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Cartagena de Indias: 'Bien nacida y bien nombrada'


“La ciudad se ha vuelto una opereta”.

(Poeta José Ramón Mercado)

Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”, como alguna vez escribiera la notable poetisa Meira Delmar, desde sus orígenes, desde antes de que se llenara de embrujos y de leyendas, desde mucho antes de que fuese fundada por el conquistador Pedro de Heredia el primero de junio de 1533, en territorio que habitaba el valiente cacique Kalamary, era un lugar apetecido de aedos y poetas, juglares y trovadores.

Fundada el primero de junio de 1533 por el conquistador Pedro de Heredia con el nombre de San Sebastián de Calamarí, que conservó hasta el año de 1574 en que el rey de España le dio del nombre de Cartagena de las Indias del Mar Océano, y le otorgó el Escudo de Armas. Sede del Tribunal del Santo Oficio desde el ocho de marzo de 1610 por una Real Cédula de Felipe III e inició sus funciones en 1611 con los licenciados Juan de Mañozca y Mateo Salcedo y sobrevivió hasta el 17 de septiembre 1821.

Con Portobelo (Panamá) y Veracruz (México), hizo parte del triángulo de puertos negreros en tiempos de la Colonia. Desde 1535, fue epicentro de la llegada de negros esclavizados traídos desde el África, hasta 1810, y de acuerdo con las estadísticas, muy discutidas por algunos historiadores en casi tres siglos de la trata de negros, llegaron a la ciudad unos 300 mil esclavos, de etnias tales como Bantús, Minas, Ararás, Popós, Lucumís, Carabalís, Congos y Mandigas.

Asediada por los piratas desde 1543 con Francis Drake, Morgan, el Barón de Pointis (1697), por el Almirante Vernon (1741) y por el criminal Pablo Morillo, 'El pacificador', uno de los más crueles jefes del ejército español, sitió la ciudad desde el 18 de agosto hasta el seis de diciembre de 1815. Después de 108 amargos días de asedio la ciudad claudicó dejando un genocidio de más de tres mil muertos. El 24 de febrero de 1816, no contento con las muertes producidas, fusila y ahorca a nueve personajes que la posteridad le daría el título de los mártires de Cartagena. Cinco años antes, el 11 de noviembre de 1811 Cartagena había declarado su Independencia de la Corona Española.

A lo largo de casi cinco centurias de historia, Cartagena, 'la de Indias', le ha arrancado a la pluma de bardos y poetas, líridas y aedos, vates y scops, bellísimas poesías que la convierten en una de las ciudades que más elogios y piropos ha recibido de la pluma de fabuladores y creadores.

Quien inicia el arpegio de cantos que exaltan la donosura e hidalguía de la ciudad es don Juan de Castellanos, que en su obra Elegía de Varones Ilustres de Indias, recuerda la fundación de la ciudad, al cantar en una de sus estrofas:

“Cumplidos eran ya los días veinte

del mes nombrado del bifronte Jano

del año que dijimos ser presente

y día del beato Sebastiano,

cuando para trazar pueblo potente

cristiano morador tomó la mano”.

En este sentido esa hornada de plumas fragorosas de pensadores y creadores del país y de otras partes del mundo no se ha detenido. Cartagena, la de Indias, es un bocado suculento, apetitoso y agradable para quienes la toman como protagonista de sus poesías. Le generosidad de la Heroica, es amplia, se ha mostrado como es y se ha convertido en Musa, en una especie de fuente Hipocrene, para despertar el ingenio y la inspiración.

El poeta José María De Heredia[1], en el soneto a Cartagena de Indias, alude a los saltos y piratería:

Noble ciudad que fuiste la reina de los mares,

el tiburón persigue la calma de tus ruinas,

y al declinar la tarde, las sombras familiares

de tus esquifes, cruzan las aguas mortecinas.

Desde que los piratas violaron tus altares

cayeron tus murallas, decrépitas encinas,

y en tus escombros tristes, mil fúnebres collares

dejaron a su paso las balas asesinas.

Es importante resaltar que la poesía tradicional, con sus sonetos y décimas, odas y acentos, coplas y endechas, medidas y sinalefas, ictus y rimas, jarchas y epigramas, encabalgamientos y cesuras, hemistiquios y estancias, y toda clase de licencias, cuyos “orfebres sacrificaban el mundo para pulir un verso”, que en nuestros días son consideradas como una piezas de museos, como una poesía anacrónica y sometida al ostracismo por quienes hinchan el pecho y se empavonan para decir que son versolibristas ultramodernos, y rompen con todos los cánones que orientan la creación, es esa poesía tradicional, la que realmente ha cantado el epinicio y grandeza de la Heroica y son esos poetas, los que andan por ahí, en tabernas y cafés, parques y tertuliaderos, trazando y midiendo el verso los que miran la historia y la hidalguía de la ciudad, quienes toman a Cartagena de Indias, “bien nacida y bien nombrada”, como protagonista de sus creaciones.

