Estamos llenos de criticones, ellos pueblan nuestro bastante reiterativo ciclo de opinión. Díganme si no es siempre igual: Primero pasa algo que como sociedad consideramos malo: se suicida un niño, le tiran ácido a una mujer, algún político espeta un comentario insensible en contra de la homosexualidad… Y arranca.
Segundo acto: alguien, o algunos, proponen una solución, esta solución varía entre, cambiar la fotico de Whatsapp y modificar la constitución para aseverar penas a los infractores. Salen los ‘intelectuales’ a darle palo a los que cambian la foto de Whatsapp: “Estúpidos, creen que están logrando algo”, y si alguno de sus pares pone la foto “Populista, pone la foto para no quedar mal”. Los que proponen cambios institucionales, que Zeus los proteja, siempre la otra orilla de la opinión los va a acabar, sin importar cuál sea la propuesta, cosas como: “Este gobierno corrupto se ha robado el país, y va a salir con que ahora le importan los…” o “Nunca han querido trabajar en el Congreso en la ley ‘x’ o ‘y’, pero ahora que salen las cámaras, já, ahora sí quieren…”. Y por supuesto, están también los criticones de ‘fondo’: “La reforma propuesta por ‘x’, es superflua, no ataca el problema”. A esos nunca los he visto contentos con ninguna reforma ni programa, porque `para ellos todo será siempre: “Cortinas de humo” o “pañitos de agua tibia”.
Tercer acto: Los que ponen la fotico de Whatsapp salen a criticar a quienes los criticaron. Sale un artículo en defensa de poner la fotico de Whatsapp que se nos pegue la gana y se viraliza, un lado de la opinión está con la fotico de Whatsapp y el otro en contra de la fotico.
Cuarto acto: Sale un artículo desacreditando al autor del artículo en pro de la fotico de Whatsapp, tildándolo de falso o hipócrita, ya que aquella vez no puso la fotico, o, es cuestionado por poner la fotico de Cafarnaúm, cuando “Lo que pasa en Colombia no le importa”.
Quinto acto: Sale otro artículo defendiendo al autor del primer artículo y criticando al autor del segundo, ya que “el dolor es universal” o “todos tenemos derecho a cambiar de opinión”… Y ya saben cómo sigue, y mientras tanto, los niños, o las mujeres, o los homosexuales o los indígenas… Que le recen a Zeus. Algo similar pasa cuando se proponen ideas. Por ejemplo, yo trabajo en el Gobierno nacional, diseñando programas de inclusión productiva para población mayoritariamente pobre. Cualquier propuestas va a estar atada a realidades presupuestales y posibilidades operativas como, tiempo, desplazamientos, etc. Y siempre de ahí se agarran los criticones, con discursos retóricos como: “Claro, como a ti no te importa el Meta” o “Fernando, el Guaviare también es Colombia”. Siempre, lo que hagas se quedará corto, y los criticones saldrán a hacértelo saber… Y, ¿las soluciones? Siempre son quimeras retóricas fuera de nuestro alcance, cosas como “Si a este Gobierno le importara…” o “Si se modificara la ley de presupuestos…” Por último, las acciones de cambio que hacemos para colaborar con la humanidad, nunca serán bien vistas por los criticones.
• Uso detergente ecológico para no contaminar el agua. R/ Que estupidez, el vecino usa Axión, todo eso se junta en el alcantarillado, así que para qué. • Reciclo en mi casa. R/ No seas idiota que después la compañía de aseo revuelve esa vaina, y lo que estás es perdiendo tu tiempo. • Soy vegetariano. R/ Y, ¿entonces? ¿El brócoli no siente? • Me baño con agua fría para ahorrar agua, y no desperdiciar toda la que se pierde mientras se calienta. R/ Claro, pero cada vez que orinas sí bajas el inodoro. ¡Hipócrita! • Me voy en bici al trabajo. R/ ¿Para qué? ¿Para enfermarse con toda la polución de los buses? • Voy a marchar contra… R/ Estás perdiendo tu tiempo, nadie logra nada con esas marchas. • Dono dinero a una fundación. R/ Tu sí eres ingenuo, esa plata se la roban, a todos le mandan la misma fotico del niñito recibiendo los zapatos. Ver a otro haciendo algo, proponiendo, tratando de colaborar, le recuerda al criticón que él no está haciendo nada, lo hace sentir egoísta y minúsculo. Esto lo explica mejor que nadie el comiquísimo Gregorio Duvivier cuando dice: “Quien no hace nada para cambiar el mundo, está empeñado en probar que la persona que está haciendo algo, está equivocada”.
Que bello sería este mundo si los criticones usaran esa energía para proponer y hacer algo por los demás.
Amor y paz.