Escándalos de corrupción deslegitiman la gobernanza y aplazan el progreso.
Nuestra sociedad se ha venido acostumbrando, o mejor, familiarizando, con los brotes diarios de corrupción en todas las esferas del Poder Público. Lo que no se sabía era la dimensión de esos escándalos.
Que la CORTE SUPREMA DE JUSTICIA haya sido permeada por la corrupción, demuestra que los cambios efectuados con la Constitución de 1991 no fueron suficientes y, además, arrastraron parte del Estado anterior: el clientelista y el facilista. Prueba de ello es que en 207 años de vida republicana, solo dos presidentes no han sido del Statu Quo: Marco Fidel Suárez y Belisario Betancur Cuartas.
A partir de 1991, todos, absolutamente todos, han estado ligados a las viejas, anacrónicas y fétidas formas de hacer política en Colombia. ¿Qué se requiere? Con urgencia, una reforma profunda al Estado, y al Estado Liberal, especialmente, que ha moldeado el sistema para permitirse enquistarse profundamente, a pesar de las grandes crisis que ha soportado ese sistema.
Lo explicó con abundante retórica el doctor Álvaro Gómez Hurtado, refiriéndose al régimen. Pero el mismo régimen al que él perteneció y combatió, terminó aniquilándolo por pretender reformarlo desde adentro. Se van a cumplir casi veinte años desde que el otrora presidente del Congreso, Fabio Valnecia Cossio, en el discurso de instalación del nuevo gobierno, lanzó la frase: “O cambiamos, o nos cambian…”, pero ninguna de las dos sucedió.
Por el contrario, los casos de corrupción y aniquilamiento del sistema democrático participativo y de transparencia no han desaparecido de todas las esferas del Poder. Encontrar que un sólo municipio de Colombia, como Sahagún (Córdoba), elija tres senadores, y que departamentos como Vichada, Guianía o la misma Guajira, estén representados ventricularmente es la prueba de que el sistema denominado ‘democrático’ no está funcionando.
Que los magistrados de las Cortes estén siendo investigados por diferentes asuntos que comprometen la importancia de su presencia en el escenario judicial es más que preocupante: es vergonzoso. Se avecinan, tal vez, las elecciones más tediosas y aburridoras de la historia.
Quienes ostentan ese Poder, en vez de cambiar, están forzosamente bregando a mantener las costumbres, proponiendo el establecimiento de nuevas reglas al tiempo que impiden participar a quienes están por fuera del sistema. Prueba de ello es la propuesta que acaba de formular el senador Roy Barreras para evitar que los grandes partidos tradicionales tengan bajas significativas en la composición de sus esquemas legislativos. O la propuesta de la bancada de Cambio Radical para permitir que su faraón pueda violar las reglas de juego establecidas y pueda, con la recolección de firmas, adelantar la campaña, que oficialmente se abrirá desde enero de 2018. Como buenos jugadores pero, a la mala, pretenden adelantarse y llegar con ventaja sobre los demás competidores en la contienda electoral por la Presidencia de la República.
Es decir, que si todos van a jugar a recolectar firmas, los partidos políticos sólo entrarán a jugársela como ha sido costumbre ya, por la repartición de puestos y aseguramientos de los partidores burocráticos a partir de mayo de 2018, cuando se piense en la segunda vuelta presidencial.
Existe otra orilla, la de quienes participan en esa izquierda indomable, inconforme, opositora y beligerante, pero que, al fin y al cabo, participa del sistema: me refiero al Partido Polo Democrático que ha demostrado sólo lo primero: ser polo de disputas y personalismos, encarnados en su infatigable candidato Robledo, que nos recuerda al Chávez venezolano, proponiendo fórmulas para todo, pero cada vez en un tono mayor, obligándonos a pensar a su manera, sin posibilidad de objetarlo, so pena de ser expulsado como lo hiciera con la eterna candidata Clara López, que de paso, manifiesto, pertenece a las élites que han ostentado el Poder en los últimos 200 años en Colombia. Es sobrina de ex presidente, nieta de ex presidente y corporada varias veces por el Partido Liberal, que está tan mal, que anda coqueteándole para sus carpas, ya desteñidas y decoloradas.