En tiempos de los Juegos Florales de Cartagena, que se celebraron en la ciudad a lo largo de casi dos siglos y medio, y que premiaban el ingenio de bardos y oradores, ensayistas y narradores, la ciudad fue el centro de la literatura nacional. No hubo poeta que no pergeñara un verso a Cartagena, la de Indias. Cada poeta que llegaba al corralito de piedras, sentía el llamado que desde las profundidades de la historia y de la leyenda que le hacían las Musas que protegen la blasonada urbe.

El poeta sucreño Adolfo Martá, en su Romance a Cartagena de Indias, exalta su hidalguía, pero también pergeña la historia y las leyendas que fluyen por sus calles:

Ciudad de colores verdes,

ciudad de los panoramas:

hay un incendio de bronce

que recogen tus campanas

y que enflorecen tus días

con sensaciones de alba,

hay un olor en tus calles

llenas de hazañas fantásticas.

Quizás es Meira Delmar, la poetisa que en su Romance a Cartagena, realiza el más alto homenaje a ciudad alguna. Meira a lo largo de las octavillas de su romance nos lleva por las calles de la urbe, para hacernos cantar con el alma sus versos:

¡Ay Cartagena de Indias,

bien nacida y bien nombrada!

¡He de tejer un romance

para tu sien levantada!

Morena y erguida y sola

-de piedra y sueño forjada

prendida de cuatro clavos

tu me has quedado en el alma.

Cuatro clavos de recuerdo,

-fina punta, dura plata-

y el puñalito de oro

que sabe hundir la nostalgia!

Cartagena, la de Indias,

bien nacida y bien nombrada.

La poetisa Josefina Tono de Covo, en su soneto Loa a Cartagena, canta sus maravillas y la ubica en la cumbre, muy cerca de las estrellas, a la que el mar cada día con sus oleajes corteja y donde brilla más el sol.

Cartagena soberana, eres bella entre las bellas!

cortejada por el mar en oleaje arrullador,

en el cielo te palpitan con más lumbre las estrellas,

y tu sol muestra imperioso su más vívido esplendor!

El poeta Eduardo Lemaitre, que se cansó de cantarle a la ciudad, pergeñó versos bellísimos, tales como los que se desprenden del soneto A Cartagena:

Si tus cielos azules son tan puros

y el mar que más rumora es el Caribe;

si el alma se recoge y no concibe

epopeya más grande que tus muros;

El poeta Luis Carlos López, que no solo se burló de sus habitantes, de sus gobernantes y curas, de su rancia aristocracia, a la que fustigó porque nunca la han querido y la han tratado como a sus zapatos viejos, que por lo general siempre van a la basura, tuvo el gran acierto de compararla con aquel mítico lugar griego a donde descansaban los dioses y los aedas, escondidos entre las rocas, observando los saltos alegres de las cabras y la espléndida desnudez de las Musas, para inspirarse. El poeta dijo:

¡Oh, lírico mentor inadvertido

para esos Profesores del cocido!...

¡Sursum sorda!... ¡Que aquí nada es atroz!

¡Que aquí- la nueva Arcadia del Caribe-

nadie pinta y esculpe y nadie escribe!

¡Pero se come arroz, carne, y arroz!

Entre los muchos Romances, Manuel Benito Revollo en su poema Cartagena, revive episodios históricos que muestran la valentía y el heroísmo de sus habitantes cuando blandieron la bandera libertaria, y proclamaron la Independencia de España.

En Gimaní se ha prendido

lumbre de nueva alborada:

Ahí viene Pedro Romero

con su gente hasta la plaza

-“Señores: ¡Cabildo Abierto

y que muera el Rey de España!”

En medio de todo es tráfago poético, en que la ciudad, según el vate José Ramón Mercado es

“una jaula triste sin recuerdos”

da la impresión de que las nuevas corrientes de poetas, inmersos en los 'ismos', no tienen interés en cantar los prodigios de la naturaleza y muchos menos el mundo que los circuye, están viviendo entre las imágenes y lo etéreo, hablando una jeringonza y un lenguaje indescifrable al que es difícil, para muchas personas versadas penetrar.

Lo incorpóreo cobra vida entre algunos nuevos poetas que creen que el juego de palabras luminosas, a las que llaman equívocamente metáforas, no son sino frases vacías, frágiles, ligeras, frívolas y débiles sin ninguna fuerza significativa que, cuando se abren las páginas de los libros para leerlas, el más suave céfiro las arranca como suaves mariposas y las riega en la vera del camino. Y a pesar de todo, con muy pocas excepciones, ninguno de ellos, le ha soltado una metáfora a las calles, a sus etnias o a sus tradiciones.

