* Los ideales de la paz incluyen el pleno ejercicio del derecho a una vida digna.
Durante décadas, Colombia ha transitado caminos saturados de conflictos y violencia, en parte, motivados por el descontento social surgido de las inequidades socio-económicas y la falta de oportunidades en educación, salud y trabajo digno.
En nuestro país se ha explorado, en reiteradas oportunidades, la búsqueda de soluciones que permitiesen cesar las hostilidades. Bienvenidos fueron los procesos de paz que concluyeron con acuerdos y las amnistías otorgadas durante diferentes gobiernos. Porque la paz no tiene color político ni sesgo partidista. Desde aquella amnistía nacional promovida, en 1953, por el general Gustavo Rojas Pinilla a las guerrillas liberales, varios fueron los intentos por lograr que los colombianos hallaran puntos de convergencia. Bienvenidos fueron los procesos de paz que facilitaron la desmovilización de los miembros de las guerrillas del M-19, del Ejército Popular de Liberación (EPL), de Quintín Lame, de la Autodefensa Obrera (ADO), de los contingentes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y, por último, el proceso de paz que concluyó con la desmovilización y entrega de armas de más de 8.000 miembros de las Farc-EP.
Sin paz es difícil hallar el camino de la reconciliación que tanto precisamos los colombianos.
Creo, como decía Eleanor Roosevelt, que “no basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”. Para ello se requiere que buscar y conquistar la paz sea resultado del compromiso de la ciudadanía. En ese mismo orden de ideas, Benjamín Franklin aseveró: “O caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”. Porque la paz ha sido y debe ser resultado del consenso social, que trascienda las ideologías o los intereses primarios de las colectividades políticas.
Sin paz no hay tranquilidad, no hay oportunidad de desarrollo, no hay posibilidad de sanar las heridas causadas por los recurrentes conflictos armados que han desolados por décadas los confines de la Patria. Sin paz es difícil hallar el camino de la reconciliación que tanto precisamos los colombianos.
Hoy, cuando zonas estratégicas de Colombia son escenarios de ataques perpetrados por bandas criminales, disidencias guerrilleras o por grupos de narcotraficantes, se sienten, además, los efectos de la pandemia causada por el Covid-19. Se necesita aunar esfuerzos para hacer de la resiliencia un común denominador, para incentivar la transformación social que permita, al decir de Naciones Unidas, un “mundo más igualitario, más justo, equitativo, inclusivo, sostenible y más saludable”. No podemos permanecer impávidos ante la explosión de emociones negativas. No debemos facilitar, con nuestro silencio e inacción, que el odio germine contaminando a la ciudadanía, o que aumenten sin control polarizaciones que no conducen a buen destino. No debemos cerrar los ojos antes hechos de discriminación, ante injusticias o ante evidentes actos de inequidad.
Hoy hace 40 años, en 1981, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció que cada 21 de septiembre se conmemorase el Día Internacional de la Paz con el fin de promover los ideales de paz. Veinte años más tarde, en 2001, la Asamblea General decidió que la jornada debería dedicarse al fortalecimiento de tales ideales incentivando la no violencia y el alto el fuego.
No olvidemos nunca que la paz no es sólo la ausencia de conflictos. Los ideales de la paz incluyen el pleno ejercicio del derecho a una vida digna. Nos comprometemos a crear y fortalecer escenarios de diálogo y participación en los que podamos reconstruir, entre todos y todas, el tejido social en cada territorio afectado por el virus de la discordia. Nos comprometemos a escuchar con plena libertad de expresión y respetar, como lo hemos hecho a través del ejercicio profesional, las diferencias.
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