Han pasado más de tres meses desde que el mundo entero fue confinado en su casa por la declaración de la pandemia del Covid-19. Acepto que era necesario hacerlo y que la OMS ha hecho lo correcto. Sin embargo, más por el factor humano y la salud mental de los ciudadanos de todo el planeta, que por razones económicas, ya es hora de dejar atrás el miedo y comenzar a movernos con libertad.
Debemos sacar las estadísticas a la luz y considerar cuáles son las posibilidades de cada uno de nosotros se contagie. No se trata de ser imprudentes sino de basarnos en la realidad para proceder en concordancia con esos indicativos. Para decirlo más claramente: todos tenemos un poco de temor a morir en una cirugía o a montar en avión, pero las cifras nos revelan qué tan probable es que eso nos suceda. Esas cifras hacen posible que nos curemos de un problema de salud que nos aqueja o que decidamos viajar a visitar a nuestros parientes. Muchos concordamos en que es tonto no hacerlo porque una remota posibilidad de fallecer está rondando el aire.
Hay muchas informaciones falsas y muchos datos que se nos han ocultado y que al desconocer la verdad nos producen pánico. Aunque todos sabemos que a diario mueren miles de personas en todos los rincones del mundo, aún en los más apartados, nunca hemos conocido, hasta ahora, por ejemplo, cuál es el promedio diario de fallecimientos y cuánto es el incremento con la pandemia. Es necesario tener muchos más datos de los que nos han proporcionado para darnos cuenta objetivamente de dónde estamos pisando. Ya es hora de irnos cuestionando para comenzar a vivir con cierta tranquilidad y disfrutar sin tantas angustias el día a día.
Hace unos días vi un video de un médico argentino que nos invitaba a reflexionar sobre los muy peligrosos efectos que tiene el miedo sobre nuestras vidas, ya sea en época de la actual pandemia tanto como en aquellos días de no confinamiento. Nos narraba una fábula de un par de conejos, Juan y Pedro, que salieron a pasear por el bosque y, de repente, ven venir al lobo. Empiezan a huir despavoridos hasta que encuentran una cueva pequeña donde meterse. Cubren la entrada con una piedra y el lobo se ve obligado a quedarse en la entrada. Los dos animalitos se ponen de acuerdo para quedarse allí a esperar a que amanezca pues creen que, para entonces, podrán salir sin peligro para ellos. Sin embargo, al clarear el día siguiente Juan le dice a Pedro que deben permanecer adentro unas horas más por prudencia. Consiente su compañero y siguen escondidos. Día tras día se plantean si ya es el momento de alejarse de la cuerva. Juan se mantiene en su posición de no aventurarse afuera. Pedro siente hambre y frío y piensa que en su casa están preocupados por su ausencia, insiste en irse y lo hace sólo finalmente. Pasan los días y el temeroso Juan sigue sin ver el sol, sin correr, sin alimentarse adecuadamente. Se siente muy débil, muy triste, inseguro y entonces, por fin, decide arriesgarse. Pero para ese momento apenas puede moverse. Finalmente consigue salir. Los rayos del sol lo encandilan y no puede ver las cosas que lo rodean. Se siente muy temeroso y con mucho miedo y es así como no nota que hacia él viene una serpiente y sin que él pueda hacer nada ésta de una se lo traga. Triste final el de Juan, que un mes atrás era un conejito ágil, divertido, buen corredor y lleno de sueños.
Nos preguntamos ¿Qué nos quiere decir la fábula? Algo muy claro. No hay que confundir la prudencia con el miedo.
Este cuento tiene mucho que ver con lo que nos podría suceder ante al Covid-19 o cualquier otro desafío de la vida: La prudencia es una excelente consejera. El miedo no. Este nos paraliza, causa daños profundos en nuestra salud mental y nos expone, aunque no lo creamos, a una muerte segura y una vida improductiva, frustrada y sin que hagamos nada útil para la sociedad y nosotros mismos. Recordemos siempre que los desafíos hay que encararlos. No esperar a que nos debiliten y por ello perder las fuerzas de modo que sea muy fácil para cualquier enemigo derrotarnos. Es preciso saber que: La vida y la muerte siempre estarán en la calle y caminarán con todos nosotros a diario.
No más miedo. La vida es para vivirla. Esto es todo y hay que tenerlo siempre presente.
Cartagena, 2 de junio 2020.