Ser periodista es cumplir una misión social asumida en desarrollo de la libertad individual, en acatamiento a una pasión, en cumplimiento de las urgencias de observar, dudar, informar, analizar y opinar con responsabilidad.
Ser periodista es abordar la realidad desde la óptica del contexto, citando tantas fuentes como sea posible, evitar sesgos y cuidarse de asumir defensas ‘de oficio’ de aquellas situaciones que creamos incomprendidas o de resultado injusto.
Ser periodista es ofrecer tribuna para escuchar o leer otras ‘voces’, para que el disenso sea una política real de ejercicio informativo.
Ser periodista es escuchar sin prevención cada palabra y corroborar cada dato. Aplicar razonamiento crítico: dudar, preguntar, confirmar... No se puede creer ‘a pie juntillas’ todo lo que digan o escriban otras personas. Nada puede darse por cierto sin antes haberlo comprobado. La tierra no es plana, como erróneamente se creía en tiempos de Tales de Mileto. La tierra es esférica, una verdad que ejemplifica la importancia del conocimiento actualizado. Hoy, sin embargo, el mundo sí se está aplanando gracias al conocimiento transmitido a borbotones a través de la red global. Pero son razones diferentes.
A los colaboradores de CIUDAD PAZ no sólo los leen en Bogotá DC, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga, Armenia o Medellín, para citar algunas ciudades de Colombia; sino que los leen en ciudades de México, Canadá, Estados Unidos, Perú, España, Suecia, Vietnam, Suiza, Venezuela y en Francia, por citar algunos de los países donde las opiniones, visiones e informes publicados son consultados y leídos con avidez. Si, el mundo se achica.
Pero, es ahora cuando el deber ser del oficio del periodista recobra mayor importancia. Algo escrito o dicho, transmitido a través de la red global, es imposible de ‘recoger’ o rectificar si alguna información suministrada resulta no ser cierta. Es decir, cuando se descubra el error el daño estará hecho. No me refiero solamente a las Fake News (como se conocen hoy los bulos), que en verdad son ideas estructuradas estratégicamente para que quien las lea crea en ellas, generando certeza sobre un ‘hecho’ falso.
Yo, particularmente, siempre he preferido que personas formadas en derecho escriban noticias y emitan opiniones del sector de la justicia; que economistas se dediquen a contarnos qué está pasando con la productividad o el emprendimiento, que politólogos analicen la realidad geoestratégica nacional o mundial, que los escritores relaten hechos de la cotidianidad… Que nuestros comunicadores sociales, más allá de la formación universal que recibieron o reciben, se especialicen en alguna rama del periodismo. Es imposible saber todo de todo. Eso le falta al periodismo de hoy, para que en su conjunto el ejercicio periodístico sea más comprometido y más respetado.
Por supuesto, además de la poca de especialización existente en la oferta del sector, son varios los factores afectan a quienes ejercen la labor de informar. No puedo ignorar la falta de compromiso de las empresas para formar a su talento humano, las remuneraciones exiguas, la pérdida de prebendas, la inestabilidad laboral, la falta de oportunidades, las presiones de las fuentes de poder (político, oficial o económico), el trato preferencial a algunos en detrimento de otros, el ofrecimiento de dádivas a cambio de publicaciones ‘interesantes’ en sus medios. Y, lamentablemente, a causa de la urgencia de subsistir dignamente, reporteros y redactores –en varios casos– aceptan condiciones salariales deprimentes o imposiciones editoriales que contraían el objetivo del oficio. A ello se suman los despidos o ‘desvinculaciones’ masivas de periodistas, que este año han afectado no sólo a las jóvenes promesas de la reportería, sino que ha tocado a ‘consagrados’ periodistas del país.
¿Puede analizarse la suerte del periodista sin auscultar la de los medios? Creo que no. Intereses –no propiamente ideológicos– predominan en los medios de comunicación. Reitero, el deber ser de éstos se desvanece, entre otras razones, ante las exigencias editoriales de los nuevos propietarios, a la carga que representa la necesidad de financiar las operaciones periodísticas, a la desbandada de patrocinadores, a la deserción de los usuarios (lectores, oyentes, televidentes) que optan por ‘enterarse’ de lo que está pasando sin tener que invertir para obtener un servicio informativo relevante. Hay quienes creen que leyendo el titular de una noticia en twitter es suficiente para estar informados.
Ser periodista es una de las razones de mi vida y es una de las razones de vida de muchos colegas que resisten desde viejas y nuevas trincheras del oficio de informar, sin renunciar a la práctica de los valores éticos que desde un principio han guiado el oficio: búsqueda de la verdad, confirmación, relevancia, responsabilidad e independencia, entre otros.
Creo que a pesar de las transformaciones que ha registrado el sector, tienen razón los periodistas estadounidenses Bill Kovach y Tom Rosenstiel al insistir en la necesidad de mantener vigentes los principios básicos que identifican la profesión: “1. La primera obligación del periodismo es la verdad. 2. Su primera lealtad es hacia los ciudadanos. 3. Su esencia es la disciplina de la verificación. 4. Sus profesionales deben ser independientes de los hechos y personas sobre las que informan. 5. Debe servir como un vigilante independiente del poder. 6. Debe otorgar tribuna a las críticas públicas y al compromiso. 7. Ha de esforzarse en hacer de lo importante algo interesante y oportuno. 8. Debe seguir las noticias de forma a la vez exhaustiva y proporcionada. 9. Sus profesionales deben tener derecho a ejercer lo que les dicta su conciencia”.[1]
Es posible soñar con la dignificación profesional del gremio.
______________ Kovach, Bill y Rosenstiel, Tom. ‘Los elementos del periodismo. Todo lo que los periodistas deben saber y los ciudadanos esperar’. Aguilar, Barcelona, 2012.