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Esperanzas


En teoría, las campañas políticas posicionan la imagen de un candidato, pero lo que realmente venden son esperanzas. Es como un postre al que se le agrega una cobertura dulce y colorida para atrapar a los antojados que no preguntan por el relleno. Sólo la decoración importa.

Si se mira con atención la publicidad política de los últimos meses, el mensaje de las campañas gira alrededor de conceptos como cambio, indignación, renovación, salvación, seguridad, participación, equidad, etc. Todos son lugares comunes con mucha imagen y poco trasfondo para capturar al votante cauto. Y sobre todo al incauto.

Por su parte, las encuestas navegan en un mar de escepticismo desde sus pronósticos sobre el Plebiscito. Sus esfuerzos para recuperar confiabilidad no han sido eficientes para sacarlas de la sombra del fracaso que las persigue y siguen con el sol a la espalda.

El ínfimo universo encuestado, la obvia parcialidad en la escogencia de los sectores indagados y los enormes márgenes de error que manejan, las han relegado a meros sondeos y obligado a competir con las pesquisas de Twitter.

Mientras tanto, en las redes cantan roncas voces de alcantarilla. Andanadas de desprestigio, organizadas desde lo profundo del rencor circulan en diversos formatos y alimentan el oído voraz de tontos fascinados con la verborrea populista y de quienes dependen de la incertidumbre y el humo para sacar ventaja y perpetuarse en la trapisonda y la corruptela.

En discursos y entrevistas algunos candidatos repiten como loros un libreto que ignora el enfático rechazo de la mayoría del 2 de Octubre, cada vez mas evidente en la opinión. Otros evaden responder y omiten publicar sus propuestas, tras su afán por confeccionar una constitución que quede a la medida de sus intenciones. No faltan los provocadores, los desquiciados, los incoherentes y muy pocos proponen construir algo viable. Casi todos se enredan en discrepancias estériles con tal de tapar sus errores con discursos pomposos, sin trasfondo. Inolvidable aquel que economiza materia gris recomendando preguntarle a Google y al rato se desploma en los sondeos.

A pesar de esta avalancha de ruido propagandístico, ni las campañas, ni los medios, ni los veedores, ni las redes, ni el mismo gobierno se enfocan en lo que debieran ser argumentos serios para decidir cómo escoger: las IDEAS.

Si bien la escasez de contenidos es vulgarmente afín a una democracia imperfecta, hay que reconocer que en Colombia la tajada de oportunismo es demasiado grande: en un mundo donde los partidos políticos luchan por no debilitarse, aquí nos encanta destruirlos o conformarnos con la opción de los grupos de garaje, sin debate, sin propuestas. Pasamos de tener 72 partidos políticos de papel a una oferta caótica y desproporcionada de candidatos.

La defensa de los partidos como fuerzas vivas de la democracia se criminaliza y estigmatiza sin mayor sustento, cuando la coherencia y la seriedad en la manifestación del ideario político y del consenso propositivo debería ser la base fundamental para el logro de objetivos de Nación.

Resulta incomprensible que liderazgos de nada ni nadie ganen espacios por la pura necedad de quienes acuden al expediente de que todo lo anterior es malo y pretenden refundar su idea de “patria” sobre escombros.

Los partidos permiten compromisos programáticos, alianzas sólidas y uniones perdurables, además de una guía referente fundada en el debate constructivo. A pedradas no se levantan edificios, los ladrillos deben apoyarse uno al otro para lograr alcanzar lo proyectado. Pero un huevo crudo no es un magnicidio ni una protesta inadecuada, en especial si el receptor lo ha provocado.

Lo que esta semana decidimos se verá reflejado en unos meses cuando escojamos nuevo presidente. Hay que analizar qué se quiere y cómo vamos a hacer para enderezar el rumbo de un país sumergido en incertidumbres y polarizaciones cultivadas y provocadas.

Ante todo, hay que afrontar los ataques a la democracia y el abuso de lo participativo mal orientado. La necesidad de conciencia sobre una alianza republicana que es imperativa, ahora. Sin titubeos y sin componendas.

Ñapa 1: Si el presidente quería acomodar sus alfiles para garantizar la mordaza en lo que el llama un “periodismo fuerte”, otra vez le salió el tiro por la culata. El rating de RCN Radio pagará la factura. ¿Correrá censura enmermelada hacia esa dirección de aquí a agosto? Ya oiremos...

Ñapa 2: Mientras tanto en Venezuela hay cacería de brujas, por físico pavor a la pérdida progresiva del apoyo militar del régimen. El tirano ordena judicializar a 49 militares de distintos rangos y responsabilidades, acomodando imputaciones con tal de mostrar una fuerza de la que ya carece.

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