Hace 52 años surgieron las Farc. Para entonces la mayoría de las personas que conozco y con las que he trabajado por la paz, no llegaban a los diez años de edad. Crecimos escuchando palabras y noticias de guerra: Estado de sitio, Estatuto de seguridad, toma de rehenes, secuestros, desapariciones forzadas, desplazamientos, torturas, explosivos, etc.

Después de utilizar muchas estrategias, unas de fuerza y otras de diálogo, de ensayar y equivocarse, para volver a ensayar, las partes en conflicto, por fin se convencieron que lo único y verdaderamente humano y digno para los habitantes de este país y para ellos mismos es firmar un acuerdo que ponga fin a más de cincuenta años de violencia política.
Pero por más esfuerzos que se hacen en comunicación, el proceso no logra entrar con fuerza en la dinámica cotidiana de la sociedad. Desde finales de la década del 90 no se ha visto en la sociedad colombiana un entusiasmo tan contagioso como el que generó el Mandato por la Paz, en el que sumada la participación de los niños y los adultos, la Registraduría General de la Nación contabilizó más de 13 millones de votos por la Paz. Ese Mandato de finales de la década del 90 antecedió a un proceso de diálogo entre 1999 y 2002 que lamentablemente fracasó. Luego vinieron años aciagos para la paz y hasta se proscribió la palabra conflicto.
Hoy, por fin estamos adportas de ese acuerdo anhelado por muchos años. Pero a veces parece que no creyéramos o que no fuéramos conscientes de su importancia. En La Habana se firmará un acuerdo para terminar la guerra, pero la Paz se construirá y consolidará en Colombia, en sus territorios, con la gente que ha sufrido los dolores y sinsabores de más de 10 lustros de conflicto interno. Recuerdo cuando en 1993 fundamos Redepaz, durante muchos años estuvimos solitarios en la búsqueda de lo que hoy tenemos tan cerca, a veces nos miraban con sospecha, pero nunca desistimos y hubo momentos de grandeza y momentos de escasez, dos frases siempre están presentes: que la paz se teje con mano ciudadana y que la Paz es el derecho síntesis de todos los derechos. La paz tiene que significar un proceso de cambio, en el que se transforme el Estado y la sociedad.
En los últimos días se ha polarizado una discusión entre si lo que debe votarse un plebiscito para refrendar los acuerdos, discusión que no logra estar en la agenda de la mayoría de los colombianos, razón que nos motiva a pensar que lo más importante y urgente ahora, es que la sociedad colombiana sienta que con la paz debe venir un futuro diferente, de grandes transformaciones, y en esa medida se logrará comprender que la refrendación es un primer paso que nos debería llevar a un proceso constituyente en el que la participación de la sociedad sea contundente. ¿Será que honrar la memoria de más de 7 millones de víctimas no amerita esa transformación?
¡Es la hora de la Paz! Esta afirmación en una nación que ha sufrido tan profundamente el dolor de la guerra y la tragedia humanitaria debe significar una gran fiesta llena de oportunidades; el Gobierno nacional y el ELN deben enrutarse también por este camino. Si el constituyente primario, el pueblo colombiano, se apropia de este momento tan trascendental y el gobierno y las guerrillas entienden que ningún mecanismo impuesto prosperará, deben por el contrario promover y dejar que se abran las compuertas de la participación de la sociedad, que nuevamente hace significativos aportes como lo demostró el importante foro convocado por la Universidad Nacional y las Naciones Unidas hace unas semanas y lo demuestran todos los días muchos escenarios de reflexión convocados por diversos sectores sociales. El Día Internacional de la Mujer salimos a la calle a ponerle un collar de flores a la emblemática figura de Policarpa Salavarrieta, ‘La Pola’, símbolo de la lucha de las mujeres por la Libertad, la Dignidad y la Vida. Porque las mujeres somos más de la mitad de la población de Colombia y hemos sido protagonistas de su historia, con dolores y sinsabores dejados por la injusticia y la violencia, pero también hemos tejido cada día esta sociedad con amor y alegría. Por eso, ese día lanzamos al viento de lo público con todo el sentido que tiene en este momento de nuestra historia la iniciativa de UN MILLÓN DE MUJERES DE PAZ, que busca contribuir a la refrendación de los acuerdos para ponerle fin al conflicto armado de tantos años, a la verificación de los mismos y a la construcción sólida y duradera de la paz que necesita Colombia. Queremos que la nueva generación de mujeres y hombres que hoy se gesta o crece en nuestra hermosa Colombia recupere el valor de la palabra, la dignidad, el respeto y la democracia más profunda al servicio de toda la sociedad.