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A la calle


Cuando Sergio Jaramillo era viceministro de Defensa, una frase de Sir Basil Liddell Hart coronaba el vano de la puerta de su despacho. Hoy vale la pena recordar otra frase del mismo autor: “La caída de los estados civilizados tiende a devenir no de los ataques directos de sus enemigos, sino de la decadencia interna combinada con las consecuencias del agotamiento en la guerra”.

En esa época, la legitimidad de las operaciones era ejemplo mundial y nos llenaba de esperanza ver las desmovilizaciones y las carreras de unas Farc derrotadas, huyéndole a las consecuencias de su propia historia.

Hoy el 72% de los colombianos es pesimista y la sensación de victoria ya pasó de empate a otra cosa diferente. Y nadamos en coca, además.

Recuerdo que a partir del siete de agosto de 2010, en los despachos públicos empezó a darse un cambio extraño. Mientras la publicidad política (pagada vaya uno a saber por quién) afirmaba la continuidad de las líneas, el talante de la cuadrilla que llegó con el nuevo torero era distinto. Las directrices tendían a ignorar lo ya construido. Todo debía volver a escribirse, repensarse y replantear. Parecía que lo hecho, estaba mal hecho.

Con el paso de meses y ‘ajustes’, vino el revolcón institucional. De cada ministerio salieron hasta cinco ‘agencias’ creadas por decreto. Eran los estertores de lo que cuatro años después se convertiría en el eslogan “Por un nuevo país”. Y como había plata, estos cambios se manejaron con ‘mermelada’. Montones de ‘mermelada’ triangulada en contratos a través de esas agencias.

Hoy tenemos claro el propósito de esas decisiones. La estrategia avanzó haciendo por decreto los cambios estructurales exigidos en la fase secreta, aquellos cuyo impacto no fuera tan evidente. En privado me atreví a decir que esas agencias parecían ‘para-ministerios’ para las Farc y me tildaron de loco, exagerado y ‘conspiretas’. Todavía hay quien me ‘mama gallo’ con eso.

Con las 297 páginas fue evidente que se trataba de un acuerdo para refundar el Estado y darle un golpe a la Constitución. La tapa del descaro fue en Cartagena, en septiembre, cuando se dieron el lujo de cambiar hasta la bandera: la aplanadora estaba en marcha. Pero, en el Plebiscito de octubre –con toda la lógica, aunque contra todo pronóstico–, se dijo ‘Así… ¡No!’. Y que “a la brava, menos”. Y que “no nos crean tan pendejos”.

En política, los símbolos son muy importantes: crean el estado mental colectivo necesario para que sucedan las cosas. Los puntos de inflexión que cierran ciclos son fáciles de recordar: la Caída del Muro, McDonald’s y el anuncio de Pepsi en Pekín, el héroe íngrimo frente a los tanques en Tiannanmen, la Primavera árabe, el bótox de Kristina, la obesidad mórbida de Chávez agónico, así como los aullidos de Simón Trinidad extraditado, el Rólex de Raúl Reyes, el ojo morado de César al culminar Jaque, las botas de Jojoy y el Nobelbretch, todos son hechos reales. Y todos son símbolos. Y ninguno es coincidencia.

Discrepo de la opinión de quienes creen que en Colombia las Marchas son patrimonio de la izquierda. Lo de ellos son protestas que empiezan con grafitis, capuchas, pedreas y papas-bomba, para terminar entre gases y bolillos que garanticen su victimización. Con eso alimentan el discurso del ‘estado represor’, justifican el traslado de su odio a los demás y engañan para apoderarse de espacios como si fueran propios. Hay libros enteros sobre eso.

El fin político de las Farc fue la Gran Marcha del cuatro de febrero, cuando ‘Un Millón de Voces’ convocaron por redes y sacaron a la calle a 12 millones de personas alrededor del mundo para decir No Más. Una verdadera proeza de la Evolución de las cosas sencillas (sin necesidad de Pirry).

Por eso el 1 de Abril saldremos con un millar de razones a repetir ‘Paz sí, pero No Así’. Saldremos a marchar en favor de nuestra Constitución y contra la corrupción, con las manos limpias, con la fe puesta en la Colombia que juramos defender. A gritar que queremos cambiar a los congresistas, no sustituir al Congreso. A pedir Justicia eficaz y efectiva. A exigir la Verdad y a reconciliarnos de verdad. A que nos den cuentas claras. A impedir el fraude en 2018. A cambiar lo que verdaderamente hay que cambiar. Y a que se enteren.

Otra vez saldremos a decir ‘No Mas Farc ni Eln, Desmovilízate ya’, no mas secuestrados-desaparecidos, ni mentiras, ni extorsiones, ni armas, ni muerte, ni politiquería, ni narco-terrorismo, ni niños en la guerra.

Para los que les gusta lo farragoso y los trabalenguas: Es hora de ir a la calle antes de que De la Calle nos acabe de dejar en la calle.

Ojo pelao: mientras el Protocolo DDR del neoAcuerdo afirmaba que en el proceso de concentración en las ZVTN estaban ‘incluidas las milicias’ farianas, hoy los requete-negociadores de ambos bandos se hacen los locos.

La puya: que Prieto haya dicho que tenía ‘derechos adquiridos’ para pedirle al presidente Santos que lo nombrara en el BID y haya estructurado empréstitos que terminaron en Marketmedios, es un insulto cínico y descarado a todos los colombianos, con la firma del presidente.

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