top of page

Ver a Jaime nuevamente


Hace 10 años que no escribía sobre Jaime Garzón. La primera vez que lo hice fue ocho años después de asistir a su entierro. Describí la razón por la que había pasado tanto tiempo, sin empuñar una pluma para recordarlo: “Esta nota la escribo con nostalgia, con tristeza. Llevo dos días dándole vueltas a que escribir. Contar como era el Garzón, expresar la indignación de la impunidad institucionalizada (que es prácticamente un chiste), evocar su gracia, contar sus maldades… todavía no lo sé.” (www.informacionyprensa.com/2007/08/recordando-jaime-garzn.html).

Al año siguiente, en agosto de 2008, volví a hacer el duro ejercicio para acordarme de ese muelón sonriente y montador -Ayer era el día del Comediante y me quede (SIC) pensando si realmente Garzón lo era…. y sip, era CO (de Cooperar) y MEDIANTE (de metido), un CO-MEDIANTE permanente, lambericas y colaborador al máximo. Hoy tenemos absoluta claridad, tanto él como yo militamos entre esa “CATERBA DE FASCINEROSOS” (que decía Godofredo Cínico Caspa): los que prefieren el “libertinaje de prensa y la independencia de criterios” …-

Pasaron 10 años sin escribir sobre Jaime, esquivando los 13 de agosto, tal vez para que doliera menos, hasta hace un mes cuando me encontré a Jaime de frente en la calle. En la parada de un bus, me miraba desde un gran afiche que promocionaba la novela. Empecé a ver en los televisores que me topaba, promociones con un hombre absurdamente parecido a Garzón, tal vez no físicamente, pero si en muchos de sus dejos y ademanes. A pesar de mi convicción de no ver RCN por sus evidentes sesgos, su forma de editar las noticias y sectarismo, tomé mi celular y me di la oportunidad de ver la obra para hacer mi propia idea desde el corazón. Otra vez se cruzaron los sentimientos, la rabia, la complejidad de la realidad versus la ficción.

Días después mi amiga Sandrita Botero escribió una nota en redes sociales defendiendo la novela y allí me di cuenta que pasados 10 años, debía volver a escribir sobre mi nuevo encuentro con Jaime a través de la ventana de mi celular. Debía contarle por qué esa obra naufragó en mi corazón.

Encontré a un Santiago Alarcón que se partió el alma, para descifrar el espíritu de Jaime, no desde lo físico. Me sorprendí hasta las lágrimas al tratar de adivinar ¿de dónde salían tantos gestos?, ¿cómo hizo para expresarse con miradas tan parecidas a las del Muelón?, ¿Por qué esos tonos de voz y esos “gallitos” volvían a mi vida? También hallé a un sinnúmero de actores y personajes cuyas interpretaciones salen de las vísceras, del corazón (Ernesto Benjumea, Chichila Navia, Sebastián Gutierrez, Jacques Touckmanian o Zharick León). Debo reconocer que me impresiona mucho esta puesta en escena, ese compromiso y esa magia en la construcción de los personajes.

Detallé la visión del director, unos encuadres para las escenas muy limpios, que cuentan rápidamente historias, que te permiten entrar en contexto. Técnicamente tanto el director, Sergio Cabrera, como los actores evidencian que dejaron la piel haciendo este producto televisivo.

Cuando los maestros Miguel Ponce y Héctor Forero me adentraron en el mundo de la escritura de un libreto, entendí que cualquier obra basada en la realidad no puede ceñirse estrictamente en ella, pues reproducirla exactamente es muy complejo y por eso el libretista cuenta su historia usando dos recursos: la simplificación y la ficción. Por ello un personaje que pudiese en la vida real tener cientos de amigos, en una novela tiene solo uno o dos amigos que resumen el papel de esas personas en la realidad, para ello hay que crear una ficción que resuma esas personalidades en un solo individuo. También el escritor se da la licencia de simplificar o inventar hechos y acciones que generen consecuencias esperadas necesarias para hilar una historia, darle ritmo, generar y resolver nudos o conflictos. Obviamente un escritor con tanta experiencia como Juan Carlos Pérez, no tiene una sola tacha en la técnica de escribir un libreto y tampoco, lo insisto, los actores y el director en interpretarlo.

