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Paternidad responsable


"La paternidad es el trabajo más duro en la tierra.

Eres el responsable del desarrollo físico, emocional

y mental de otro ser humano”.

Anónimo

Escribo esta columna, a petición de algunas lectoras que al leer mis aportaciones previas para la revista Ciudad Paz, tuvieron la confianza de solicitarme que abordara el tema de la paternidad. Considero importante aclarar que me atrevo a hacerlo desde la visión que he obtenido en el desempeño de mi carrera profesional y no desde la postura adquirida en mi experiencia de vida a nivel individual o familiar, situación que resulta difícil, por no decir imposible, pues está claro que, nuestras reflexiones se conforman por las vivencias generales en todos los ámbitos y no de manera aislada, en uno en particular.

Así pues, comencemos por resaltar la desvalorización social de la figura paternal, que ha provocado una polarización, inconformidades, conflictos y debates: pues por un lado encontramos la reivindicación de derechos humanos de las mujeres y por otro, la resistencia del hombre para aceptar la responsabilidad y compromiso de ejercer una paternidad positiva. Al respecto, resulta conveniente cuestionarnos ¿en qué medida hemos contribuido a la depreciación de la paternidad?

Para responder a dicha interrogante, tenemos que partir de dos premisas: la importancia de no caer en generalizaciones y evitar la victimización. Está claro que no todos los padres son iguales, pues en toda regla se puede encontrar una excepción, y es evidente, que las excepciones no se sienten aludidas, ni incomodas, por muy crudas que resulten las verdades sobre su género.

Para ir en orden cronológico en la búsqueda de explicaciones, conviene remontarnos a la etapa de la fecundación del ser humano, porque desde ahí comienza la responsabilidad social que se ha atribuido a hombres y mujeres, sobre el ser padre y madre. Sí pensamos que la salud sexual y el uso de métodos anticonceptivos son temas que competen de manera exclusiva a las mujeres, ahí encontraremos la primera falla de razonamiento. En este sentido, tenemos una nota que vale la pena recordar: el hombre que no se siente preparado para ser padre, no debe tener relaciones sexuales sin condón, conseguirlo o comprarlo debe correr por su cuenta y debe suprimir de su vocabulario y mentalidad, la frase “no se siente lo mismo” o eliminar su miedo por la vasectomía. Una cirugía ambulatoria que de ninguna manera reduce su masculinidad.

Quien no respeta la anotación anterior, tarde o temprano debe enfrentarse al conflicto de ser padre, algunos con la resistencia de cambiar sus planes de vida, otros haciéndolo como una obligación, sin la voluntad y el amor suficiente para contribuir a una relación de pareja saludable. Si los primeros piensan que encontrar una solución al embarazo, es responsabilidad exclusiva de mamá, están mal. Si deciden iniciar una vida en pareja, sin estar preparados emocionalmente para hacerlo, también es un error: se puede ser buen papá, sin necesidad de ser pareja, a futuro las afectaciones son menores, mamá e hijo o hija, estarán agradecidos por no agravar las consecuencias de un embarazo no planeado.

En esa decisión se encuentra el preludio, del desempeño de la paternidad. Si se elige la primera opción, papá se convierte en una figura ausente, que abandona durante la gestación, sin conciencia alguna del impacto emocional para su hijo o hija, aportando sólo como alimentación un rechazo sentimental. Al inclinarse por la segunda posibilidad, es más factible esperar una relación o matrimonio abundante de problemas familiares, violencia, infidelidades y frustración, que la esperanza de ir madurando y trabajar en el ideal del “vivieron felices por siempre”.

Tras el nacimiento del niño o la niña, tendrá que enfrentarse a la vulneración de uno de sus derechos más importantes: el derecho humano a la identidad; ante la negativa de reconocimiento de paternidad, la madre tiene que elegir entre la filiación exclusiva por línea materna o comenzar un recorrido ante tribunales e instituciones, al demandar este derecho para su hijo o hija, con el resto de obligaciones inherentes. La primera alternativa, resulta muy cómoda para papá, contribuye a la continuación de violencia de género y no evita que el padre recurra a exigir sus derechos, cuando se sienta preparado para hacerlo. En la segunda postura, podemos encontrar una razón más para la devaluación de la paternidad, pues ser padre obligado por una autoridad judicial, moralmente no tiene ningún mérito.

Resulta lamentable que en muchos de los casos, el amor paternal y el interés real por los hijos, pareciera surgir con la notificación de una demanda de pensión alimenticia. Cuando se hace efectivo el cumplimiento de obligaciones, resulta lógico que se exijan derechos, sin embargo, se debe tener cuidado de no ejercerlos con el coraje que genera la falta de voluntad, como un mecanismo de venganza o ejercicio de poder, pues se corre el riesgo de agravar las afectaciones emocionales de una persona que no tiene responsabilidad en la toma de decisiones equivocadas.

También, conviene ser realistas en la demanda de prerrogativas, pues antes de exigir el ejercicio de la guarda y custodia, se deben visualizar las posibilidades de desempeñarla con responsabilidad, sin recurrir al apoyo –que termina convirtiéndose en encaje- de terceras personas. Aunque los abuelos paternos tienen responsabilidad, por la educación que les brindaron a sus hijos, no tienen por qué continuar cargando con las consecuencias de sus errores en la etapa final de sus vidas. Además, el ser humano es un individuo con capacidad de raciocinio y libertad de albedrío, que bien puede influir en la modificación de su conducta, eligiendo abandonar la repetición de patrones o rechazar la perpetuación de estereotipos de género, por lo que, justificar nuestros errores, en la manera en que fuimos criados, es un argumento carente de validez.

