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“Confiamos que su visita abra el corazón de los colombianos a la paz”: Santos


Foto superior: Entre el Presidente Santos y el Sumo Pontífice arde perenne la llama de la paz. / Autor: José Miguel Gómez, Conferencia Episcopal Colombiana.

“Confiamos en que su visita abra el corazón y las mentes de los colombianos a la paz que viene de Dios y habita en el alma de los hombres, a esa paz que ahora estamos construyendo”, afirmó el presidente Juan Manuel Santos al dar la bienvenida al Papa Francisco a la Casa de Nariño, sede presidencial de Colombia que visitó en cumplimiento de visita en condición de Jefe de Estado del Vaticano.

“Queremos dar, con su aliento, el primer paso. Queremos reconciliarnos. Queremos reconocernos en las diferencias y aceptar al otro, no como una carga, sino como un don, un don de vida. Bienvenido a Colombia, Su Santidad”, le manifestó el Mandatario tras recibirlo con honores, a cargo del Batallón Guardia Presidencial.

Por su parte, el Papa Francisco afirmó: “Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza... La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso”.

FALTA DAR PASO DE LA RECONCILIACIÓN

El presidente Santos dio las gracias al Sumo Pontífice por venir a Colombia a “acompañarnos, a estimularnos, a dar con nosotros el primer paso hacia la reconciliación”.

Así mismo, destacó que Colombia ha logrado grandes cosas, comenzando por el fin del conflicto armado con las Farc, la guerrilla más antigua y numerosa del continente. “Colombia es el único país del mundo donde hoy las armas se están cambiando por las palabras, donde las armas se destruyen y se funden para convertirse en monumentos a la paz”, dijo.

Recalcó además que gracias al proceso de paz, “miles de vidas se han salvado, miles de víctimas se han evitado, pero –añadió–, nos falta dar ese paso renovador, ese primer paso que es el más importante de todos: el paso hacia la reconciliación”.

“De nada vale silenciar los fusiles, si seguimos armados en nuestros corazones. De nada vale acabar una guerra, si aún nos vemos los unos a los otros como enemigos”, sostuvo.

El Presidente consideró que de aquí parte la necesidad de la reconciliación entre los colombianos, porque –agregó–, “por más de medio siglo nos resignamos a la violencia en nuestro suelo, y sus cenizas, de rencor, de dolor, de venganza, todavía son brasas ardientes que debemos apagar”.

“Necesitamos vencer los odios con la fuerza maravillosa del amor. Necesitamos ser capaces de perdonar y de pedir perdón. Necesitamos reconciliarnos con nuestro medio ambiente, que también es un hermano nuestro, que es nuestra casa común”, expresó.

“Por eso esperamos y ansiamos sus palabras como la tierra sedienta añora el agua”, dijo.

/ Foto inferior: La mujer, los jóvenes, los campesinos, los excluidos, fueron mencionados por el Papa Francisco en la Casa de Nariño. / Autor: César Carrión, SIG

BIENVENIDO, CAMINANTE DE LA PAZ

El Jefe de Estado agradeció a Su Santidad por llevar sus pasos y su prédica a lugares emblemáticos de Colombia, Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.

Recordó que en Villavicencio el Santo Padre se encontrará con las víctimas del conflicto armado y beatificará a dos sacerdotes colombianos que fueron víctimas de la violencia. “Qué símbolo maravilloso. Su martirio se vuelve ahora signo de esperanza”, manifestó.

“Bienvenido, caminante de la paz y del amor. Humildemente pido para nuestro país y sus habitantes, su bendición apostólica”, concluyó el Presidente de la República.

“NO ESTÁN SOLOS”: PAPA FRANCISCO

El Papa Francisco dijo al llegar a la Casa de Nariño que quiso estar en el país para decirles a los colombianos que no están solos y que son muchos los que quieren acompañarlos en el paso hacia la reconciliación.

“Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza... La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso”, afirmó el Papa argentino.

Señaló que “este viaje quiere ser un aliciente' para los colombianos, 'un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz”.

El Papa valoró “los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación' e indicó que 'en el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular”.

Declaró que “los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto” y pidió “no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro”.

En su saludo al Gobierno, el Papa le agradeció al Mandatario “su amable invitación a visitar esta Nación en un momento particularmente importante de su historia”.

Dijo que llega siguiendo la huella de sus predecesores: el beato Pablo VI y San Juan Pablo II, que estuvieron en Colombia.

Subrayó que solo con fe y esperanza “se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un País que sea Patria y casa para todos los colombianos”.

Destacó que “Colombia es una Nación bendecida de muchísimas maneras. La naturaleza pródiga no sólo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad”.

“Colombia es el segundo país del mundo en biodiversidad y, al recorrerlo, se puede gustar y ver qué bueno ha sido el Señor (...) Igual de exuberante es su cultura; y lo más importante, Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor y bondadoso; personas con tesón y valentía para sobreponerse a los obstáculos”, manifestó el Pontífice.

