Desde que existe el estudio y análisis de la política desde la filosofía, tenemos registros de grandes pensadores alertándonos sobre la cultura del miedo, para avanzar ciertos ideales. Es el viejo dilema de qué vende más, si el miedo o la esperanza. De los que he leído (Aristóteles, Hobbes, Montesquieu, Tocqueville, Robin, Arendt y Foucault) encuentro como punto en común que se entiende el miedo como un instrumento que conduce voluntariamente a los ciudadanos a ceder libertades y derechos en pro de sentirse tranquilos. En este principio se basan las industrias de seguros, alarmas, etc.
Cuando el miedo es fabricado, la ecuación se tuerce, ya que los derechos o libertades que se ceden, solo avanzan la agenda de quien fabricó el miedo, pero no se pueden respaldar con hechos el ‘aumento en el bienestar’ de los individuos que renunciaron a sus libertades. Por ejemplo, por medio del Patriot Act en USA, después del ataque a las Torres Gemelas, el entonces presidente Bush pasó una ley que fue aprobada por amplias mayorías en el congreso, para que los ciudadanos literalmente renunciaran a ciertas libertades de anonimidad, para que las agencias de inteligencia del gobierno pudieran “tener más información” sobre los ciudadanos e impedir futuros ataques terroristas (entre otras facultades como tortura, encarcelamiento sin juicio, etc.).
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Se aprovechó el miedo y la conmoción de la ciudadanía, para avanzar una agenda republicana de fortalecimiento de las agencias de inteligencia y respaldar la presidencia de Bush y eventual campaña para el siguiente período. Vayan y pregunten cuantos ataques terroristas “evitaron” con el Patriot Act (de hecho, crearon ISIS) y la invasión de Iraq, revisen también los mensajes de miedo infundados por los republicanos en la campaña de re-elección de Bush.
La estrategia genérica se basa en cuidadosa y repetitivamente reiterar mensajes cortos y sencillos, con alto contenido de miedo. El objeto es infundir constante temor por medio de la manipulación de palabras, creación de slogan difamadores que calen en la masa, manipular hechos, noticias y montar un manto de dudas sobre cualquiera que trate de desmentir los mensajes de miedo; con el fin de justificar acciones o políticas, hacer que la gente consuma desbordadamente, escoger políticos demagogos o simplemente distraer a la opinión pública de problemas sociales importantes.
Noam Chomsky, Michael Moore, Adam Curtis, Judith Miller, entre otros, plantean la existencia de una escala de procesos culturales que son usadas como técnicas para alarmar deliberadamente, entre ellas hice la siguiente curaduría:
Framing: se realiza una sistemática selección y omisión de noticias, es decir, se muestran solo las que reafirmen el miedo (priorizar mostrar 2 quejas antes que 20 felicitaciones).
Post-verdad: se distorsionan los números y estadísticas para amplificar el miedo (decir por ejemplo, que Colombia hoy es más violento que antes).
Generalización: se usan eventos aislados y se transforman a epidemias sociales o verdades tajantes (un disidente de las FARC comete un crimen: “todos los de las FARC se mofan de la justicia”).
Estigmatización de minorías: se le atribuyen problemas sociales complejos a un pequeño grupo social (Muro fronterizo EE.UU. – México, Nazismo, “el problema son los empresarios”, etc.).
Repetición: decir la mentira o mensaje de miedo cada vez que se pueda, para que cale en la psique de quien se busca manipular (“Las FARC se van a tomar el Congreso”).
Mentiras: fabricación de eventos o afirmaciones (“La avalancha de Mocoa es producto de un atentado de las FARC”).
Por medio de la cultura del miedo estrategizaron sus victorias los artífices del Brexit en UK, basaron sus campañas Bush y Trump, y basó su campaña el Centro Democrático, con Pastrana y el ex procurador a favor del NO en el plebiscito, admitido por el propio gerente de la campaña. Vuelvan a leer la entrevista de Juan Carlos Vélez donde lo admite, y échenle una mirada a las técnicas de miedo que acá expongo.
Cada quien justifique su posición como quiera, pero no nos engañemos, a veces 1+1 sí da 2. Los grandes estadistas y líderes que admiramos casi que unánimemente no basan sus estrategias en crear miedo en la población, de verdad, pónganse la mano en el pecho y aceptemos eso. Por otro lado, normalmente, digamos que casi siempre, los líderes que recurren al miedo para justificar su legitimidad, no son los que tienen los intereses de la mayoría en su agenda. No sé, digo yo.
Revisen las publicaciones de sus candidatos, y si están de acuerdo con el párrafo anterior, traten de incluir esto como un factor en la toma de su decisión. Me cuentan su reflexión del ejercicio.
Amor y paz.