Con el avance de los derechos humanos de las mujeres y la implementación de acciones afirmativas que establece la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) he escuchado a hombres, manifestando su inconformidad por qué no existen leyes e instituciones que protejan a nuestro género, sin embargo, siendo realistas, con la observación directa del trámite que se le da a las controversias familiares y los conocimientos legislativos que poseo, me atrevo a asegurar que a pesar de los logros que se han obtenido en la búsqueda de una igualdad sustantiva, la balanza de la justicia continua inclinándose a favor del género masculino.

Por mencionar algunos ejemplos, lo podemos constatar en los criterios que se siguen para establecer una cantidad por concepto de pensión alimenticia, la cual es mínima y no basta con ser fijada por una autoridad judicial, sino que tiene también que denunciarse ante la Fiscalía para hacerla efectiva, sin que el padre, sufra una sanción ejemplificante, por incurrir en un incumplimiento de tal trascendencia. ¿Cuántos padres no renuncian a su trabajo al recibir la notificación de descuento? ¿Cuántos patrones no son cómplices de este delito al reportar un sueldo menor al que recibe su empleado? ¿Cuántas instituciones y autoridades no caen en omisión al responsabilizar únicamente a mamá, del bienestar de niñas, niños y adolescentes, sin visualizar contextos, ni preguntarse en dónde queda la responsabilidad de papá?

En ese mismo sentido, encontramos el desacuerdo que genera la rebelión y acertada organización de las mujeres para hacer exigibles sus derechos, nos centramos en atacarlas, demeritar su lucha, en lugar de fortalecer nuestra masculinidad, cuestionarnos el fallido ejercicio de la paternidad y asumir la parte que nos corresponde. Perder poder y control, es difícil, sin embargo, es imposible pretender que la sociedad permanezca estancada; los oprimidos tarde o temprano se cansan, alzan la voz y no podemos culpabilizarlos o decirles la manera en que deben hacerlo.

Recurrir a términos como 'alienación parental' o 'mamá luchona', para normalizar un comportamiento que raya en el cinismo y tratar de conservar nuestros privilegios, es un mecanismo de defensa que cada día resulta más obsoleto. ¿Qué pasaría si en lugar de resistirnos a los cambios, nos preocupáramos por rescatar los beneficios y trabajáramos en la construcción de una sociedad más igualitaria, donde la niñez y la adolescencia fuesen nuestro proyecto inmediato? A lo mejor los resultados son agradables y terminamos por liberarnos de cargas valorativas sobre el ser, el deber ser y el hacer del hombre. ¡Valdría la pena intentarlo!

No pasaré por alto, el reconocimiento de aquellos padres que ejercen una paternidad responsable, que son parte activa de la crianza positiva de sus hijos e hijas; quienes cumplen con sus deberes de una manera voluntaria, se preocupan por mantener una buena relación con mamá y fortalecer las redes de apoyo de niñas y niños, independientemente de la existencia de una unión sentimental o si deciden hacerlo desde una distancia saludable y respetuosa, que en nada impide el ejercicio adecuado de su papel de padre. Para ellos, todo mi respeto y admiración.

Con todo lo descrito, considero que la interrogante principal de esta reflexión, ha quedado resuelta. Son demasiadas las áreas de oportunidad para reivindicar el significado de la paternidad en nuestra sociedad, si nos dejamos de hipocresías cada quien tomará la parte que le corresponde, a fin de trabajar en ella. Si decidimos no hacerlo, espero que por lo menos, tengamos la valentía para no victimizarnos y enfrentar las consecuencias de recibir demandas como regalos del día del padre.

Por último, con la finalidad de hacer una recapitulación y aprovechando que la construcción de decálogos está de moda, se plantean los siguientes puntos, como recomendación dignificante:

  1. No serás padre, si no estás preparado para cumplir con las responsabilidades que conlleva la paternidad.

  2. No te ausentarás. Estarás presente desde el momento de la concepción y a lo largo de toda la vida de tu hijo e hija.

  3. Asumirás una crianza positiva, de manera voluntaria, visualizándola como una responsabilidad y no como favor.

  4. Cumplirás con tus obligaciones alimentarias, sin necesidad de que una autoridad te lo exija.

  5. Trabajarás diariamente para fortalecer las redes de apoyo familiar, sin importar el tipo de relación de pareja que se elija o si se presenta un divorcio o separación.

  6. No ejercerás el maltrato como técnica de educación, ni la violencia como mecanismo de control.

  7. Predicarás con el ejemplo y la congruencia.

  8. Priorizarás la comunicación para solucionar problemas y controversias familiares.

  9. Cuidarás a tu hijo e hija de la victimización que conllevan los procesos legales.

  10. Tendrás la madurez suficiente para reconocer tus errores y pedir perdón cuando sea necesario.

¡Recordemos que la vida misma, es la mejor jueza de nuestras acciones, por lo general dicta sentencia en la etapa final de nuestra existencia, cuando eso ocurra, espero que la cosecha sea buena! ¡Feliz día del padre!

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