top of page

Prólogo de la novela CIUDAD VALIENTE


Nonato Iluminado de la Gracia de Dios, hijo de la Santa Provincia de Mompox, religioso menor de la Regular Observancia, misionero apostólico, alumno del Colegio de la Orden de Santiago en la muy ilustre ciudad de San Juan de los Pastos del Nuevo Reino de Granada, por orden de los reyes católicos Felipe II y doña Isabel Farnesio, escribano de su real majestad en la provincia de Cartagena de las Indias del mar océano, a finales de 1741 escribió dos informes sobre el sitio del archifamoso Almirante Vernon.

Según él mismo lo cuenta, “bajo la intensa lluvia de balas de ambas artillerías, que zumbaban cerca de mis oídos, tomaba fiel nota de los acontecimientos, para enviar un informe fidedigno a mi rey”.

Uno de los informes lo remitió por el correo del rey, era el oficial, contado por el Virrey Eslava, el general Blas de Lezo, Melchor de Navarrete y Cayetano de Mendiguren, que eran las autoridades del momento. El otro, escrito en una perfecta caligrafía castellana con mucha meticulosidad en especie de pergaminos de 22 por 15.5 centímetros, que fue cuidadosamente guardado en una plica y entregado por su autor a uno de los frailes de la Cofradía de la Alta Gracia, con la condición de que se revelara cien años después de los acontecimientos.

El manuscrito que consta de más de trescientos folios fue encontrado en el tubo de un viejo catalejo que estaba en la hornacina de una de las tantas y tantas casas viejas que hoy son demolidas para darle paso a la construcción de modernos edificios.

Cartagena, Ciudad Valiente es una crónica novelada, enmarcada en los sesenta y siete días del sitio llevado a cabo por parte del almirante Sir Edward Vernon, cuyo ejército compuesto de más de 25 mil hombres, entre soldados de academias, descendientes de piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios, sucumbió frente a un reducido grupo de aborígenes, criollos, negros, zambos y mulatos que defendieron con el corazón la ciudad, como también a la fiebre amarilla y al hábito de los ingleses y de los consuetudinarios habitantes de las islas del Caribe de beber ron a cualquier hora del día como si fuera agua de coco.

Nonato Iluminado, resalta la participación de mestizos y mulatos, aborígenes y negros, cuarterones y saltatrás, criollos y caribeños que habitaban el Arrabal de Getsemaní y que al mando de una supuesta monja que se hacía llamar Irene Angarita Drake, perteneciente a la desaparecida Comunidad de Hijas de América y cuya existencia aún todavía no se ha podido comprobar, enfrenta a los ingleses y pone al descubierto las intenciones de las autoridades de la Corona, a quienes sólo le interesaba apoderarse de las toneladas de oro que meses atrás habían llegado desde Portobelo, que eran los recaudos de varios años en el Virreinato del Perú y que en España esperaban con ansias en el Palacio del Escorial.

En la Rosa Negra del Caribe, como el autor llama la ciudad, se vislumbran los problemas de la época, sobre todo el contrabando que según deja entrever, estaba bajo la férula del virrey Sebastián de Eslava y Lasaga, que a finales de 1740 había organizado la más poderosa banda de contrabandistas en las Antillas. La intriga de los ociosos marqueses que se habían inventado una pila de títulos para vivir del erario, los saqueos permanentes y la ulterior capitulación de Blas de Lezo en favor de Vernon cuando siniestra los naos que se encontraban en la boca de la bahía para dejar inerme la ciudad, los contactos que realiza Melchor de Navarrete, gobernador interino de la provincia y los juicios inquisitorios que ejecuta Cayetano de Mendiguren, así como los corrillos y comentarios en las pulperías y estanquillos, son temas que narra el autor y en los que devela oscuros intereses por parte de las autoridades y la naciente burguesía.

Los furtivos amores de Vernon, quien se pasea por la ciudad disfrazado de un rico mercader de las Antillas, con la Condesa de Valdehoyos, que era la encargada por mandato de Eslava y Lasaga de los acuerdos y de enviarle señales a Vernon desde el minarete de su casa para que atacara la ciudad y arrasará con esa recua de indios y mulatos que habitaban el Arrabal de Getsemaní.

A pesar de que la narración se encuentra enmarcada en los días del asedio, el autor quiere demostrar que Ciudad Valiente es una evocación histórica a la villa, desde los tiempos en que llegaron los primeros invasores y por qué la ciudad siempre fue apetecida por bucaneros y filibusteros, piratas y corsarios, que siempre debieron compartir con los contrabandistas que a la vez eran las propias autoridades.

El documento no es una sátira más, tampoco una denuncia. Pero si es el retrato de lo que aconteció en una época, aún hoy desconocida para las generaciones y descendientes de aquellos héroes anónimos que residen en la Rosa Negra del Caribe.

En cierto sentido el manuscrito de Nonato Iluminado es otro documento de primera mano que se suma a los escritos hechos sobre el tan notable sitio y especialmente al de Enrico Forbes,[1] teniente de Vernon, el del novelista Thomas Smoley,[2] que vino expresamente desde Londres a cubrir el asalto y al del Teniente Agresott,[3] del ejército de Blas de Lezo, que describen lo que realmente aconteció en los 67 días del asedio.

Cartagena de Indias, del Mar Océano,

en el mes de julio del año en Gracia de Nuestro Señor Jesucristo de 1741.

_________________

[1] Diario del teniente Enrico Forbes: del 9 de marzo al 2 de abril de 1741. Consultar “POEMAS DE LOS DEFENSORES DE CARTAGENA DE INDIAS EN 1741”. Recogidos y publicados por Guillermo Hernández de Alba. Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo. Bogotá, 1982

[2] Academia de Historia de Cartagena. Boletín Historial: Nos. 123,124, 125. Dic. 1955: “El último biógrafo del Almirante EDWARD VERNON Una versión inglesa de su asalto a Cartagena”. Páginas 5 a 43.

[3] Diario del teniente Agressot: del 8 de marzo al 28 de abril de 1741. Consultar “POEMAS DE LOS DEFENSORES DE CARTAGENA DE INDIAS EN 1741”. Recogidos y publicados por Guillermo Hernández de Alba. Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo. Bogotá, 1982

bottom of page