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ETNIAS de dos PLANETAS distintos


Awaringumu Torres Torres

Aunque ambos sean un par de terrícolas pertenecientes a lo que en Colombia se suele llamar “colectivo de etnias” o “de indígenas”, Bernardo y Arwaringumu parecen provenir de dos planetas diferentes. Las diferencias que los marcan son bien terrenales y mundanas, pero drásticas y radicales.

Para empezar, el estudiante de Ingeniería de Sistemas arhuaco, soltero y de 20 años, Awaringumu Torres Torres (quien también responde al nombre cristiano de ‘Danilo’, para simplificar), es el gerente del hogar de paso creado en Barranquilla por la Empresa Promotora de Salud Indígena (EPSI) ‘Dusakawi’ (esta palabra es una amalgama de los nombres de los cuatro pueblos Taironas que habitan en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Y en este mismo hogar de paso, el campesino jornalero y analfabeta del Cabildo ‘Javier Clavijos’ del pueblo Yukpa, Bernardo Martínez García, de 36 años, permanece alojado desde hace un mes, con cama, techo y derecho tres comidas diarias, pero absolutamente aislado e incomunicado durante ese mismo tiempo de su familia (la suegra, cuatro hermanos, un “cuñadito”, ocho hijos y Marlene, su esposa, quien sólo habla la lengua Yukpa).

Bernardo fue trasladado a bordo de una ambulancia desde la apartada y remota vereda de Perijá, en la frontera con Venezuela, hasta la capital del Atlántico, acompañando a su hija de 3 años, quien hasta hoy permanece interna en la Clínica Reina Catalina con graves quemaduras en sus brazos y su torso causadas por agua hirviendo.

Bernardo y Arwaringumu provienen de pueblos y culturas actualmente enclavados a más de mil metros sobre el nivel del mar (en la Serranía del Perijá y en la Sierrra Nevada de Santa Marta, respectivamente), alturas a las que se replegaron sus respectivos antepasados bajo la presión que trajo la invasión de los europeos y sus descendientes, luego de habitar y dominar extensos territorios: desde el río Cesar hasta el Lago de Maracaibo, en el caso de los Yukpas --descendientes de los Caribe--, y desde las tierras más bajas de la Sierra Nevada y las costas del departamento del Magdalena, en el caso de los Arhuacos – descendientes de la familia Muisca o Chibcha.

Arwaringumu tiene como proyecto de vida llevar el progreso tecnológico a su pueblo étnico de unos 20.000 habitantes mediante sus conocimientos adquiridos en la Universidad, pero de manera que este progreso armonice con el celoso respeto que los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta han demostrado ancestralmente hacia la naturaleza.

Bernardo espera poder volver al cabildo con su hija curada (no le han permitido verla ni una sola vez desde que fue hospitalizada) y seguir ‘rebuscándose’ la vida como jornalero (principalmente en la finca de un cuñado) y sacar adelante a sus ocho hijos en unos cerros degradados en donde la despiadada explotación minera industrial ha sembrado la ruina y la hambruna durante décadas. La extrema desnutrición ha causado el enanismo característico de los aproximadamente 20.000 sobrevivientes de la etnia Yukpa a ambos lados de la frontera colombo-venezolana, también llamados ‘motilones’ o ‘cabezas rapadas’ por los colonos que los redujeron.

“NO SUMAMOS IGUAL” Awaringumu viste con orgullo su impecablemente tejida indumentaria arhuaca mientras que Bernardo lleva con esa humildad de forastero perdido en la ciudad sus camisas, pantalones y zapatos remendados, obligado a recorrer a pie a diario, sin un peso en el bolsillo, un buen tramo de la urbe para obtener los hasta ahora siempre inciertos reportes sobre la salud de su hija.

