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‘Mi piyama de ositos cariñositos nunca volvió a ser la misma’: Viviana Vargas


Cerramos los ojos, pero la imagen sigue ahí. Porque la descripción de Viviana Vargas Vives es sutil, pero contundente. “Mi piyama de los ositos cariñositos nunca volvió a ser la misma”. En ella se resume el drama, el dolor, el desespero, la injusticia, la perversidad e indolencia del violador, la sensación de desamparo arraigado durante años…

Es cierto. “Mi piyama de los ositos cariñositos nunca volvió a ser la misma”, porque a los seis años de edad la vulnerabilidad es mayor. Y ese peso en la mente de una niña resulta insoportable. Un peso que debió asumir a solas, coaccionada por amenazas del abusador, hasta su adolescencia. Y creeríamos que, con la carga de los años, se mantendría la tácita amenaza hasta nuestros días.

El caso de la niña Viviana es similar al de muchísimas niñas y niños abusados sexualmente por familiares (padres, hermanos, abuelos, padrastros, tíos...), por ‘amigos’ de la familia, por vecinos que ‘inspiraban confianza’ o por hombres investidos de poder (espiritual, maestros, policial o militar). Es decir, precisamente por quienes debían velar y garantizar la protección de los menores.

En la mayoría de los casos la amenaza latente ha sido “no digas nada, esto no es malo, pero si cuentas lo que pasó, algo le sucederá a tu papá, a tu mamá, a tus hermanos…”. Esta sola amenaza, por si misma, es una insoportable coacción sobre una menor de edad que ha sido violentada.

La situación en Colombia es tan alarmante, que entre enero y mayo de este año el Instituto de Medicina Legal realizó exámenes a 6.749 niños, niñas y adolescentes en desarrollo de procesos judiciales por abuso sexual en menores de 14 años. Estos son apenas los casos denunciados durante cinco meses. 6.749 víctimas de abuso sexual, da un promedio diario de 110 menores abusados.

El seis de julio, Viviana liberó una parte de su dolor contando lo sucedido, en un mensaje directo, desgarrador y liberador, escrito más de dos décadas después de sucedidos los hechos, pero relatado con el dolor vivo, como si hubiese cada hecho hubiese sucedido ayer.

SU MENSAJE Esta fue su declaración de valor, de coraje…

“Llevo años soñando con este momento. Más de 25 años con este secreto penetrándome el alma. Coartando mi espíritu. Opacándole el color a mi vida. 25 años de una tristeza que, sin avisarme, impregna todos mis momentos felices.

Creo que me merezco una salida. No sé si ésta lo sea. Pero seguir como estaba, sin duda, tampoco lo es. Estas últimas semanas me han revuelto las tripas. Tanto abuso. Tanta violencia. Tanto acoso. Tanta inocencia arrebatada. Tanto, tanto, tanto... Indignación por un tiempo. Luego todo sigue igual. Como si nada.

No puedo controlar lo que los demás hagan. Puedo controlar lo que hago yo. Y yo decido hoy, no seguir como si nada. Pasar del silencio absoluto a contarlo todo en redes sociales es un salto enorme. Exagerado dirían algunos. “¿Por qué por una red social?”, “Por qué no denuncia?”

Señoras y señores, no le pidan a una mujer que ha sido abusada, acosada o violada… que se presente ante un juez. No le exijan a una mujer que ha sentido que le arrebataron su dignidad y su honra, que acuda ante un sistema dañado y podrido desde hace siglos y lleno de hombres, machistas. Hombres que le harán repetir una y otra vez su historia. Hombres que en tono condescendiente le preguntarán lo mismo varias veces a ver si encuentran inconsistencias… Hombres que no le creerán nada. Que la harán sentirse pequeña. Insignificante. Sola. Hombres que, en vez de buscar al victimario, buscaran un pretexto, una razón, una excusa.

Lo hago así, ahora, porque de lo contrario seguirá siendo mi secreto. Porque sé que hay muchas, como yo, que tienen miedo y vergüenza. Porque la razón por la que he callado es por miedo a causarle incomodidades a los demás. Y, ¡ya basta! Su incomodidad ya no es mi problema.

