propuesta de que un día llegaríamos a aceptar que el pasado está muerto, que no hay libros perpetuos, que es un diseño el futuro. Presagiaba que vendrá un mundo equitativo donde el trabajo será el fundamento. Smith asumió el trabajo como competencia, Marx lo proyectó como un principio de libertad. Los judeocristianos le dan connotación de castigo: ganarás el pan con el sudor de tu frente.
Una alucinación interrumpe sus cavilaciones. Viene caminando por la bahía una chica de ensueño, preciosa, majestuosa, con fuerza, con gracia, ojos de abismo, sonríe.
Una visión que confirma y contradice todo. Lo demás, se torna difuso…
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