* El acto mismo se ha reducido a la desnudez de los cuerpos en un intercambio fugaz de sensaciones físicas y en ocasiones emocionales.
La tradición nos ha enseñado que la connotación de 'hacer el amor' refiere únicamente al vínculo sexual entre dos individuos y lo hemos naturalizado de tal manera que casi no asociamos a esta definición, algo distinto a lo culturalmente establecido.
Es triste pensar que nos hemos acogido tanto a la comodidad de lo socialmente aceptado, que el acto mismo se ha reducido a la desnudez de los cuerpos en un intercambio fugaz de sensaciones físicas y en ocasiones emocionales, pues la idea de amor que conocemos nos refiere a aquello que podemos sentir por otro, como si fuera algo cuando ajeno al propio ser.
En medio de todos estos intercambios y devaluación de las ideas, se ha extraviado el valor real del amor, que no es otra cosa más que aquel calorcito interno que nos embriaga cuando somos capaces de reconocernos en nosotros mismos y aceptarnos por encima de los propios prejuicios y rechazos, y del cruel castigador que llevamos dentro, como recordatorio constante de nuestros errores, fracasos y frustraciones.
De todos los amores que pudiésemos tener en nuestra vida, el único realmente indispensable y sin el que es difícil vivir, es el amor propio.
Es de suma importancia que nuestra imaginación nos muestre la puerta hacia ideas menos esquemáticas de lo que es el amor, y más que eso, que nos embriaguemos de amor por nosotros mismos, porque esa es la única manera en la que podríamos amar a cualquier otro. Nos hemos convertido en eternos buscadores de un amor que se construya a medida de nuestras expectativas, sin darnos cuenta que quién es capaz de darnos el amor más grande y sincero somos nosotros mismos y que sin importar los esfuerzos y la dedicación a otros, no seremos capaces de alcanzar el sueño porque estamos esperando que sean otros quienes llenen nuestros vacíos.
De todos los amores que pudiésemos tener en nuestra vida, el único realmente indispensable y sin el que es difícil vivir, es el amor propio. Ese amor bonito que nos permite abrazar nuestra humanidad sin desprecio a aquellas “fallas” que ratifican nuestra condición humana, ese amor que nos permite ser resilientes y agradecidos por lo que somos y lo que tenemos, sin envidiar la insatisfacción de otros.
Esta es una invitación, para que pensemos ¿cómo hacemos el amor? Y ¿Cuándo dejamos de hacerlo con nosotros mismos?, para que recordemos cuando se volvió costumbre no reconocer nuestros logros y la perseverancia para alcanzarlos, o la razón por la que dejamos de ser nuestra prioridad y le cedimos el lugar a los demás. Y finalmente, esta es la invitación a preguntarnos si estamos listos para dejar de buscar en otros aquellos que estos dejando marchitar en nosotros, si estamos listos para hacernos el amor por los días que queden en nuestra vida.
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