Nunca antes en la historia de Colombia, el futuro era tan incierto, como lo es hoy en materia de gobernabilidad. El que existan al día de la publicación de esta columna, más de 23 precandidatos a la Presidencia de la República, refrenda mi tesis. Estamos en una crisis de liderazgo, que hasta el ‘cartero’ quiere ser Presidente, y no tendría nada de malo, si tuviera las condiciones para aspirar a serlo. Toda esta ola de escándalos aplazan el progreso y apalancan la anarquía.
NOVEDADES PARA ELECCIONES DE 2018
Algo que no está plenamente claro, es si las Farc, a través de su nuevo partido (con logo plagiado de una EPS), competirá por la Presidencia de la República. Y es que uno de sus voceros, el señor alias ‘Iván Márquez’, manifestó que aspirarán a TODAS las corporaciones de elección popular, y creo que la Presidencia es una de ellas. Con este panorama, el sistema que ni cambió, ni los cambiamos, está desde el Congreso –con todos sus alfiles de todos los colores– utilizando el FASTRACK, reorganizando las reglas que les permita alimentarse del sistema, por lo menos por cuatro años más.
Nuestra política se ha degenerado tanto, que sólo se piensa en el cortoplacismo de los cuatro años de un mandato constitucional. Los más avezados, en ocho. Pero no hay ninguna línea de gobernabilidad que supere los veinte años. Prueba de ello es la Constitución de 1991, que con apenas 26 años, ya ha tendio mas de 38 reformas, y más de 50 propuestas de una nueva Constituyente. No es porque la Constitución sea mala o buena, no hay seriedad de la dirigencia politica para someterse a las reglas de juego. La sociedad no cree que su participación, a través del voto, sea efectiva. La sociedad no se siente representada en el Congreso, que es en base la VOZ DEL PUEBLO. Tan es así, que es la institución mas desprestigiada de todas. En una elección para Congreso sólo participa el 23 por ciento del censo electoral, lo que quiere decir que hay avidez por una Reforma Profunda al Estado, pero no en las manos de los que tienen las riendas para acomodarse.
Sale a la luz la teoría del Neo Estado, aquel mismo que Tony Blair propuso en su tercera vía, y que se ha tratado de copiar sin éxito en esta maltrecha y harapienta seudodemocracia nuestra.
Se necesita una reforma, en la que los Poderes sean Poderes, en la que la Rama Judicial no dependa del desfile protocolar ante el Congreso para hacerse elegir, y que los órganos de control no dependan del estado de ánimo y de agendas de los magistrados que observan a cuál de los ternados le deben favores o de cual de los ternados pueden obtener impunidad.
Necesitamos una Reforma para permitir que ciudadanos del común puedan participar en las deliberaciones de los temas nacionales, sin necesidad de acudir a los tediosos partidos para hacerse oír a medias y sin eco.
Se necesita una Reforma en la que las políticas monetarias no se acuerden en cenas y almuerzos en los clubes privados, favoreciendo por quincenas a exportadores o al vaivén de las olas bursátiles. Se necesita una política monetaria y financiera acorde con el consumo y el producto, con el medio internacional, pero blindado los capitales emergentes. Se necesita una política fiscal, no del capricho del ministro de Hacienda de turno, sino que esté acorde con la productividad industrial, y el deseo de la clase trabajadora de mejorar sus niveles y capacidades de acceso a bienes y servicios.
Se necesita una reforma que le de seguridad jurídica a los ciudadanos, una reforma a la justicia en la que el criminal sepa, entienda y acoja el peso de la ley, y no la desidia del juez que decide enviarlo a la casa, porque el sistema penitenciario es sólo directamente proporcional en funcionabilidad al carácter del juez que sentencia bajo la premisa de proteger una dignidad humana inexistente en quien trasgrede la ley.
