* El capitalismo actual se alimenta de la debilidad de los más frágiles.
Algunos piensan que la filosofía solo se encamina al cultivo personal de hipótesis que pretenden explicar la realidad.
Pero no sería posible entender el mundo en que vivimos sin las pautas, en todos los tiempos, en todos los aspectos, de teorías y concepciones de pensadores y filósofos.
La filosofía es de gran utilidad. Contribuye a precisar con claridad las ideas sobre la existencia, para luego incorporarlas a las ciencias, a la educación, a la política, a la cultura. Aclara y adapta conceptos circunstanciales en contexto, proporcionando elementos racionales que permiten la detección de argumentos emocionales o falaces y de preguntas imperfectas.
La filosofía es transformadora. Las nociones filosóficas cambian la historia, edifican culturas y sistemas, plantean utopías, anhelos humanos como la paz, la justicia o la igualdad entre los hombres.
El pensamiento de los individuos y sus modos de vivir, han generado cambios provocados o registrados por la filosofía.
Los filósofos en su introspección han elaborado imágenes coherentes de nuestra vida y nos han mostrado que con la razón podemos intentar dar respuesta a cuestiones que siempre nos han inquietado, se han sumergido en los procesos laberínticos de la complejidad del ser humano para sacarlos a la luz como tesis comprensibles que podemos discutir.
La filosofía nos enseña a tomar decisiones sensatas y asumir con equilibrio los juicios morales. Las instituciones políticas fueron creadas y justificadas al calor de concepciones filosóficas.
Históricamente, la filosofía ha planteado asuntos correspondientes de interés fundamental: durante el auge de la cultura griega, los primeros filósofos proporcionaron las teorías y principios éticos de nuestra posición ante la vida y crearon una manera de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía:la Democracia; en la Edad Media, esta ciencia se ocupó de dimensionar la razón versus la fe; en el Renacimiento, asumió formas diferentes de pensar; en la época de la modernidad, asimiló el conocimiento de unas ciencias revolucionarias que iban en contra de preceptos religiosos; en los siglos XVIII y XIX se ocupó de las cuestiones políticas y morales que impactaban la economía, introduciendo la cultura económica.
En el siglo XVIII, el escocés Adam Smith (1723 - 1790) fue el primero en intentar, desde la Filosofía Moral, un estudio cuidadoso y una aplicación de los principios de la investigación científica en el campo de la economía, constituyéndose en el padre de esta disciplina, creando desde la filosofía la especialidad de las ciencias económicas.
Smith defendía la igualdad ante la ley para todos, y consideraba que estaba mal que el gobierno concediera ventajas a unos a expensas de otros. Encontró que las leyes que regulaban la producción eran inadecuadas, sostenía que cada persona desarrollara sus propios intereses siempre que no infringiera los derechos de los demás.
Se oponía a la planificación que los mercantilistas habían impuesto con su manejo de la economía a la que tomaban como un pastel: aquellos que querían enriquecerse simplemente tenían que cortar una porción más grande que los otros. Smith asumió otro punto de vista, la teoría del libre mercado: todos los hombres podían buscar libremente sus propios intereses, que finalmente se complementaban con los intereses de los demás para el bien de la sociedad. La riqueza para Smith estaba al alcance de todos. Produciendo un pastel más grande, todos los hombres podían generar riqueza. Destaca su análisis sobre cómo la riqueza de una nación procede del trabajo y su organización y no tanto de sus recursos. Esta teoría plasmada en detalle en La riqueza de las Naciones (1776) es la piedra angular del desarrollo europeo, al ser la base del liberalismo económico. Smith fue el primero en describir los principios económicos básicos que constituyen un proceso que es inherente a la propiedad privada y al emprendimiento libre, una fase individualista de la economía, potenciada por la ambición natural del ser humano: el sistema capitalista.
En el siglo XIX aparece otro filósofo, el judío alemán Karl Marx (1818 - 1883), en medio de las enormes carencias sociales provocadas por la primera Revolución Industrial (1760-1840), que despreciaba los componentes del gasto social. Desarrolla un estricto análisis científico y filosófico de la economía como una opción discrepante del Capitalismo, planteando al hombre como un ser social en una colectividad ideal sin clases: el sistema Socialista, un planteamiento económico y social que centra sus bases ideológicas en la defensa de la propiedad colectiva frente al concepto de propiedad privada de los medios que producen.
