No es la política la que está mal, son sus dirigentes; la clase de personas que formaron décadas atrás, lo que nos tiene de mal en peor. Deberíamos sentar bases para una reforma que saque del poder a quienes se han amañado en cargos en los cuales no hacen nada que favorezca al pueblo, la degradación de toda forma de gobierno en nuestro país es incalculable.
Últimamente nos hemos acostumbrado a los escándalos de corrupción que han tocado a diferentes sectores del gobierno, incluso al mismo presidente Juan Manuel Santos en el caso de Odebrech y, ahora las investigaciones que se adelantan contra algunos congresistas y ex magistrados.
Los cobros de coimas para favorecer a algunos congresistas que tenían procesos en su contra deja ver la debilidad de la justicia colombiana frente a sobornos. El pronunciamiento del presidente Santos no ahonda mucho en el tema, pero ¿cómo cuestionar la corrupción de la justicia cuando se está siendo investigado por lo mismo? Los mercaderes de la corrupción están por todas las esferas del gobierno, no hay entidad que no esté siendo cuestionada. Hasta el saliente presidente de Ecopetrol, Juan Carlos Echeverry Garzón, hace entrever que su renuncia no se dio como lo plantea en la carta “que es por problemas familiares”, sino por la corrupción que hay dentro de la petrolera.
El problema no es de ahora. Esta problemática la hemos vivido los colombianos desde que se tiene conocimiento republicano. Los gobiernos exprimen al pueblo para ‘gobernar’, en épocas electorales todo vale, se hacen promesas de todo tipo que en el papel se ven bonitas, todo esto hasta que se hacen al cargo y se les olvidan las promesas, y los colombianos, como la mayoría de los latinoamericanos, seguimos cayendo con el próximo postulante, porque de seguro este si es quien va a cambiar el país.
No deja de dar vergüenza ajena que el gobierno de Estados Unidos les retire las visas a ex magistrados de la Corte por corruptos. Duele la patria, pero para el presidente Juan Manuel Santos el dolor no es por Colombia, sino por el vecino –Venezuela–.
En lo personal me duele el camino por el que vamos. Celebramos el desarme de la guerrilla, pero dejamos un país en ruinas. El poco dinero que queda, o que se le está sustrayendo al pueblo con elevados impuestos, no alcanza para nada, porque la corrupción está reinando. Y, ahora, ¿quién podrá defendernos? En Colombia, la justicia ni cojea, ni llega para quienes tienen el poder, pero a los ciudadanos de a pie que les caiga todo el peso de la ley. Los asuntos pequeños son los usados para demostrar que en el país se ‘ejerce justicia’ mientras que por la puerta trasera están sacando los juicios a quienes tienen con qué pagar para favorecerse.
El Congreso, como decía Moreno de Caro, parece un nido de roedores. A este ‘honorable’ recinto muchos van a dormir, los pocos honestos no hacen mella en las decisiones de fondo. ¿Cómo vamos a estar tranquilos si quienes imparten justicia están con el lodo hasta el cuello?
Es triste que el Gobierno salga un día a decir que no hay dinero para el deporte, que Colciencias haga investigación por google, porque el dinero para ellos tampoco alcanza y, ni qué decir de las víctimas. Para repararlas, el dinero que hay es irrisorio y se tardará muchos años para cumplirles, esto a sabiendas de que las victimas hacen parte de los acuerdos de paz. Mientras tanto el dinero se esfuma por diferentes ramas del poder, el presidente sale con su cortina de humo a decir que nos duele Venezuela, y tiene razón el vecino está en llamas, pero la casa nuestra se está incendiando y, lo peor, no tenemos cómo apagarla.
Pero, tranquilos queridos compatriotas, ya pronto llega el representante de Dios en la tierra y con él se va esta cadena de escándalos, porque para eso estamos educados, para alabar a los jerarcas y creer que la solución a todos los males es la religión.
Por mi parte no lo esperaré, no me quedaré a ver como idolatran a quien vive como rey mientras miles de personas mueren de hambre, esto no es lo mío.
Ah, para los deportistas y demás afectados por recorte en los recursos, no se les olvide ir a la gran donatón para recibir a su santidad, ya que nos costará a los colombianos la media bobadita de 28 mil millones de pesos.
¡Qué no haríamos con esa suma!
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