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¿Tememos a la futura Farc?

Una página en blanco no es un día en blanco de la historia de Colombia.

¿Qué hacer ante el reto que se avecina? La paz parece asomarse por la ventana de las oportunidades. Miro hacia atrás, leo, leo y leo, no tanto las 297 páginas de Acuerdo Final, sino los textos que relatan la historia reciente del país. Las historias relacionadas con los diversos acuerdos de paz suscritos por sucesivos gobiernos, y las tentativas de lograr otros. La paz --como anhelo y como sueño, como derecho y como obligación-- ha sido buscada incesantemente por los mandatarios de turno.

El gobierno de Virgilio Barco Vargas pactó la paz con el M-19 (9 de marzo de 1990) y con el EPL (16 de mayo de 1990). Convocó una Asamblea Nacional Constituyente, y con Carlos Pizarro y Antonio Navarro -dirigentes del M-19- redactaron un acuerdo de paz que fue aprobado por los líderes de los partidos Liberal y Conservador. Los integrantes del M-19 y del EPL fueron indultados. César Gaviria Trujillo logró acuerdo para las desmovilizaciones del PRT (enero de 1991), y del Quintín Lame (marzo de 1991); Álvaro Uribe Vélez desmovilizó a los integrantes de 20 bloques de las AUC (entre 2003 y 2006), como consecuencia de los diálogos en Ralito (Córdoba). En 2005 fue promulgada la Ley de Justicia y Paz.

Esos fueron los procesos exitosos. Es decir, no fueron pactos perfectos, pero con ellos se logró que menos hombres y mujeres fueran asesinados, torturados, secuestrados, vejados, extorsionados, violados, reclutados a la fuerza… Se les brindó a ellos -los desmovilizados- la oportunidad de encontrar la realización de sus sueños por el camino de la legalidad, y a la población afectada por las acciones de los violentos se le garantizó la posibilidad de vivir en libertad, paz y concordia. Pero, a lo largo de los años también hubo intentos fallidos por lograr la paz. Aquellas y otras administraciones, siguiendo diversas estrategias, buscaban conquistarla.

Alfonso López Michelsen generó, tal vez, el primer intento de negociación con el ELN, el cual se realizó con posterioridad a la Operación Anorí (Antioquia, 1973), uno de los más contundentes golpes militares propinados a esa organización armada ilegal.

En 1975, supuestamente, integrantes del ELN en Bolívar habían propuesto entregarse a cambio de ser amnistiados. También tuvo acercamientos con integrantes de las Farc.

Belisario Betancur Cuartas, cuyo gobierno presentó ante el Congreso una ley de amnistía que fue aprobada en 1982. Adelantó diálogos con las Farc-EP (en La Uribe (Meta), la Comisión de Paz suscribió un primer acuerdo de cese al fuego con las Farc el 28 de marzo de 1984); dialogó con el EPL y el M-19 (negociaciones conjuntas en Corinto (Cauca) y El Hobo (Huila), que concluyeron con un acuerdo fechado el 24 de agosto de 1984 para cese al fuego. Pero, un año después se rompieron los diálogos); y propició acercamientos con el ELN y con ADO. Virgilio Barco Vargas también intentó lograr la paz con integrantes del PRT y de la CGSB; Ernesto Samper Pizano dialogó con la CGSB, con el EPL y con el ELN (conversaciones de Maguncia); César Gaviria mantuvo contactos de paz con el ELN y el EPL (diálogos de Taxclala);

Andrés Pastrana Arango con las Farc (Proceso de Paz del Caguán, zona de distensión en Meta y Caquetá. El 20 de febrero de 2002 se suspenden las conversaciones); Álvaro Uribe adelantó procesos con el ELN (entre agosto y diciembre de 2002 en Cuba, durante el primer período presidencial. Suspenden intentos en 2005, pero en diciembre de 2007 logra acuerdo base con el ELN para cese de operaciones), y con las Farc (en octubre de 2002 convoca a la Iglesia para gestionar acuerdos humanitarios con las Farc y apoyar los diálogos con las autodefensas. En octubre de 2003, Uribe le solicita a monseñor Luis Augusto Castro que se acerque a las Farc, pero sólo en 2004 logra reunirse con Rodrigo Granda y Raúl Reyes, en inmediaciones del río Putumayo, para proponer a nombre del Gobierno un acuerdo humanitario para la liberación de los secuestrados. Entre 2009 y 2010, Frank Pearl gestiona acercamientos a realizarse en Brasil).

En fin, han pasado muchos procesos exitosos y muchos otros fallidos. Ahora, el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc firmarán el acuerdo final de lo negociado en La Habana.

Las dudas surgen como por encanto, y los miedos se agigantan a medida que se acerca el día de la firma (26 de septiembre) y del plebiscito (dos de octubre). Nadie tiene en su poder la esfera mágica que prediga el futuro, y no hay certeza de lo que pueda ocurrir.

¿POR QUÉ SE SENTARON A NEGOCIAR? ¿Por qué negociaron las Farc con el gobierno de Santos? Es una de las dudas. Se sabe que combinan las formas de lucha, y que han utilizado la estrategia de engañar al enemigo mientras fortalecen sus líneas de guerra. Pero, acaso, ¿no podemos confiar que sí le apuestan a la paz?

Creo que el resultado histórico de hoy se deriva de los golpes que esa organización armada ilegal recibió durante los últimos diez años, y a los cambios del panorama y la política internacional.