El objetivo teórico del Socialismo, expuesto en su obra El Capital (1867) es la concepción de una sociedad justa y solidaria, sin clases sociales y que cuenta con un reparto de riqueza igualitario. Para ello, los medios productivos tienen que ser de propiedad del Estado, porque el Socialismo considera que en manos privadas acaban perteneciendo a una minoría que abusa de su posición. Propone que la economía debe ser planificada por el Estado, que se debe encargar de proteger a la ciudadanía garantizando una situación de justicia social.
El socialismo llevó a cabo una profunda revolución en las ideas de los hombres sobre el contenido y las perspectivas del desarrollo social. Gracias a Marx, el proletariado adquiere un papel histórico universal.
Al abolir la propiedad privada, distorsionaron el factor del incentivo imponiendo métodos de producción ineficientes sin mercado que los sostuviera.
En el mundo nunca hubo un Socialismo como tal. Las naciones que quisieron intentar este proceso jamás llegaron a una colectivización real de los medios de producción porque se presentaron personajes que astutamente replantean este sistema y lo encaraman sobre una doctrina política expuesta más temprano por el mismo Marx en otra de sus obras, El Manifiesto Comunista (1848): la dictadura del proletariado, teoría político científica que propendía por la imposición de la clase obrera, que en los países que se declaran comunistas, desemboca en la dictadura de un partido para terminar en la tiranía de un solo individuo, constriñendo libertades, desarrollando realmente un "Capitalismo de Estado" que jamás estuvo al servicio del pueblo, porque la riqueza y los medios de producción siguieron siendo privados ya no en manos de la burguesía “imperialista” sino de una burguesía comunista, una clase política de burócratas con una mucho mejor posición socio económica que el resto de ciudadanos o clase trabajadora, que se diluye en el Socialismo (un sistema), el Comunismo (una doctrina) y el Marxismo (un método).
Al abolir la propiedad privada, distorsionaron el factor del incentivo imponiendo métodos de producción ineficientes sin mercado que los sostuviera, impidiendo la coordinación económica entre el trabajo y el capital.
A esta serie de deficiencias fundamentales se añadió un formidable presupuesto de gastos en armamento que siempre acompañó la existencia de la sociedad que mejor representaba los intereses de este modelo económico (URSS), ocasionando un colapso que derrumbó en 1991 un experimento que nunca fue económico socialista, siempre se trató de soberbia política comunista.
Sin embargo, la teoría socialista se mantiene viva, flotando en el ambiente sostenida por los efectos de algo que se viene configurando como injusticia capitalista.
El capitalismo moderno da nacimiento a una nueva categoría: el homo economicus, que olvida los fundamentos y postulados con los que fue creado el pensamiento del sistema capitalista por sus fundadores. Hoy, es un extremismo del lucro, que solo busca maximizar los intereses de la cúpula financiera y minimizar los costos laborales, sociales y ambientales, afectando la democracia, provocando efectos acumulativos que muchos estados no pueden solucionar, creando la falsa expectativa de que sea el sector público el que los resuelva. Las economías en desarrollo, descontroladas por un aumento masivo de la pobreza, carecen de sistemas políticos estructurados con que sí cuentan los Estados avanzados.
El capitalismo actual se alimenta de la debilidad de los más frágiles.
La evolución económica de las sociedades humanas desemboca básicamente en esas dos tesis que, en su esencia teórica de construcción europea, plantean, cada una a su manera, lo mismo: suministrar al individuo garantías frente al futuro, ya sea por la vía de una gestión particular de iniciativa libre y privada de los ciudadanos (Capitalismo), o que el Estado sea el que se responsabilice de la prosperidad de las personas (Socialismo). Estamos atrapados entre esas dos concepciones filosóficas, políticas y económicas que la vieja Europa nos trasladó con sus antagonismos.
Ideologías que hemos convertido aquí en polémicas pasiones, que polarizan e incitan a enfrentamientos dramáticos, mortales, haciendo de esta región un campo de batalla donde se libran luchas fratricidas que desvían la atención en los verdaderos problemas.