Yo soy abogada. He tenido el privilegio de acceder a diversos niveles de educación. Me muevo en un entorno lleno de oportunidades y de gente que me respalda y me cree. Y, aun así, no había sido capaz. No me imagino a mujeres en situaciones distintas a las mías, conviviendo en entornos más hostiles, carentes de afecto y de oportunidades.

Tenía apenas seis años cuando fui violada por primera vez. No sabía que eso era lo que estaba pasando cuando me sucedió…

Era un hombre, tan cercano a mi familia, que lo veía más que a mi propio padre. No era mi familiar, pero durante muchos años frecuentaba mi casa casi a diario. Tenía el afecto y la confianza de todos en mi casa. Estaba presente en todas las celebraciones, navidades, cumpleaños. Lo vi casi todos los días, durante muchos, muchos, años.

Era niña y lo adoraba. Adoraba su presencia y ante la ausencia de una figura paternal, busqué en él ese afecto, ese cariño. Puedo decir, ahora, que incluso llegué a tener un ‘enamoramiento’ de esta persona. Un ‘enamoramiento’ propio de una niña de seis años. Que quería la atención de alguien.

Una noche ocurrió. Ocurrió en ausencia de las personas de mi familia. Fueron minutos, pero en mi mente se sintieron horas interminables. Un abrazo paso a ser algo más en un instante. Algo más que no comprendía.

Pero, ¿cómo iba a comprender de sexualidad a los seis años? Mi piyama de los ositos cariñositos nunca volvió a ser la misma.

Cuando todo terminó, me encerré en la habitación en la que dormiría, avergonzada. Creyendo que había hecho algo muy, muy malo. Que mi enamoramiento había llegado a esto por mi culpa. Sabía que no estaba bien. Sabía que mi ropa interior manchada me iba a delatar. Se iban a dar cuenta. Y así me lo hizo saber él.

“Si hablas de esto, te van a castigar. Tu mamá, tu hermana… se van a poner muy bravas”. Y así me lo repitió tantas, tantas veces. Durante años. Tenía seis años… Seis años... Seis años...

Cuando por fin hablé, ya en la cúspide de mi adolescencia, no me creyeron. O, más bien… ¿prefirieron ignorarlo?

Crecí en una sociedad vacía, en la cual el ‘buen nombre y la reputación’ eran los valores más importantes. Y este era un hombre de ‘sociedad’. Socio del club. De ‘buen apellido’. Dejé eso ahí, por no avergonzar a mi familia.

Han pasado más de 25 años desde esa noche. Hoy tengo dos hijas, dos mujercitas. Dos mujercitas a las que tengo que darles ejemplo. Ejemplo de fortaleza. Ejemplo de berraquera.

Dos mujercitas que deben saber que jamás deben sentir vergüenza. Jamás deben sentirse solas. Dos mujercitas que cuidaré con mi vida, para que nunca vivan lo que yo viví. Pero, si algún día les llega a pasar, quiero que sepan: NO TIENEN LA CULPA. NO TIENEN LA CULPA. NO TIENEN LA CULPA. NO TIENEN LA CULPA.

Tiemblo mientras redacto este texto. Náuseas y sudor frío.

Ojalá de alguna manera esto le llegue a ÉL. Quiero que sepa que YO SÉ lo que él me hizo. Quiero que sepa que es un VIOLADOR. Y que viva con el temor de que algún día, en mi siguiente impulso de carácter… lo llamaré por su nombre”.

‘NO ESTOY SOLA’ Dos días después de haber expuesto los hechos, el ocho de julio, Viviana ha leído y escuchado los mensajes de apoyo. “No estás sola, te creemos”. Empoderada, ese día inicia una cruzada para apoyar a otras mujeres que han sido víctimas de abusos.

“Si yo pude, tú también puedes. En TÚ momento y a TÚ manera. Puedes liberarte”, afirma en nuevo mensaje, en el que también agradece las palabras de apoyo.

“Quiero empezar por agradecerle, con todas mis fuerzas y con mi corazón, a todas y cada una de las personas, familiares, amigos, conocidos y desconocidos... gracias por sus palabras. Gracias por el apoyo.

Gracias por creerme. Gracias por recordarme que no estoy sola, aun cuando me haya sentido así durante tantos años. Su solidaridad no tiene precio. A todas esas mujeres hermosas que me han hecho saber, de una u otra manera, que han atravesado por algo similar: si yo pude, tú también puedes. En TÚ momento y a TÚ manera. Puedes liberarte. Quítate el peso de encima. Retoma tu poder. Si me necesitas, acá estoy.

