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Solidaridad, el aliciente que da esperanza


A la hora de combatir la tristeza y el desconsuelo en tiempos difíciles.

Un mundo bastante restringido es el que se nos plantea, no salga, no coma, no salude, no diga, no gaste, no suba, no toques, no juegues, no trabajes, escóndete detrás de una pantalla, no te quejes, enciérrate en cuatro paredes… en fin la negación de todo aquello que constituía la realidad de la mayoría de las personas.

Por otro lado, unas exigencias monumentales: reinvéntate, ejercítate, aprende, emprende, se resiliente, saca provecho de la situación… tienes que ser el más más de todos.

No hay derecho a ser vulnerables, las emociones que plantea la situación no es apropiado manifestarlas y menos aún, si el panorama presenta múltiples personas en circunstancias aún más difíciles, especialmente en el plano económico, gente enferma, sin empleo y sin con que comer.

La salud, la educación, el trabajo y en general las necesidades básicas del hombre cobran la dimensión, que quizá debieron tener siempre, están siendo repensadas porque su prioridad se hace apremiante como también lo es el cuidado y protección de la naturaleza.

En medio de este gran cambio que experimenta la humanidad el sentido de solidaridad es el aliciente que da esperanza, la voz de aliento para cada mañana volver a empezar y no caer en la decepción, el desconsuelo y la monotonía. Un principio que alimenta la paz y que si se experimenta en los dos sentidos que la integran (dar y recibir), puede llegar a constituirse en el eje para la construcción de un nuevo amanecer o la nueva puesta del sol como se le ha dado en llamar.

Reaccionar ante el dolor con humanidad y no con indiferencia a la dureza de la situación es la forma de combatir el abatimiento que plantea un hecho tan inesperado y de tan grandes y complicadas magnitudes.

El pesimismo solo podrá combatirse con la ilusión de hallar en el camino el consuelo que brindan personas que dedican sus esfuerzos a ayudar a los demás; a trabajar por asistir a nivel profesional o humano a los enfermos; a animar y alentar a quienes no encuentran entendimiento entre sus familiares o amigos; a gobernar honestamente, buscando la equidad y el bien de toda la comunidad; a enseñar no solo conocimientos sino principios y valores que los conduzcan a ser mejores personas cada día; a convocar a otros en pro de causas que beneficien o solucionen las necesidades que apremian a las personas; en fin... a extender una mano amiga solidaria con el dolor ajeno.

La incertidumbre por el futuro tiene un tinte de optimismo, la ilusión de un cambio en la actitud de los humanos hacia los otros y hacia el mundo en el que habitan.

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