Francisco invitó a los líderes colombianos “a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados”.

Subrayó que una sociedad “no se hace sólo con algunos de ‘pura sangre’, sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida”.

Igualmente se refirió al “respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa', y a 'la importancia social de la familia”.

“Y, por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz”, expresó, parafraseando estrofas del Himno Nacional.

Francisco dijo que los colombianos “tienen delante de sí una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea”.

A renglón seguido citó las palabras de Gabriel García Márquez al recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo:

“Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera”.

“Es posible entonces una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

“Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia”, concluyó el sucesor de Pedro.

PALABRAS DEL PAPA EN LA PLAZA DE ARMAS

“Señor presidente, miembros del Gobierno de La República y del Cuerpo Diplomático, distinguidas autoridades, representantes de la sociedad civil, señora y señores.

Saludo cordialmente al señor Presidente de Colombia, doctor Juan Manuel Santos, en un momento particularmente importante de esta historia; saludo a los miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático, representantes de la sociedad civil.

Quiero saludar afectuosamente a todo el pueblo colombiano en estos primeros instantes de mi viaje apostólico. Vengo a Colombia siguiendo las huellas de mis predecesores, del beato Pablo Sexto y San Juan Pablo II, y como ellos me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe que tan fuertemente arraigaron en estas tierras, y la esperanza que palpita en el corazón de todos.

Solo así con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un país que sea Patria y casa para todos los colombianos.

Colombia es una Nación bendecida de muchísimas maneras, la naturaleza pródiga no solo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad.

Colombia es el segundo país del mundo en biodiversidad y al recordar, se puede buscar y ver ¡Qué bueno ha sido el señor! al regalarles tan inmensa variedad de flora, fauna, en sus selvas lluviosas, en sus páramos, en el Chocó, los farallones de Cali o las sierras como las del Magdalena y tantos otros lugares, igual de exuberante es su cultura y lo más importante: Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor y bondadoso, personas con tesón y valentía para sobreponerse a los obstáculos.

Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen a los largo de las últimas décadas para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación.

En el último año, ciertamente, se ha avanzado de modo particular. Los pasos dados hacen crecer la esperanza en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos.

Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la Nación y a pesar de los obstáculos, diferencia y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica a la persona humana, su altísima dignidad y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza, de búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo.

Oíamos recién cantar: 'andar el camino se lleva su tiempo, es a largo plazo'. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño tengo que poner en reconocer al otro, en sanar las heridas, en construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente.

El lema de este país es ‘Libertad y Orden’. En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte sino la fuerza de la ley la que es aprobada por todos, y la que rige es la convivencia pacífica.

Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas, leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad, sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sanan de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y siempre la deja a las puertas de nuevas crisis.

No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales. En esta perspectiva los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de pura sangre, sino con todos, y aquí radica la grandeza de un país en que todos tienen cabida y todos son importantes, como estos chicos que con su espontaneidad quisieron hacer de este protocolo algo mucho más humano. Todos somos importantes.

En la diversidad está la riqueza. Pienso en aquel primer viaje de San Pedro Claver, desde Cartagena hasta Bogotá, surcando el Magdalena. Su asombro es el nuestro. Ayer y hoy pasamos la mirada en las diversas etnias de habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos, nos detenemos en los débiles, en los que son explotados y maltratados. También detenemos la mirada en la mujer, su aporte, su talento, su ser madre en las múltiples tareas. Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro de la esperanza.

La Iglesia en fidelidad a su misión está comprometida con la paz la justicia y el bien de todos.

Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñando por Dios como el fruto del amor de los esposos, lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y, por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren, mírelos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad y de dignidad, porque ellos que 'entre cadenas gimen', si comprenden las palabras del que murió en la cruz, como dice la letra de vuestro Himno Nacional.

Señoras y señores tienen delante de si una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea. Resuena en el corazón de cada colombiano el aliento del gran compatriota Gabriel García Márquez:

“Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios, ni las pestes, ni las hambrunas, ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera”, hasta aquí García Márquez. Es posible entones, continúa el escritor “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie quiera decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan una segunda oportunidad sobre la tierra”.

La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años, no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más, y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso. Este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia, Gracias”.

/ Foto superior: Entre el Presidente Santos y el Sumo Pontífice arde perenne la llama de la paz. / Autor: José Miguel Gómez, Conferencia Episcopal Colombiana.

/ Foto inferior: La mujer, los jóvenes, los campesinos, los excluidos, fueron mencionados por el Papa Francisco en la Casa de Nariño. / Autor: César Carrión, SIG

/ Fuentes: Conferencia Episcopal Colombiana y SIG.

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