Por último, entiendo que mi historia despertará muchas emociones. Rabia, indignación, impotencia. Entiendo que piensan en sus hijas, hermanas, nietas, sobrinas... y reclaman justicia.

Entiendo, también, que circulará toda clase de rumores y especulaciones frente a las cuales no tengo ningún control.

Esta fue una puerta que yo abrí y ya no se puede cerrar. Y no pretendo hacerlo. Sin embargo, lo que sigue de este proceso tengo que hacerlo a mi ritmo y en mi momento. Esto no es fácil. Ni para mí, ni para mi familia.

Me tardé demasiados años en reunir las agallas para dar este primer paso y no pretendo callar más, pero ahora debo tomar un respiro, empezar el proceso de reconstruirme. Fortalecerme para poder cuidar de mí y de mis hijas, antes de dar el siguiente paso, que es un paso que debo dar en firme y ojalá acompañada de otras víctimas.

Actuar precipitadamente puede ponerme en riesgo a mí y a mis seres queridos. Yo sé que mi historia ya le llegó a ÉL. También estoy segura que, donde se encuentre, sabe que su tiempo se le acaba”.

CRUZADA POR LA NIÑEZ En Cuidad PAZ apoyamos la cruzada iniciada por Viviana, y apoyamos las iniciativas para que los responsables de violaciones, abusos y acosos sean debidamente judicializados, para que las víctimas reciban la atención oportuna y pertinente, con el debido restablecimiento de derechos.

El 19 de julio, Viviana escribió un breve mensaje agradeciendo el haber sido escuchada. Su mensaje liberador caló en una sociedad acostumbrada a mirar hacia otro lado, a esquivar verdades.

“Reconozco con gratitud y humildad mi privilegio. Privilegio porque me vieron, me escucharon. Privilegio porque me creyeron. Pero esto no se trata solo de mí. Mi privilegio lo pondré al servicio de otras. A las que nadie escucha. A las que nadie mira. A las que nadie les cree”.

Y formalizó su propuesta al anunciar el 28 de julio: “Estoy buscando profesionales especializados o asociaciones que atiendan desde la psicología y la atención pisco-social casos de mujeres y niños víctimas de abuso sexual que les interese sumarse a mi causa”.

“Hola mamás y papás. Espero todas bien y gozando de mucha salud. Hace unas semanas denuncié en las redes sociales que fui víctima de abuso sexual infantil a los seis años por una persona muy cercana a mi familia. La historia le ha dado la vuelta al mundo y aunque no me lo esperaba se ha convertido en una nueva causa para mi vida. Desde ese día he estado recibiendo cientos de mensajes de mujeres contándome sus historias de abuso infantil.

Realmente es desgarrador. Decidí que le dedicaré mi vida a esto. Esto no puede seguir pasando más. ¡Cuántas vidas inocentes dañadas para siempre!

Uno de los objetivos más importantes al cual quiero dirigir muchos de mis esfuerzos es a la voz del niño. A la voz del niño que muchos silencian. A la voz del niño al que muchos no le creen. A la voz del niño que ni siquiera ante la justicia lo escuchan.

¿Cuántos delincuentes hoy no están tras las rejas por cuenta de un testimonio? Porque cuando se trata de víctimas de abuso sexual infantil. ¿El testimonio del niño nunca es suficiente? El 99.9 por ciento de las denuncias por abuso sexual resultan en impunidad.

¿A que voy con todo esto? Voy a llevar este debate hasta las instancias que toque. Quiero empezar por recopilar vídeos cortos de niños y niñas diciendo “créanle a los niños”. Es importante que se vean reflejadas todas las edades. Es algo muy corto y hará parte de la campaña para mi nueva causa a la que invito a sumarse a cualquiera de ustedes que resuene con esta misión de vida.

A la que quiera enviarme un vídeo de su hijo o hija o hijos pronunciando esta frase pueden enviarme el vídeo al WhatsApp 3106156243.

¡Gracias de corazón!”

Invitamos a seguirla en twitter: @vivisnacky y enviar videoclips solicitados al enlace del WhatsApp: wa.me/573106156243

Apoyemos su causa, que debe ser la causa colectiva dirigida a proteger la niñez.

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