Una reforma jurídica que le permita a la sociedad volver a creer y a respetar la decisión de los jueces. Una reforma a la justicia en la que el juez pueda conocer los procesos, y no competir por el premio del mes al mayor número de procesos dados de baja, así sea con absoluciones y absurdos archivos.
SOCIEDAD MAS HOMOGENEA
Se requiere que la sociedad esté comprometida en un verdadero sentido de cambio. Una sociedad que busque en la Educación y la Participación la forma más expedita para transformarse. Que la sociedad entienda que los procesos sociales son costosos y distantes en el tiempo de alcanzarlos. Se requiere que desde todos los ámbitos de la sociedad se busque la TRANSPARENCIA. y es que ya ni en los sistemas religiosos se encuentra esa predicada transparencia que invitaba a la sociedad a alejarse del mundo, para concentrar su mirada en lo espiritual. Hoy están más cerca de lo mundano y trivial que quienes profesan cero acercamiento a los temas de índole religioso. Una sociedad que se introduzca en el ejercicio de la búsqueda del bien común, a partir de conductas de bien social, y que esa nueva moralidad cunda en las élites del poder.
PARTICIPACION CIUDADANA
Se avecinan unas elecciones aburridas por el cansancio que tiene el conglomerado de las situaciones presentes. Un proceso de ‘NEGOCIACIÓN’ que no obtuvo el respaldo popular. Una presión mental por lo que sucede en el vecindario, los constantes y ya comunes casos de corrupción, la falta de un sistema judicial oportuno y claro en la interpretación de la ley, una saturación de acudimientos a las urnas (Colombia es el país que mas veces ha ido a las urnas en los ùltimos 25 años) hacen que las elecciones que se avecinan tengan un tinte mas de aburrimiento que de entusiasmo.
Pero a la vez es la oportunidad para que una sociedad se reinvente. Es la oportunidad para que la sociedad, a través del voto, ejerza su derecho de castigo al sistema político tradicional, y pueda optar por la transformación de la sociedad, ordenando como constituyente primario: 1. La reducción del gasto público, y 2. El castigo verdadero y eficaz a los temas de corrupción. Y es que al enfermo no hay que aplicarle transfusiones de sangre, sino hay que cauterizar la herida por donde sangra. Con esta definición, el profesor Antanas Mockus se impuso como una alternativa distinta para los electores.
Hoy, fenómenos como esos, nos deben impulsar a participar ‘colectivamente’ en la búsqueda de una sociedad y un país digno. Digno de reconstruir, digno de heredar y digno de vivir en él. La participación ciudadana es necesaria. La reforma de un sistema tradicional es indispensable. Pensar que las reformas se hacen de las puertas del Congreso hacia adentro es inferioridad frente a los retos que la sociedad contempoánea exige. Las reformas deben nacer en la Academia, las reformas deben nacer de los movimientos sociales, las reformas y las propuestas de ese Neo Estado deben nacer de los jovenes que con ímpetu quieren irrumpir en las fórmulas de participación.
Es claro que se necesita de un acuerdo programático para volver al encuadramiento colectivo, y no el que se repele para acomodarse, sino el que se extiende para formar un capital humano y social que permita tejer la red de la solidaridad social en busca del bien común, antes del personal, que es lo que los políticos del sistema actual no han comprendido.
PD: 500 años de la reforma protestante
En el mes de septiembre se cumplen 500 años del momento en que un monje alemán Martín Lutero se atrevió a desafiar el sistema religioso tradicional, proponiendo una reforma al sistema. Desde estas líneas creo necesario agradecer a esa multiculturalidad de venas del protestantismo cristiano que han permitido que la sociedad reciba el mensaje de salvación, transformando hombres y mujeres a lo largo de estos 500 años, para bien de la sociedad. Muchas más cárceles y tanatorios tendríamos, o tal vez ya no existiéramos como sociedad, si esta corriente religiosa no se hubiese puesto al frente de una sociedad cada día mas secular.
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