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Estamos Unidos


Es cierto que las revoluciones se han ido sofisticando y 'humanizando', evitando en lo posible la pérdida de vidas y la destrucción de infraestructura. Sin embargo, hay países que mantienen una peculiar inclinación al complot, la conspiración y el caos como mecanismo para generar cambios internos. Colombia debe tener un puesto especial en ese ranking con nuestra experiencia exitosa de más de 50 años.

En la esfera internacional, la patria de Rasputín sigue siendo la descarada en lo que va corrido de este siglo: el señor Putin con sus “guerras híbridas” ha logrado conquistar lo que ningún otro estado con ínfulas imperiales en los últimos años. Por definición, estas son un nuevo tipo de guerra evolucionada de las guerras asimétricas (entendidas como la confrontación entre un ejército convencional y una fuerza insurgente), en donde se unen fuerzas regulares e irregulares, desinformación y una aparatosa presencia militar en una ofensiva limitada en un espacio de conflicto a diferentes niveles legales e ilegales.

Su objetivo es desestabilizar un estado funcional y provocar una polarización radical de la sociedad mediante presión política, legislativa, judicial, social y mediática con algunos actos puntuales de subversión, sin que pueda hacerse una distinción real entre un estado de guerra y la paz. Así lo hicieron los llamados “hombrecitos verdes” en Crimea y los mercenarios del Warner Group en Ucrania, Siria, la República Democrática del Congo y en otros conflictos menos escalados.

Más allá de las acciones que caen en la órbita de lo penal, las estrategias de desinformación, la injerencia política y la coerción económica y energética que constituyen el corazón de la doctrina Gerasimov se hacen cada vez más evidentes en la zona del Caribe. Esta doctrina enfatiza en los medios que involucran acciones de fuerza no-militar para lograr objetivos de seguridad, incluyendo la interferencia en procesos electorales, como ya ha sucedido en EEUU y la Unión Europea. Y se espera que suceda acá.

En el plano puramente militar, Rusia ya logró venderle a Turquía los misiles S-400 y con ello sacar a este país del programa conjunto con los EEUU para construir y mantener en su territorio los cazas F-35 de última generación, con lo cual recuperó su espacio de injerencia sobre Siria, el Kurdistán e Irak.

Todos estos elementos ponen a los ‘conspiretas’ a recordar la Crisis de los Misiles en Cuba, que impulsó un bloqueo marítimo similar al que se propone hoy para Venezuela. Tan real es esa posibilidad que los vecinos hicieron tres pataletas con el sobrevuelo del espacio aéreo en la zona norte, con un avión cazasubmarinos Orión P-3. Igualito a Corea del Norte.

Esto parece una receta vieja para curar un virus nuevo: las recientes visitas de los acorazados rusos y los bombarderos Tupolev con capacidad nuclear a Nicaragua y Venezuela, más el ingreso de centenas de ‘técnicos militares’ rusos a este país con la disculpa de hacer tareas de mantenimiento al equipo allí instalado, hace necesario en pensar en la necesidad de otras alternativas que constituyan una disuasión creíble.

En su entrevista de despedida publicada El Tiempo, el saliente embajador de los EEUU Kevin Whitaker inicia haciendo el reconocimiento de que hay componentes de las Fuerzas Armadas colombianas que “que tienen el carácter del siglo XXI y son de los mejores en el mundo”, para añadir que ve en Colombia “un socio excelente en lo de Venezuela. Estamos tratando de poner más y más presión al régimen del dictador Nicolás Maduro para que salga o se puedan hacer elecciones democráticas”. Explicó que en el mundo hay países que no tienen voluntad para combatir las amenazas transnacionales, otros que si quieren pero no tienen las capacidades para hacerlo; y está Colombia, que sí quiere y sí puede. Ahí seguimos unidos.

Sin embargo, este ajedrez se desdibuja con la imagen del hongo de la explosión de origen atómico el pasado 10 de agosto en la base naval de Nionoksa, Siberia, precedida por otra similar en un submarino nuclear y un depósito de municiones y seguida por la desactivación de cuatro de las cinco estaciones de medición de radiación en la atmósfera que administra Rusia.

Putin sigue diciendo que no pasó nada, pero su reunión con Macron a puerta cerrada en el castillo de Brégansson, cinco días antes de la cita en Biarritz del Grupo de los Siete (el G7, que no incluye a Rusia) es, cuando menos, exótica.

Lo llamativo es que la respuesta de los activistas pacifistas y ambientalistas frente a la explosión de Nionoksa ha sido ninguna y los EEUU lanzaron ayer un misil de mediano alcance Tomahawk modificado que no lanzaba hace 30 años, con el doble propósito de recordarle a Kim con quien se está metiendo y mostrarle el colmillo a Putin. Y los chinos, callados.

En todo caso, Putin ya se reunió con Maduro hace dos semanas y le ofreció venderle fragatas y misiles. ¿Nos vamos a seguir urgando el ombligo y empezamos a mirar más allá de nuestras narices?

Ñapa: La valoración de la prueba para construirle la indagatoria al presidente y senador Uribe es una atrocidad judicial y un factor de presión que sólo crea más caos en pleno ambiente electoral. Una bomba híbrida.

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