La expresión estructural del comportamiento económico de los países es un negocio. Hay utilidad cuando el total de los ingresos es superior a todos los egresos. Este concepto simple aplicado a la unidad país es la balanza comercial: el valor de las exportaciones es el ingreso y el egreso son las importaciones. Es positiva cuando el valor de las exportaciones es superior al de las importaciones. El Capitalismo resulta en un excelente planteamiento para países que en su momento desarrollaron una poderosa infraestructura industrial y comercial y que agregaron dominio militar a sus expectativas para imponer la ley del más fuerte, logrando bienestar económico a expensas del fracaso de regiones mucho más débiles como las latinoamericanas.
Desde el comienzo de nuestra historia como sociedades, sin sentido de nacionalismo, de orden ni organización, alimentamos un sistema de monopolio, poder y capital. No es posible que el indicador que mide la relación entre las exportaciones y las importaciones se comporte de manera positiva para todos, especialmente cuando los países del “primer mundo” tienen el control sobre los pueblos subdesarrollados por medio de circunstancias financieras reforzadas por la pasividad y complicidad de nuestras dirigencias, que acentúan nuestro subdesarrollo.
En esas condiciones, el gran déficit que se genera en estas comarcas es “generosamente” compensado por un alto nivel de endeudamiento. Los países desarrollados nos suministran fondos monetarios en calidad de préstamo, por intermedio de organismos multilaterales que les pertenecen y que nos condenan a sufrir una extorsión macroeconómica con colosales compromisos monetarios a futuro.
Los latinoamericanos no hemos atendido nunca la necesidad de buscar nuestra propia identidad económica y política. No nos hemos dedicado, en profundidad, a ese menester. Atrapados entre dos concepciones desvirtuadas donde cada una trata de imponerse, el gran dilema de nuestro desarrollo se circunscribe a factores que no nos pertenecen: Capitalismo vs Socialismo, Derecha vs Izquierda, que se han convertido en un enfrentamiento de pobres contra ricos, por el que nuestras dirigencias hacen matar a sus pueblos en conflictos absurdos. La incertidumbre frente al futuro lleva a que en América Latina se desarrollen toda suerte de comportamientos improductivos. Internamente se impone una especie de feudalismo disfrazado de democracia, externamente somos víctimas del capitalismo de los países desarrollados.
El Capitalismo que se practica actualmente solo funciona para los poderosos. La solución a la pobreza conduce a considerar teorías socialistas: intervención del Estado. De hecho, ya se intenta con supuestos subsidios que lo único que producen es una holgazanería dependiente.
Una alternativa franca socialista de desarrollo nos aterra porque los cambios siempre se mueven sobre el terreno de la incertidumbre.
Los valores que nos vende el Capitalismo: libertad, libre competencia, propiedad privada, parten de la premisa de una igualdad de oportunidades, que no es nuestro caso. Aquí el Capitalismo es plutocracia, dictadura de unos cuantos dominantes sobre multitud de dominados. Exhibimos un desarrollo ficticio: nuestros índices como país, cuando son positivos, están representados realmente por utilidades particulares de individuos poderosos y de grandes corporaciones económicas.
La polarización política que nos afecta también tiene como causa la ausencia en el debate de la disciplina filosófica que nos permitiría evaluar razonablemente los diferentes conceptos y argumentos y que nos podría inducir a cambiar de opinión cuando aceptemos, con criterio, los argumentos del otro, lo que implica la aplicación del análisis conceptual y el desarrollo del enfoque lógico y crítico que permita, con claridad y concisión, comprender posiciones diferentes mediante el debate civilizado y el diálogo.
La ciencia filosófica es una herramienta de entendimiento para mejorar la sociedad en que vivimos.
Al final, la tarea de la filosofía económica es, eliminando la pobreza, proporcionar al ser humano espacio y tiempo para el espíritu, para buscar, para equivocarse, para enmendar, para diseñar soluciones, para que fabriquemos la cultura…
Textos de referencia:
Historia de la economía, John Kenneth Galbraith (2011), Ariel, ISBN 978-84-344-347-4
Historia del pensamiento filosófico, Giovanni Reale (2010), Herder Ed., ISBN 978-84-254-1591-3
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