UNO
Existe un grupo que profana la teoría del Estado, desconfigurándola. Es una élite conformada por una nobleza criolla de pretendido abolengo, dominante, poderosa y privilegiada, proveniente de lo más profundo de nuestra historia, y por propietarios de enormes fortunas que prevalecen en la política latinoamericana, con astucia, con dinero y con la espada. Son gente 'bien', inserta en los estamentos de los gobiernos y en el más alto nivel económico y social. Exhibe una educación exquisita que prescinde de la conciencia.
Esa élite representa el pasado encarnado en un proyecto procedente de una tardía Edad Media, que propugna por mantener un statu quo en el que no sucedan pensamientos, palabras, acciones o hechos fuera de 'su' concepción de lo que es bueno y de lo que es malo, a costa de una injusta-extrema desigualdad entre los seres humanos, abusando con prerrogativas que ella misma impone, institucionalizando la corrupción y la impunidad. En medio de las necesidades de los demás, pretende disfrutar plenamente de su existencia. Está equivocada. Su posición va en contra del desarrollo.[1] Se ufana de sus referencias al índice de la tasa de crecimiento de sus países, que refleja simplemente el bienestar de los grandes capitales nacionales y multinacionales.
Es un fracaso por limitarse a justificar y luchar por el mantenimiento de un orden, con la pretensión exclusiva y perversa de no perder el poder, por congelar el pasado sin querer asumir el presente y el futuro. Representa una colisión con la vida.
DOS
Otro sector, que crece día a día, está constituido por una multitud de propietarios de la miseria, descendientes con todas las mezclas, de los dueños originales del continente. Agotan su tiempo y su energía en cavilaciones y actividades de supervivencia. Las circunstancias impuestas convierten sus derechos vitales en privilegios inalcanzables. Están condicionados por la idea fatalista que les señala siempre su predestinación, su condena a un sino, sus creencias en que son las deidades hacedoras de sus desgracias y fortunas.
Consuelan sus desventuras con la emoción de un gol o con la intuición del paraíso. Se ubican en los límites de lo improbable, carecen de expectativas a futuro, no es posible un proyecto de vida, no disponen de un pensamiento libre ni de una concepción espiritual válida. Se resguardan en la dudosa virtud de transformar la tragedia en humor y la tristeza en diversión.
Son una masa dúctil para cualquier discurso de violencia.
TRES
A la sombra de las circunstancias se acomoda una tercera categoría compuesta por estratos altos que han logrado calidad de vida, y por una heterogénea, laboriosa y precaria clase media.
Son espectadores indiferentes. Por su pasividad y conformismo fungen como soporte del sistema. Mantienen distraída su atención, lejos de los verdaderos problemas, cautivados por temas sin importancia. Aprecian la problemática en blanco y negro, ignorando la infinidad de sus matices.
Algunos cuentan con que el estado de cosas les conviene y ejercen como defensores de oficio del proceso.
Los individuos de esta esfera no son conscientes de su transcurrir, por lo que también son un fracaso como sociedad .
UNA CONSIDERACIÓN
El problema y la solución de Latinoamérica, antes que económico, político o social, es humano.
Se diluyen en el tiempo las posibilidades de una solución racional. Una tendencia ya trazada, tiene a Latinoamérica transitando inexorablemente hacia la justicia, a escenarios definitivos entre los que poseen mucho y los que no poseen nada. A pesar de la certidumbre de que esa pugna está destruyendo la integridad de la sociedad, no se advierten intenciones de enfrentar el caos que reina en estos países. Fracasan caudillos-fraude de todas las tendencias que sólo generan corrupciones nuevas.
Por supuesto que existen latinoamericanos conocedores de la realidad, que saben que el motor de nuestro atraso y pobreza es la negación de conciencia sobre las razones-causas, las actitudes-soluciones y sobre nuestro destino. Saben que la verdadera riqueza de una nación está en su gente, que el objetivo primordial del desarrollo debe ser el bienestar humano, que el bienestar de una sociedad depende del uso y finalidad que se da al ingreso, no del nivel del ingreso mismo. Pero son personajes con más palabrería y egoísmo que compromiso. Tienen el reto de romper paradigmas.
LA PROPUESTA
El concepto de revolución ha sido satanizado. Pero, realmente se hace necesaria una revolución del conocimiento y la conciencia, un camino que fascina por lógico, pero al que falta el paso más importante: el primero.
Ese primer paso está determinado por la verdadera educación, la que comienza con el respeto al prójimo, a la humanidad, a la naturaleza. Una educación de la mente y el corazón, una dimensión que debe partir desde el seno de cada familia, para que forjemos, por fin, el futuro de la América Latina.
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[1] En 1900, América Latina representaba el ocho por ciento (8 %) del comercio global. Y hoy esa cifra, 116 años después, sigue siendo exactamente la misma. Fuente: Andrés Oppenheimer, El Tiempo, tres de julio de 2016