“… proclamó una nueva amnistía para los presos y autorizó el regreso de todos los desterrados salvo los hombres de letras, por supuesto, esos nunca, dijo, tienen fiebre en los cañones como los gallos finos cuando están emplumando de modo que no sirven para nada sino cuando sirven para algo, dijo, son peores que los políticos, peores que los curas, imagínese, pero que vengan los demás, sin distinción de color para que la reconstrucción de la patria sea una empresa de todos".
Gabriel García Márquez El otoño del patriarca (1975)
Imagínense un mundo en el que un hombre tenga el poder de desterrar y repatriar como se le venga en gana, escoger basado en sus convicciones quién es apto para la nación y quién no, excluyendo a los que puedan pensar, que pueda vender el mar con todos los peces que habitan en él y que dure en el poder más de cien años; algo así como el Patriarca Zacarías que nos pinta Gabo en su obra favorita.
En la historia de la humanidad, en proporciones menos fantásticas, hemos tenido muchísimos personajes similares: Mao Tse-tung, Pinochet, Mussolini, Pol Pot, Fidel Castro, Nicolae Ceaușescu, Videla, Rojas Pinilla entre muchos otros anti-líderes que han causado gran dolor e infortunio. Si no están familiarizados con estos nombres, con una búsqueda rápida en Google, se pueden dar cuenta que sus afiliaciones políticas varían vastamente, sin embargo, nos da para ponerlos en una lista de ‘Zacarías’; algo tienen en común y a la vista salta que son dictadores.
Es decir, hay dictadores neoliberales, comunistas, fascistas, nacionalistas, etc. Y son peligrosísimos, ya que para aferrarse al poder y responder a ciertos intereses, son capaces de hacer lo que sea, como vender el mar, encarcelar y/o matar a sus opositores, censurar la opinión, robarse elecciones, gobernar desde las armas, en fin, las atrocidades que veíamos en clase de historia y seguimos viendo en los noticieros de hoy.
Un caso que vemos empeorar día a día en América Latina, es el de Nicolás Maduro en Venezuela. Que casi que cumple con todo el checklist de arriba. Los que hemos seguido de cerca su gobierno en Venezuela, nos asombramos con terror de la cantidad de barbaridades que ha hecho para aferrarse al poder, y con incredulidad vemos como cada vez pareciera que va a ser el final, que la situación se va a reventar, pero no, se mantiene. Y es tan obvio para muchos los excesos en los que incurre, que nos llena de ira cuando algún personaje público trata de minimizar la dimensión de su tiranía, o peor, justificarla para exaltar un bien mayor (argumento barato y soso).
A esto, un sector de la política en Colombia se ha aprovechado de lo que le pasa al lado, para hacer campaña con la penosa bandera: “Nos vamos a convertir en Venezuela”, tratando que la gente asocie los problemas o las maneras de Maduro, con los ideales de izquierda. Mejor dicho, la idea es que se asocien las ideas socialistas de redistribución, equidad y fortaleza del estado, con censuras, encarcelación de opositores, corrupción desmedida, clientelismo, etc.
Lo tragicómico es que quienes gritan ¡Lobo! ¡Lobo! Si bien están ultra-distanciados de los ideales de la izquierda, sí pareciera que leyeron el mismo manual de cómo acceder y mantenerse en el poder que se leyó Maduro.
¿Qué es lo que nos preocupa de volvernos Venezuela? Háganse la pregunta a consciencia.
En mi caso, es el tener que vivir en un país fallido, sin democracia ni garantías para quien piensa distinto, en donde al pueblo se le trata con demagogia y los dirigentes trabajan para sí mismos, para asegurarse que su círculo esté en la rosca, y así poder mantenerse más y más tiempo, acumulando más poder.
Cuando analicen quiénes son los que nos pueden llevar a vivir en una situación parecida a Venezuela, piensen en esos ‘líderes’ que harán lo que sea por poder, que gritan como locos y hacen acusaciones desmedidas para cambiar la conversación (así como hacía Chávez), que plantean falsos dualismos de ‘ellos contra nosotros’ (como hace Maduro), que modifican las reglas a su antojo con tal de prolongar su “turno” en el poder (como los hermanos Castro); a esos son los que hay que tenerles miedo, ya que sí nos pueden convertir en la siguiente Venezuela; no a los que promulguen ideas ‘radicales’ como cobrarle más impuestos a los ricos y redistribuirlos entre los pobres.
No dejemos que nos mezclen peras con manzanas.
Amor y paz.