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La prueba


Un documento está siendo trabajado con juicio y dedicación en las 27 Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) de las Farc, que cada vez tienen menos de transitorias y donde se cocinan ‘Circunscripciones cocaleras’, como bien lo apunta Daniel Ceballos en su columna semanal.

Como si el número importara, la poca y diabética prensa las maquilla bajo el rótulo de ‘61 tesis’ pero su rimbombante título es “Las tesis de abril por un partido para construir la paz y la perspectiva democrático-popular”.

Realmente publicadas en marzo, son un documento de trabajo que resume en 46 páginas las líneas o “Tesis preparatorias del congreso fundacional del partido de las Farc”, conforme a las decisiones de la “X Conferencia” realizada en el Yarí el año pasado. Un formulismo para orientar a la guerrillerada visible a reacomodar sus esfuerzos en la lucha no armada. Un nuevo esquema que a partir de agosto promete otorgarles prebendas políticas y electorales inéditas en cualquier otro proceso de paz.

Son la síntesis de su percepción actual y su visión prospectiva de temas clave agrupados en seis breves capítulos, enfocados en la estrategia política hacia el ‘gobierno de transición’ que buscarán consolidar a partir de 2018. Su análisis deja muy claro que para las Farc el “desistimiento del alzamiento armado contra el Estado” no conduce al fin de sus aspiraciones, sino a la continuidad del esfuerzo de todas sus estructuras (guerrillas, milicias, partido comunista clandestino y movimiento bolivariano juntos), hacia “el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipatorio bolivariano y del pensamiento de las Farc” (sea lo que sea que ese híbrido signifique y si es que tal cosa existe), cuya finalidad estratégica es la construcción de “una nueva sociedad, el socialismo/comunismo”. Las citas en cursiva son textuales.

Para ello, quieren “desencadenar un poder constituyente a través de la producción de poder alternativo” a través de la “democracia avanzada y profunda” a la que ya me referí en columnas anteriores y que, en resumen, consiste en acceder a posiciones de gobierno y de poder dentro del Estado y su participación directa con carácter decisorio en el Congreso, asambleas, consejos y cabildos, para “extender procesos con carácter destituyente y forzar así una nueva Constitución a su medida. Igualito a Petro. Idéntico a lo que quería Jacobo Arenas cuando exigió el 50 por ciento de la Asamblea que a la postre construyó la Constitución de 1991. Yezid Arteta acierta al afirmar que el origen de esas tesis es “una reedición de lo viejo”, un refrito leninista que enloquecería al mismo Lenin.

Con ellas pretenden arrebatarle el poder -desde adentro- a los mismos que fomentaron el atraco a la Constitución. Parecen justificarse en el dicho “ladrón que roba ladrón”, tal vez buscando ‘ofrecer’ más perdón. Definitivamente, les fascina la idea de la impunidad.

Los desarrollos del documento ya preocupan a los notarios legislativos, por los alcances que se avizoran en el ‘fast-track’. Hay berrinches tardíos como el de Lizcano con la reforma electoral. Hay silencios atronadores, como el de Serpa y Gaviria. Hay soledades infinitas y discursos sin audiencia, como los del comisionado Pardo, Iván Márquez y Pablo Beltrán en la Plaza de Bolívar el sábado, al cierre del tal Congreso Nacional de Paz. Íngrimos.

Mas allá de todo, sigue imperando el discurso vociferante y vituperante, el del insulto, la mentira y el berrido, el acallar, imponer y aislar al otro, el acusar polarizaciones fomentadas por ellos mismos, el cooptar escenarios y medios, el soslayar otras visiones que igual quieren la paz. Es la Estrategia del caracol trasmutada en el grito y el raponazo, pero ahora con patrocinio oficial.

Mientras tanto, ya es Día 150 y hay anuncios de que esto se alarga. El parte de estructuras aumentó en un 60 por ciento con las denunciadas desde Venezuela, oportunamente encubiertas con la burda amenaza del tirano ebrio de pánico, que huye de la OEA para reprimir y suprimir adversarios a granel.

La dejación de armas continúa siendo un misterio. Las caletas de armas y billetes retoñan silvestres en las selvas y de un día para otro brincan de 300 a 900. Y la auditoría del Consejo de Seguridad al Mecanismo de Verificación la presentan como un apoyo al proceso. Como toda auditoría.

Lo inaplazable es la prueba ácida de nuestra democracia republicana en 2018. Ella depende de la voluntad del pueblo, de la contundencia del voto, de un mensaje inequívoco de que el país, el proceso y el logro de una paz para todos, van mal. Debe ser mejor que el resultado del Plebiscito.

Esa prueba consiste en dejar muy claro que no queremos que nos refunden una Nueva Colombia, ni una nueva sociedad socialista/comunista, como lo pretenden las Farc, con el vociferante y genuflexo apoyo del 16 por ciento. Hay que ir más allá de los rótulos partidistas y los personalismos partidarios, sin perder los principios, con líneas y propuestas claras, sencillas y concretas. Y en un solo Frente Republicano, repetir: ¡NO MAS Farc!

Otra voz: hay que leer con atención la reciente columna de Daniel Mera en El Espectador, en respuesta al impotable anacronismo de William Ospina.

Ojo pelao: al debate sobre la Memoria Histórica y la Comisión de la Verdad. El CMH no es bastión de la posverdad, ni la sede del bastardeo histórico que hizo carrera en Argentina, actualmente en profunda discusión.

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