Sus jefes naturales o históricos ya no están. Durante el gobierno de Uribe Vélez falleció Pedro Antonio Marín, alias ‘Manuel Marulanda’ o ‘Tirofijo’; y fueron muertos en combate Luis Édgar Devia Silva, alias ‘Raúl Reyes’, el canciller de las Farc; Víctor Julio Suárez Rojas o alias ‘Jorge Briceño Suárez’ o ‘El Mono Jojoy’, jefe militar de línea dura; Tomás Medina Caracas, ‘El negro Acacio’, quien estructuró el negocio del narcotráfico; ‘Martín Caballero, jefe que ordenaba secuestros y muertes en los Montes de María; así como la pérdida de poder en influencia al interior de las Farc del hermano del ‘Mono Jojoy, Noé Suárez Rojas, alias ‘Germán Briceño Suárez’ o ‘Grannobles’; y de Rodrigo Granda Escobar, alias ‘‘Ricardo Téllez’, ‘Gallo Pinto’, ‘comandante Arturo’ o ‘comandante Ricardo’. El jefe supremo de las Farc, Guillermo León Sáenz Vargas, alias ‘Alfonso Cano’, fue muerto durante operación militar al inicio de la primera administración de Santos.

De los jefes que mantenían mando sobre los bloques de entonces, mantienen influencia Luciano Marín Arango, alias ‘Iván Márquez’, a quien la Fiscalía General le suspendió 132 órdenes de captura (28 asociadas a condenas) por rebelión, secuestro, toma de poblaciones y extorsión, entre otros delitos; Jesús Emilio Carvajalino, alias ‘Andrés París’, casado con Beatriz Arenas, hija de ‘Jacobo Arenas’; y Seuxis Pausivas Hernández, alias ‘Jesús Santrich’. En 2002 calculaban que las Farc estaban integradas por más de 20.000 hombres y mujeres en armas. Al finalizar 2010, debido a las operaciones militares, cerca de 12.000 integrantes se habían desmovilizado, habían huido de la selva, o habían sido capturados o muertos en combate. Desde hace más de diez años las Farc abandonaron la guerra de guerrillas para realizar operaciones de terrorismo, con siembra de minas antipersona, secuestro y narco-tráfico. Hoy, el mapa es totalmente diferente. La segunda duda surge de lo que podría pasar en el mañana. Sólo sé que Colombia ha sido escenario de cruentas batallas, y que muchos jóvenes soldados han padecido las causas de esas batallas –ofensivas y defensivas–: muertos, mutilados, secuestrados. Dicen que esa no es razón suficiente, porque el temor ante lo que podría gestarse en unos años se impone como una realidad de hoy. Hay temor y molestia porque Luciano Marín Arango, alias ‘Iván Márquez’, pueda llegar a ocupar una curul en el Congreso. Pero él ya ocupó un escaño en la Cámara de Representantes a nombre de la Unión Patriótica (UP), al que renunció en 1987 para reintegrarse a las filas de las Farc. Al iniciarse el diálogo tenía 66 medidas de aseguramiento, 132 órdenes de captura y 28 sentencias condenatorias.

¿Temor porque podrían obtener escaños en el Congreso Seuxis Paucias Hernández Solarte, alias ‘Bertulfo Álvarez’ o ‘Jesús Santrich’ (con tres órdenes de captura); Rodrigo Londoño Echeverri, alias de ‘Timoleón Jiménez’ o ‘Timochenko’; o Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, alias ‘Simón Trinidad’ (extraditado a Estados Unidos, con 28 órdenes de captura y 11 medidas de aseguramiento en su contra en Colombia)?

Primero tendrán que confesar y contar las verdades de los años de guerra, sin omitir detalle, cumplir las penas y deberán reparar a las víctimas. De eso se trata. De saber la verdad, de confesar cada hecho, de comprometerse a no repetición, de reparar a las víctimas.

Pero de ser elegidos, no serían mayoría ni en el Senado ni en la Cámara. Yo sé que mañana no votaré por ninguno de ellos a cuerpos legislativos o a cargos de elección popular, y que ejerceré –como lo he hecho siempre– el derecho a elegir en democracia, por quien crea que merece representarnos en las corporaciones o en las administraciones. Eso es lo grande de la democracia y la libertad. Libertad para elegir, libertad para oponerse. Libertad para disentir o para lograr acuerdos de reconstrucción del tejido social y de sana convivencia. En definitiva, votaré por lo que creo. Porque merecemos tratar de conquistar la paz. Para ello estaremos vigilantes. La paz no se dará por generación espontánea. La paz deberá ser construida por todos y todas, ojalá en consenso, ojalá en un ámbito propositivo, ojalá inspirados por el espíritu constitucional que representa el Estado Social de Derecho.

El reto que se avecina no es fácil. Nadie dijo que lo fuera. Construir la paz y sortear las innumerables dificultades que se presentarán demandará paciencia, constancia, tolerancia y compromiso.

El futuro de nuestra Patria depende de lo que decidamos hoy, y de cómo actuemos mañana.

Sí. No se trata de Uribe, ni de Santos, ni de los senadores y representantes enfrascados en la lucha por el SI y por el NO. Tampoco se trata del futuro político de quienes integran las filas de las Farc. Se trata del futuro del país. La historia está por ser escrita.

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