Aunque el arte y especialmente la poesía de nuestros días se sumerge cada día más en un mundo indescifrable como si tuviese un blindaje impenetrable, si existen dentro del marco de la crítica y la semiótica, elementos que permiten su análisis. Pero la poesía que construyen nuestros poetas, a más de ser una serie de frases a veces incoherentes e inconexas, no revisten un análisis serio en que pueda decirse, tal o cual metáfora se refiere a la ciudad.

Sin embargo, debido a que el arte goza de un ingrediente de subjetivismos, para muchos cantores de nuestros días que se sientan en los parques y participan en recitales y talleres, hay buenos poetas que le cantan a la ciudad.

Para muchos investigadores, ese olvido sospechoso de los poetas de no cantar las glorias de la ciudad, de no mencionar en sus versos la “tierra del mosquito, la pulga y el jején/ donde se come arroz, carne y arroz”, se debe a que no tienen el sexto ojo que les permita mirar que es lo que se esconde detrás de las paredes de mampostería y tampoco interpretan las señales de los tiempos.

Al cumplir el primero de junio de 2019 sus 486 años de vida, es necesario recordar que Cartagena de Indias, es una de las ciudades que ha aportado mucho a la Nación en el campo político.

Uno de los hechos que más llama la atención es que Cartagena, ciudad donde se prende por primera vez la mecha de la Libertad de la Nación el 22 de mayo de 1810, en donde se constituye la Primera Junta de Gobierno con autonomía en el territorio nacional, similar a la Cádiz, cuya primera acción fue deponer al Gobernador Francisco de Montes el 14 de junio del mismo año, y la que enfrentó a los invasores y puso la mayor cantidad de muertos, donde el Libertador, con todos los errores de la época recibió el mayor apoyo de región alguna del continente y donde inició su Campaña Libertadora, haya sido desconocida y borrada de la ley 1916 del 12 de julio de 2018, en la que la Nación se asocia a la celebración y se privilegian algunas regiones del país.

De la región Caribe, los Anales de la Historia de Colombia, registran doce (12) personajes que han ocupado el solio de Bolívar, distribuidos así: siete (7) Presidentes nacidos en Cartagena, tres (3) oriundos del antiguo Estado de Panamá, uno (1) nacido en Cibarco, y 1 nacido en Santa Marta.

De la siempre blasonada y aristocrática ciudad de Cartagena de Indias, en tiempos de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, sentó dos triunviros: a José Fernández de Madrid (5 de octubre de 1814-21 de enero de 1815) y Manuel Rodríguez Torices (28 de julio de 1815 - 17 de agosto de 1815). Poco antes de la disolución de la Gran Colombia, ocupó el cargo de presidente Juan García Del Río (30 de abril de 1831 – 2 de mayo de 1831).

En tiempos de la República de la Nueva Granada, ejercieron en calidad de Presidentes, José Joaquín Gori (1847). Bartolomé Calvo (1 de abril de 1861- 10 de junio de 1861). Y Manuel Del Río y De Narváez (6 de noviembre de 1862 al 16 de enero de 1863).

Y el último de los más importantes presidentes cartageneros, fue el Doctor Rafael Wenceslao Núñez Moledo, quien ejerciera la Presidencia durante cuatro períodos (1880-1882, 1884-1886, 1887-1888 y 1892-1894).

El 17 de septiembre de 1810, bajo la batuta de Manuel Rodríguez Torices y José Fernández de Madrid, nació el ARGOS AMERICANO”, considerado como el primer medio libre de América.

Ha recibido nominaciones diferentes, por parte de patriotas, poetas y escritores:

  • Nonato Iluminado de la Gracia de Dios, en 1742, la llamó “La Rosa Negra del Caribe”

  • Bolívar la llamó Ciudad Heroica, por la valentía con que se defendió ante el asedio a que la sometió el Criminal Pablo Morillo.

  • El poeta Luis Carlos López la llamó “La arcadia del Caribe”.

  • Justiniano Martínez Cueto, en 1890 la llamó “El Corralito de Piedra”.

  • Por ley 128 de 1963 el Congreso Nacional la designó Capital alterna de Colombia

  • La UNESCO en 1985 le otorgó el título de “Patrimonio Cultural de la Humanidad”

De todas maneras, Cartagena, la de Indias, sigue siendo la fuente Castalia, la Arcadia del Caribe, a donde acuden sedientos desde todos los rincones de la Patria y del mundo, narradores y poetas, ensayistas e investigadores, dramaturgos y folcloristas, bailadores y cineastas, en fin toda clase de “locos” y de artistas que quieren saciarse y calmar su sed en las aguas mágicas de sus cacimbas prodigiosas, así no le tributen un solo verso de la magia, del estro y del ingenio, y a sus héroes conocidos y anónimos, los hayan borrado de un plumazo al desconocer su decisivo papel en la Independencia Nacional.

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[1] José María de Heredia La Fortuna, Cuba, 1842 – México, 1905

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