Hasta allí todo estaba muy bien, pero rápidamente encontré lo que me molestaba de la novela: Su historia. Precisamente en esta historia novelada hay elementos perversos que los que no conocieron a Jaime Garzón, no pueden ver fácilmente, precisamente porque no tienen una idea completa de Jaime, del Coo-mediante permanente. Las licencias que creando ficción puede darse un argumentista o un libretista para aproximarse a un personaje, en este caso están creando un nuevo Jaime Garzón Forero, que infortunadamente es el que los espectadores están viendo y posteriormente asumiendo como verdad.

En la novela pintan a un Garzón rebelde sin causa, que merecía ser asesinado por su pensamiento en contra de la corriente, trata de confirmar esa tesis de parte de la derecha del país que insiste que si lo mataron fue porque “algo debía” o “algo habría hecho”.

Desdibujan al Garzón coqueto y respetuoso, absolutamente inundado de afecto, para caer en la leyenda del Casanova sin corazón que se las acuesta a todas, casi misógino. Absolutamente en contravía de un Jaime chicanero que se jactaba de sus levantes diciendo “Yo levanto, pero no acuesto”, simplemente porque así como un levante podía ser Flora Martínez, un levante podía ser Beethoven Herrera, Alfonso Valdivieso o Miles Frechette, levantar era la acción de llegarle al corazón de la gente, tejer afectos, pescar y compartir con gente interesante con la cual podía compartir momentos de vida.

En ese sentido siento que ese joven estudiante y dirigente scout (que era yo en ese tiempo) del que se burlaba Garzón por estar como en propaganda de condones “Siempre Listos” y al que invitaba a comer postres en la Javeriana y Pasteles de Carne en la Tienda de “Don Ever” de la Nacional, era otro “levantado” más por el humor y la necesidad de vivir de Jaime.

Obviamente ese Jaime “misógino” en la ficción del libretista Pérez y del argumentista (al parecer Fernando Gaitán), es fruto del hogar de un “mujeriego” con una madre “tirana”; a pesar de ser muy impactantes y hasta tiernos los personajes, nada más alejado de la realidad. Jaime casi no conoció a su padre, pero hacia permanentes referencias a él, a su temprana muerte y a su influencia innegable en su vida. Tanto así que permanentemente rondaba en su cabeza la referencia de morir joven como su padre, pero dejando una impronta muy profunda (paradójicamente así fue). Basta preguntar quién era la señora Anita a los hermanos Garzón Forero para saber que contrario a la serie, a pesar de ser una mujer muy disciplinada tal vez se acercaba más a un algodón de dulce de esos que se deshacen con nada, que a una tirana en casa.

Y así sucesivamente con estos pequeños detalles y una historia hilada maliciosamente, que crean un nuevo Jaime Garzón, acercándolo a esa imagen peyorativa que el establecimiento de derecha llama “mamerto”, que caricaturiza a un ser disoluto, hasta cierto punto ingenuo y radicalizado, que buscó que lo mataran por ser eso precisamente “un mamerto”.

¿Dónde quedó el pedagogo?, ¿De dónde salió un Jaime utilitarista?, ¿Por qué la relación con su pareja y los hijos de ella lo basan en la infidelidad de Jaime y no en el absoluto compromiso y transparencia que lo caracterizaba?... Había muchos pasajes que no necesitaban ser ficcionados para ser interesantes, no había la necesidad de limpiarle la cara a los asesinos de Jaime, de dejar la responsabilidad de su muerte en los sicarios, mostrando a un Castaño humano y volviendo inexistentes a los responsables reales. Pienso que no había necesidad de inventarse un Jaime Garzón que desvirtuara el Jaime real.

Es necesario que las nuevas generaciones conozcan al muelón, pero al verdadero muelón, no al que se inventaron entre Pérez y RCN. Me quito el sombrero ante la maestría de Santiago Alarcón, de los demás actores, estoy muy conmovido no solamente por su actuación sino por haber desperdiciado esta oportunidad de llegar a la esencia de un hombre tan actual y fundamental de la historia de este país y de mi propia vida, máxime cuando todos los días caen a nuestro alrededor líderes sociales, valientes, cálidos y amorosos como Garzón.

*Mamador de gallo y comentarista de lo que usualmente todos comentan.

bottom of page