¿No les ha pasado que a veces se convierten ustedes en sus peores enemigos? Esos momentos en los que se auto-sabotean, hacen dieta y compran una pizza en la noche, o se ponen a decir estupideces delante de la persona que les gusta, etc. Creo que todos han sentido esto una u otra vez. También ocurre en el grupo, queremos seguir con nuestro camino, pero alguno de los del carro se pone a ofender al policía, el tío ya dio permiso y alguno le sigue peleando.
Ojalá todos los casos en los que esto ocurre fueran así de pendejos e insignificantes, sin embargo, en nuestro día a día los grupos oprimidos, en desventaja, o simplemente mal representados; están siendo constantemente cooptados por las mismas estructuras que los oprimen, o mal-representan. El clásico ejemplo es el de la marcha pacífica, digamos para este ejemplo, que es de unas (mal llamadas) barras bravas que quieren poder entrar al estadio visitante, y que en mitad de la marcha, se comiencen a matar unas barras con las otras, por el color de sus camisetas. En vez de legitimar sus puntos de vista, y plantear soluciones pacíficas a quien no los deja entrar de visitantes, ratifican la posición de quien ya los estigmatizaba.
Un caso típico en el que vemos este patrón repetirse en secuencia, es en el feminismo. No me cabe ninguna duda que las mujeres quieren ser respetadas y que se les otorguen las mismas posibilidades que a los hombres; quieren el mismo salario (por hablar de una arista del feminismo) por el mismo cargo, y poder tener la misma posibilidad de ser escogidas que los hombres.
Sin embargo, es triste ver la cantidad de mujeres que sabotean su género, con comentarios como “Que mamera trabajar con viejas, son complicadísimas”, “Mi jefe es una arpía”, “Ya va por su segunda licencia de maternidad completa… ¿Qué tal la floja?”, en fin, estoy seguro que alguno de estos comentarios los habrán escuchado en algún momento, con el agravante de que son ideas patriarcales, impuestas por los mismos hombres, limitados a entender la realidad desde su ombligo. Es tanta la opresión ejercida, que algunas mujeres creen estas tesis.
Otro caso que me hiere el alma y orgullo es el de mi bello Caribe colombiano. En días pasados los gobernadores de los departamentos del Caribe (excluyendo al Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina) aprobaron La Región Administrativa y de Planificación del Caribe (RAP Caribe). La figura es avalada por la constitución del 91 y con el propósito de apuntar hacia la descentralización del país, permite la creación de entidades territoriales que abarquen dos o más departamentos, con el fin de que estas cuenten con personería jurídica, autonomía y patrimonio propio.
Volvemos al mismo análisis, la mayoría de los caribes concuerdan en que Colombia es un país sumamente centralizado, pregúntenle a cualquier servidor público si puede hacer una vuelta sin venir a Bogotá; además, la mayoría concordaría con que nos sentimos mal representados en muchas de las decisiones que se toman en el país, un dato, no ha habido un presidente del Caribe desde Rafael Wenceslao Núñez Moledo ¡Hágame el favor!
Desde 1894. Pónganse la mano en el pecho ¿Creen que es gratuito que no haya habido un presidente caribe en más de un siglo? ¿Simplemente no se ha presentado la oportunidad? ¿No hay mujeres ni hombres dignos de ocupar ese cargo, y que hayan sido nacidos y criados de Montería pa’ arriba? Claramente sí, responde a un sistema opresor que dicta que los del Caribe somos unos ladrones y corruptos, que nuestros pueblos están vueltos nada, porque no somos capaces de manejarnos limpiamente; en nada tiene que ver el centralismo selectivo (guiño).
Sin embargo, y volviendo a la RAP Caribe, me entristece que sean los mismos caribes quienes desconfíen de esquemas autónomos, con comentarios que indican la desconfianza a nosotros mismos, “Claro, esas son las familias de acá que quieren robárselo todo”, “Le están haciendo el agosto a los políticos costeños”, y después nos quejamos de que los cachacos nos estigmatizan de corruptos, y que no tenemos representantes nacionales.
Así no se puede.
Amor y paz