“De todos modos, hay que dar gracias a Dios a que existan lugares como éste, donde se da acogida a los pobres”, comenta Bernardo, quien explica que en su cabildo no existen médicos tradicionales, “ni siquiera un puesto de primeros auxilios”. Para él, ésta ha sido la primera oportunidad de entablar relaciones con representantes de otras etnias. “Veo que muchos son igual de pobres que nosotros. No sumamos igual que las personas que tienen dinero”.

Y como tantas otras etnias, los Yukpa también han sufrido el abuso de la guerra en Colombia: “a mis padres, que ya están muertos, los maltrataron mucho y les quitaron con engaños la tierra, cuando yo y mis hermanos éramos pequeñitos, pero uno no debe hablar mal de las personas que van armadas”, explica.

Arwaringumu, por su parte, también relata cómo su abuelo tomó el liderazgo del cabildo arhuaco (“por allá en los años 60”) para dirigir una comisión que fue hasta Bogotá para pedir al Ministerio de Educación que les enviaran un profesor. “Querían aprender a leer y a escribir, siquiera lo necesario para hacer su propia firma, pero nos enviaron a los monjes capuchinos, y eso fue un grave error. Ellos intentaron acabar con nuestra lengua, con nuestras creencias, y al final hubo que echarlos. Mi abuelo volvió a ponerse al frente de esta causa, y lo logramos, pero mi abuelo perdió la vida en hechos que preferimos no recordar, porque son muy dolorosos”.

Explica que su pueblo teme que el final de la violencia causada por la lucha entre guerrillas y paramilitares atraiga a sus tierras un turismo descontrolado, que acabe con la naturaleza, “como ya está ocurriendo en playas que para nosotros son sagradas”, dice, refiriéndose al Parque Tayrona. “Por eso ahora el acceso a la Sierra Nevada está muy restringido. El turismo y la explotación industrial descontrolada de nuestra tierra nos podrían perjudicar mucho”, asevera.

OLVIDO CULTURAL Opina, por ejemplo que el pueblo Yukpa habita en una Serranía (del Perijá), que podría gozar de las mismas condiciones y ofrecer tanto bienestar a sus habitantes originales como la Sierra Nevada de Santa Marta al pueblo Tairona, “pero ha habido mucho descuido por parte de ellos, porque se han olvidado de propio legado cultural”. Le gustaría poder hacer algo para que a Bernardo Martínez le permitan ver a su pequeña hija quemada, “pero eso ya es política de la Clínica, no de la EPSI”.

En el Hogar de Paso (con capacidad para recibir a 23 huéspedes) también se preparan a diario desayunos, almuerzos y comidas para llevar a los acompañantes de los pacientes hospitalizados. Arwaringumu es consciente de las limitaciones que tienen, de que el gobierno podría brindar mucha más ayuda, pero se siente orgulloso de que Dusakawi (que presta servicios en Guajira, César y Magdalena) se haya destacado en 2016 como la EPSI mejor valorada en Colombia, entre las otras cinco que existen en el país.

POR ADMIRACIÓN Y RESPETO” Alberto Mario Huyke, de 57 años, barranquillero de ascendencia sefardí- holandesa y vendedor de seguros generales, se ha convertido en parte fundamental de la vida del Hogar de Paso.

Su admiración por el pueblo arhuaco le llevó a entablar amistad con la familia de Arwaringumu Torres, familia a la que él ha servido de guía en Barranquilla para la adquisición de la vivienda en el barrio Boston donde funciona esta institución adscrita a Dusakawi.

Gracias a un arreglo con los arhuacos, allí también funciona su oficina de seguros, “pero les he servido de asesor legal y hasta de guardaespaldas”.

También colabora con el transporte diario de la alimentación para los acompañantes de los pacientes adscritos a esta EPSI.

Para todo esto, le ha servido mucho lo aprendido en un libro hallado en la biblioteca de su difunto padre, redactado por los monjes capuchinos, que es un diccionario del arhuaco al español.

“Los capuchinos hicieron mucho daño, pero por lo menos hicieron este trabajo”, comenta.

“Desde joven, intenté aprender todo lo que pude sobre esta cultura, por respeto, por admiración”.

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