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Gol de Falcao


En marzo de 1861, Abraham Lincoln se posesionó como el 16avo presidente de la historia de los Estados Unidos, y ese mismo día, siete estados del sur formaron los ‘Estados Confederados de América’, y comenzó la llamada Guerra de Secesión, durante la cual los estados del sur peleaban su independencia contra la llamada ‘Unión’ de Lincoln.

Noventa y nueve de cien historiadores les dirán que la principal razón de esta guerra fue la promesa de campaña de Lincoln de abolir la esclavitud, política que no iba bien con los millonarios esclavistas del sur, quienes temían que este señor, del recién formado Partido Republicano, los iba a quebrar al “quitarles sus pertenencias”.

Es sumamente improbable que alguien hoy defienda los valores que impulsaron a Texas, Alabama y demás, a alzarse en armas en contra de la Unión, más aún, complicado encontrar a ciudadanos de Dallas, orgullosos de que sus ancestros se hicieron matar con tal de seguir siendo dueños de unos cuantos esclavos.

Sin embargo, acá unos hechos para analizar: Según una encuesta llevada a cabo por McClatchy-Marist, el 37 por ciento de los estadounidenses piensan que NO deberían enseñar en los colegios que la guerra civil fue a causa de la esclavitud, peor aún, casi el 50 por ciento de los habitantes del sur afirman que la esclavitud no fue la principal razón de la guerra.

Yo creo que no nos gusta sentirnos inmorales, nos choca sentirnos que estamos en el lado equivocado de la historia y por eso nos toca inventarnos realidades más cómodas para nosotros, cuentos e historietas que podamos decir sin sentirnos avergonzados.

Nos adelantamos cientos de años, en un hecho absolutamente irrelevante para la historia de la humanidad, incomparable con las causas o importancia de la Guerra de Secesión; la selección Colombia le mete cuatro pepazos a Paraguay en última fecha de las eliminatorias ¡cuatro!, tres de Aristizábal y otro del Tigre Castillo, sin embargo, no nos alcanza para ir al mundial de Corea-Japón, ya que, en Montevideo, desde el minuto 44 del primer tiempo, después del gol del empate del Piojo López, uruguayos y argentinos se pasan la pelota casi que entre sí, en un claro pacto de no agresión.

Ver esos últimos minutos de ese partido nos desgarró el alma a los colombianos (deportivamente hablando, repito, hecho sin trascendencia), la impotencia que sentíamos todos al saber que ni Uruguay ni Argentina se iban a atacar, y que ese partido terminaría así, fue tremenda. Tal y como fue de esperarse ¿Qué no le dijimos a los argentinos? Corruptos, sucios, inmorales, tramposos, mañosos. Tampoco fuimos a los siguientes dos mundiales, y siempre el último partido de las eliminatorias era Uruguay y Argentina en Montevideo, y sabíamos que como ya nos habían jodido una vez, lo podían hacer otra vez y otra vez.

Nos volvemos a adelantar algo más que una década y media, colombianos y peruanos empatan en Lima en la última fecha de las eliminatorias, y el resultado les favorece a ambos, sin embargo, un gol de Colombia, y Chile entra al mundial, dejando a Perú por fuera. Nuestro capitán, óigase bien, el eterno estandarte de moral, lucha contra las drogas y ‘buenos’ productos financieros, va uno a uno hasta los jugadores de Perú, a decirles que con el empate entraban ambas selecciones, que nos dejemos de atacar, ya que ambos estamos consiguiendo un buen resultado. Dicho y hecho, los últimos cinco minutos del partido fueron un festival de bostezos, durante el cual los peruanos se pasaron la pelota lateralmente en su área ante la estéril mirada de los colombianos. ¿Se pueden imaginar qué pueden pensar y sentir los chilenos que observaron con impotencia esa vergüenza? De hecho, sí, la misma que sentimos nosotros en el 2001.

Los mismos que salieron a decirle lo que le dijeron a Argentina, ahora salen a decir: “Pero ¿Qué habrías hecho tú?” “Hicieron la más inteligente” “No tengo nada que reprocharle a Falcao”. No queremos sentirnos en el lado equivocado de la historia, ni sentir que nos ponemos felices por acciones inmorales, solo porque van en nuestro beneficio, nos toca inventarnos narrativas convenientes que nos ayuden a justificarnos ¿Qué tal?

Amor y paz.

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